Desde la calle General Francisco Ramírez se puede ver la obra que Héctor Zamora (Ciudad de México, 1975) exhibe en la galería Labor.
Los muros de este espacio dejaron atrás su icónico color verde menta para que en su lugar se lea en gigante el mensaje “Modelo económico” en un color naranja chillón.
Al interior de la galería, los límites entre el jardín y la sala de exposiciones se difuminan con la muestra Delirio, que consta de siete “lagos” octogonales en los que flotan lirios acuáticos, videos, fotografías y performance. La exhibición aborda la contradicción y la economía informal, dos temas de interés del artista, cuya obra forma parte de museos como el MET de Nueva York y el Museo Jumex.
“Es un guiño a lo que hay detrás de los muros, que es el modelo económico de la galería, que contrasta con las economías informales que aborda Héctor”, agrega Kristell Henry, de la galería Labor.
El que Zamora trabaje con lirios acuáticos es porque son una representación de la contradicción: esta planta es en realidad es una plaga en Xochimilco, pues no es una especie endémica, sino que fue traída del Amazonas e introducida a México por Carmen Romero Rubio, esposa de Porfirio Díaz. Sin embargo, esta planta que con su invasión altera el ecosistema, también ayuda a la purificación del lago, al absorber metales pesados.
El artista mexicano muestra estas contradicciones en su obra con el fin de “despertar la mente” del espectador y “descubra lo que velan las apariencias”.
Dentro de Labor se encuentra también la galería Pamela Weissenberg, que exhibe obras del artista guatemalteco Rodolfo Abularach (1933-2020), quien en dos ocasiones ganó la beca Guggenheim y su obra forma parte de las colecciones de los museos MET y MoMA, en Nueva York.
La muestra está conformada por seis dibujos de ojos en estilo surrealista y un óleo de un volcán, figuras que el guatemalteco repitió “obsesivamente” durante su carrera por considerar a los primeros “las ventanas del alma” y a los segundos como “los ojos de la tierra”.
Es la primera vez, en más de 40 años, que la obra de Abularach se exhibe de forma individual en México.
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