El mexicano promedio gasta de entre 600 a 700 pesos al mes en ir al baño; el mexicano de clase media gasta entre mil 200 y mil 300 pesos, en el mismo periodo, por el uso de baños públicos que deberían ser un derecho humano, pero, además, el costo por los baños se trata de un impuesto no legalizado y que no tiene huella digital, y por supuesto “no hay una fiscalización sobre esos recursos”, afirma , quien es autor del libro “Yo, Tú, Él ¡Todos! tenemos el derecho al uso del baño”.

El productor musical y cineasta documental asegura que este libro que cuenta con cartones de R. Moysen, e ilustraciones de Alejandro Cordero, Ivana Melissa y Arianne Ailym Castellanos, es apenas una introducción del documental que está produciendo sobre el uso del baño como derecho y que podría llevar por título “Economía de mierda”, en la que expone imágenes grotescas sobre el enorme negocio que en México ---aunque no es un asunto privativo del país--- significa el uso de los baños.

“Yo cuestiono a la Secretaría de Hacienda, como parte del documental, y le digo ‘oiga y ¿cómo puedo deducir el gasto del baño? porque es mucho dinero’, o sea, el mexicano promedio gasta de 600 a 700 pesos en ir al baño. Nosotros quizás seamos clase media no lo vemos, pero mira hay que pensar en toda la gente que está en situación de calle, una persona que trabaja en la Central de Abasto o en La Merced por lo menos va tres o cuatro veces al baño, los músicos callejeros, todos los que se dedican al comercio informal”, señala Martínez Negrete.

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El documentalista y productor de música, dice que si partimos de los datos oficiales donde se señala que el 50% de los mexicanos están en el comercio informal, y trabajan en las calles, entonces más de la mitad de la población mínimo se gasta de 600 a 700 pesos normalmente.

“La gente de clase media gastamos más, y gastamos más porque nuestra definición de consumo obedece a nuestra necesidad fisiológica, de tal manera, que, si tú andas en la calle, dices: ‘no, no voy a entrar ese baño sucio, mejor me compro un café y le tengo más confianza al del Starbucks aunque me gaste 90 pesos’, y entonces vamos por la vida tomando definiciones de consumo”, dice Carlos Arturo.

Con base en testimonios, entrevistas, cifras y datos, pero también en peticiones de información y análisis, el documentalista analiza el gasto que implica para los mexicanos ir al baño, pero también el gasto en infraestructura que el Estado invierte, sin que siempre recaude, de las instalaciones sanitarias y las afectaciones a la salud pública de la población que implica mayores gastos para el Estado.

“Eso lo hablé con una persona que se dedica a hacer análisis financiero y me dijo que el gasto hormiga del baño es elevadísimo. Eso impacta en las familias. Al ir abriendo el tema, digo, hay un tema de derechos económicos, de derecho a la salud por toda la cantidad de heces fecales que respiramos entre los desechos de los perros y la gente que está en situación de calle, porque ahorita México, vive un problema migratorio impresionante; cifras no reconocidas de la Secretaría de Gobernación, afirman que hay más de un millón y medio de personas al año en tránsito de manera ilegal por México, ¿dónde hacen del baño ese millón y medio de personas? Lo que estamos respirando en las ciudades es auténtica mierda”, afirma.

Carlos Arturo Martínez cita ejemplos generales: Si somos 120 millones de mexicanos y por lo menos una vez al día esos 120 millones de mexicanos van al año, ¿cuánto dinero es? El planteamiento no tiene respuesta, dice, porque el baño no tiene una huella digital económica, incluso señala que “el baño pone en riesgo la democracia, porque ¿quién otorga las concesiones de los baños?”.

Afirma que formamos parte de un corredor comercial México-Estados Unidos-Canadá y cuestiona si en esa lógica comercial los inspectores se hacen de la vista gorda, si no cobran e incluso no sobornan a las gasolineras por cobrar los baños que tienen. Para él, esta es “una normalización en donde las empresas desde la agenda 2030 violan derechos humanos y en donde las autoridades se hacen de la vista gorda ¿y a dónde va todo ese dinero que no tiene una huella digital?, son miles de millones”.

Insiste en que el negocio de los desechos es extremadamente elevado, y que en proporción es 100 veces mayor al de la basura. En un cruce de datos, Martínez apunta que la basura pasa tres veces a la semana y das 15 o 20 pesos, lo que significa alrededor de 80 pesos al mientras, mientras que una familia puede gastar mil 200 a mil 300, pero en clase media puede llegar a 3 mil y 400 pesos.

“Porque si vas a viajar por carretera, decides irte en un autobús que tenga baños, y si vas a viajar por la infraestructura carretera, sabes que por autopista hay baños de cobro y sabes que si no quieres usar el de la gasolinería te metes a un restaurante y gastas más; y si tienes adultos mayores o menores de edad, obedeces a la necesidad de ellos, también por temas de seguridad”, afirma el autor del libro.

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Incluso, cita un ejemplo que él conoce bien: los conciertos, donde cobran por el tipo de baño que ofertan a los asistentes. Cita el caso del que en México tiene boleto VIP que incluye el baño VIP a 30 metros; mientras que, en el boleto general, el baño está a dos kilómetros. Por lo que su conclusión es que el baño nos provoca un gasto mucho mayor que el de la basura.

“El libro no te puede mostrar las imágenes que el espectador va a ver en cine, imágenes tan grotescas como que en la Basílica de Guadalupe ves a una empleada de la Basílica a cargo del cobro de los baños, con dos cangureras con exceso de pacas de billetes, y además en espacios que son bienes culturales de la Nación, que la legislación no les permite este uso o aprovechamiento. Sólo imagina los millones de peregrinos que llegaron a la Basílica y debieron usar el baño”, señala Martínez Negrete.

Sin embargo, dice que cuando comenzó a grabar el documental el dolor más fuerte relacionado con los baños son las agresiones sexuales. “En Estados Unidos, que miden todo, se pusieron a analizar el gasto el que el Estado americano por una persona que ha sido agredida sexualmente y le cuesta 125 mil dólares; el Estado mexicano está gastando más dinero por no tener baños públicos, por no tener mecanismos de protección en los baños”, concluye Martínez Negrete.

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