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Un estacionamiento en Vallejo, zona nororiental de la Ciudad de México, con varios camiones y un equipo que no llegaba a más de 10 personas, marcó el debut de Ianis Guerrero en la dirección de cine.

Juan y Vanesa es su ópera prima que estrena hoy en salas, pero que trae consigo la carga de 140 funciones independientes durante el año pasado, en la que los comentarios fueron positivos.

Así que quizá habrá que ver más allá del joven que interpretaba a un cocinero en el filme Nosotros los Nobles o un vanidoso futbolista profesional en la serie Club de Cuervos.

“Antes de actor quise ser director, mi pasión, pero la vida me dio por el otro lado”, dice Ianis.

“Me gusta contar historias de amor, de locura, de ficción, que la gente se divierta con lo que uno hace, ya si se logra, bueno, es otra cosa”.

Juan y Vanesa fue un proyecto que comenzó hace siete años.

Como escritor del guión imaginó a Juan, un camionero de 35 años, quien acaba de ser papá y decide volverse responsable, dejando el alcohol.

Mientras lleva una carga a la Ciudad de México, en una gasolinería conoce a una chica de 17 años, quien lo convence de llevarla a la capital.

Karen Marti (Cometa: él, su perro y su mundo) y Fabián Robles (Por amar sin ley) fueron reclutados para interpretar a los personajes.

“Son dos personajes perdidos, en busca de cariño, de amor, en proceso de recuperarse a sí mismos y su deseo de vivir, humanos necesitados de vida”, comenta Ianis.

La historia de Juan y Vanesa fue filmada en 16 y 35 milímetros, contó con locaciones en la Ciudad de México y el Estado de México, con muchos llamados nocturnos.

“No había baños, no había camerinos, pero unas ganas locas de hacerla y hacerla en 35 milímetros (como se realizaba el cine) era como un viaje en el tiempo”, considera Robles.

“Ianis, como es actor, nos entiende, muchos directores no y, como quieren un producto, necesitan a un fabricante, pero luego no saben cómo pedirlo”, añade el histrión.

El proyectó contó con estrella al asistir en 2011 al Festival Internacional de Cine de Berlín y luego a diversos encuentros de producción en Cartagena, Guadalajara y Huelva.

“El primer día de rodaje, en un cuarto, leí un texto, una especie de plegaria no religiosa, sobre el cine, en el que decía que se protegiera a todo el mundo y que lograra que el trabajo llegara a la pantalla y el público se diera cuenta de eso”, recuerda.

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