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Por fin ya pueden verse todos los episodios de la primer temporada de “Como agua para chocolate”, serie basada en la novela de Laura Esquivel, pero seguramente pocos se han dado cuenta del trabajo en el área de vestuario que requirió retratar la etapa revolucionaria en que se encuentra situada.
La responsable del área fue Amanda Cárcamo (“El norte sobre el vacío” y “Belascoarán”) quien durante semanas estudió fotografías de la época para encontrar el más mínimo detalle que le permitiera retratar de mejor manera ese periodo.
“A simple vista no se ven, pero para mi era importante”, apunta.
“Por ejemplo, los revolucionarios iban recogiendo ropa en el camino, veían a quienes habían muerto y decían ‘bueno, yo sólo traigo un zapato’, entonces por eso ves a hombres que van en tren con un huarache y una bota, o también varios cinturones, porque luego los cambiaban por cosas”, refiere.
Amanda tiene formación en Historia de Arte, así que cuando le llegó la invitación para formar parte de la producción de Max, supo que la misión era retratar la realidad, aunque se tratara de un documental.
“Como agua para chocolate”, protagonizada por Azul Guaita y Andrés Baida, tiene como hilo conductor un amor imposible entre Tita de la Garza y Pedro Muzquiz, por arraigadas costumbres familiares. Justo en su juventud es cuando estalla el movimiento armado en contra de la dictadura de Porfirio Díaz, lo cual los afecta directamente, pues pertenecen a familias con haciendas.
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Irene Azuela, Andrea Chaparro, Ana Valeria Becerril, Ángeles Cruz, Ari Brickman y Mauricio García Lozano, completan el elenco principal de la producción de seis episodios.
Los negros que no son negros
Para el personaje de Azuela, la matriarca de la familia de Tita, se requería del color negro en su vestuario, pero debía tomarse con cuidado porque un tono así, ante la cámara se ve como plasta.
“No tengo el número de vestuario diseñado, me hablan de número y mi mente queda en blanco”, dice bromista la especialista.
“Pero puedo decir que para Mamá Elena compramos mucha tela y teníamos que encontrar negros con texturas, que si un grabado, un hilito de otro color. Hubo piezas de muchos años que se rentaron y otros se rearmaron. Por ejemplo, en una escena donde ven supuestas piezas de la abuela, literal se abría la tela”, agrega.
Y es que, recuerda Amanda, en aquella época si alguien quería ropa, no se podía ir a una tienda como ahora.
“Eran piezas que se heredaban de generación en generación. Hay una escena bonita donde las hijas le dije a la mamá que debería comprarle otros vestidos porque el que veían era de la tatarabuela. Y así eran en esos tiempos, las cosas duraban mucho, para nosotros fue como ir de cacería y ver qué podíamos retratar de la época”, detalla.
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A veces, se hacían cosas hermosas, pero no se notaban como una falda de “Nacha” (Ángeles Cruz), la cocinera de la familia, pues siempre estaba debajo del mandil que también fue creado.
Buscando mostrar sentimientos
Cada personaje tiene su propia paleta de colores en vestuario que los hace únicos. Y los diversos tonos ayudan a que el espectador siente el estado de ánimo en que se encuentran en tal escena o momento.
Todo esto en colaboración con Antonio Muño-Hierro (“Un extraño enemigo” y “El último vagón”), el diseñador de producción, así como dependiendo el tono de piel de los actores.
“La idea era ver cómo eran estas tres hermanas y tuvieran sentimientos y te hicieran sentir alegría o tristeza. Me enseñaba los fondos que iban a ocupar y sobre eso iba buscando imágenes”, apunta.
Así, con “Tita” (Guaita) predomina el azul, con Gertrudis (Chaparro) hay más atrevimiento incluso en cómo usa las prendas (quizá desabotonada) y con Rosario (Becerril) hay más recatamiento en tonos incluso.
“Tita esa alegre, el azul le da vida y vemos cómo se va apagando o que cuando está enamorada van con pequeñas florecitas”, explica Amanda.
Además de los vestidos a simple vista, debajo de ellas había mucha tela que les diera cuerpo como era a principios del siglo 20.
“Las faldas pesan mucho, hay enaguas y claro que se cansaban. Luego me preguntaban que si podían quitárselas y decía que no, que al corte (a comer) y después, híjole, era de que ya no quería cerrar la falda, así que era tener dos broches. La verdad es que con todo y esto fue divertido, se hizo una familia hermosa”, subraya.
La segunda temporada está ahora en proceso creativo.
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