Durante lo fuerte de la pandemia por Covid-19; Cassandra Sánchez Navarro soñó muchas veces que jamás volvería a actuar; Ana Layevska se dio cuenta, cuando pisó un set, que llevaba meses sin abrazar a alguien, y Frank Rodríguez llegó a salirse de una locación porque el estrés de evitar contagio era extremo.
El director Carlos Bolado (La hermandad) fue víctima de un falso positivo, lo cual preocupó a todo mundo, y el productor Edher Campos terminó con su tranquilidad cuando en su celular llegó a tener hasta 15 chats abiertos para controlar lo que pasaba en su largometraje.
¿Algo más? Rafa Lara trabaja en suprimir una escena que originalmente tenía varios extras, lo cual es imposible por el tema de la enfermedad. Y Fernando Noriega debía, como protocolo, comer e irse a su auto para no tener contacto con alguien.
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“Ya quería ver la cara de otros actores y si la única forma es con protocolos, sin problema”, exclama Sánchez Navarro, quien en mayo filmó la versión cinematográfica de la obra Enfermos de amor.
Ella, junto con otros 17 actores, como Zuria Vega y Fernanda Castillo, tuvieron que adaptarse a un esquema en donde por dos días de rodaje había que permanecer varios sin poder salir.
“Ya quería ver la cara de otros actores y si la única forma es con protocolos, sin problema. Hubo una etapa en la que pensé que no volveríamos”; CASSANDRA SÁNCHEZ NAVARRO, Actriz.
Para hacer prueba de vestuario, por ejemplo, tenían que permanecer aislados, someterse a detección del virus y después de vuelta al encierro. Así cada que hubiera otra actividad. Los ensayos se hacían muy cerca a su llamado, para que no hubiese oportunidad de contagio.
“Se dice que a los actores se les paga por esperar, aquí puede decirse que así fue”, comenta Marco Polo Constandse, codirector del filme.
Se estima que en etapa prepandémica había en promedio 60 producciones audiovisuales diarias ocupando las calles.
Ahora, comenta Edher Campos (Año bisiesto) se batalla un poco más para encontrar los espacios que ayuden a contar una historia. El año pasado rodó en Sonora la cinta Cartas desde el país de los tarahumaras, donde no hubo gran problema y, hace una semanas, en la capital mexicana, concluyó Hueseras.
“Aquí había casas particulares o departamentos donde la gente no nos quería abrir sus puertas, decían que tenían una persona mayor o había temor de quien estaría adentro; una señora de plano nos dijo: ustedes estén, pero yo me encierro en el cuarto. Y no la veíamos en todo el día”, relata Edher.
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“Otra cosa que cambió obvio fue la alimentación. En el rodaje teníamos muchas manzanas, que son muy portátiles, y botellitas de agua, que dan más seguridad que el tradicional garrafón del que todos tomaban antes”, detalla Campos.
Frank Rodríguez es un actor y productor que de julio a febrero no paró de filmar en la Perla Tapatía, ya sea como productor o actor. “Y pues ahora había más tiempo para escribir los guiones o afinar cosas. Por respeto a todos, en los rodajes no salía para nada, más que al set”.
“Ahora sí que, de trabajar en estas condiciones a estar encerrado en casa, mejor esto. Y ahora estamos con dos o tres pruebas Covid a la semana, rascando donde ya no tengo cerebro”, comenta divertido el histrión.
“Comer sin nadie más al lado, cuando como actores somos seres sociables, está cañón”, indica por su parte Jero Medina, actor de la serie Somos, que se encontraba en grabaciones cuando la pandemia la detuvo.
La serie fue de las primeras en retomar actividades en Durango, cuando se permitió con grupos reducidos de trabajo y protocolos rígidos.
Sin cifras oficiales, se estima que de julio a mayo se han rodado o grabado poco más de una veintena de películas y series en territoiro nacional; esa cifra es poco menos que la mitad de lo que en marzo de 2020 se encontraban en distintas facetas de producción.
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María Novaro, directora del Instituto Mexicano de Cinematografía, asegura que el golpe no fue tan brutal como se esperaba en la producción de cine, lo cual se verá en la próxima edición del Anuario Estadístico de Cine Mexicano.