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La bronca al “reiniciar” una cinta, basándose en otra que ya existe, es que el resultado debe interesar al espectador que conoce el original y al que no. Esto la mayoría de las veces falla. Pero no impide que se intenten reciclamientos una y otra vez. Con resultados deplorables.
El cineasta Takashi Shimizu dio a conocer La maldición (Ju-on) en video, en 2000. Hizo la segunda parte ese mismo año. Preparó un primer reciclamiento para cine en 2002, y su secuela en 2003. Y se aventó otro “reinicio” en 2004, con la consabida parte dos en 2006. Otro director hizo la parte tres en 2009 y otro más La maldición, el inicio del fin, en 2014.
Para este momento la serie estaba agotadísima: era puro churro.
Hacer copias de copias sería fructífero si se mejorara la primera versión. Esto no intimidó al director Nicolas Pesce para intentar en su tercer largometraje el “reinicio” tres de la serie. La maldición renace (2020) intenta sacar jugo al limón demasiado exprimido.
Pesce traspasa el concepto —que no el argumento—, a una nueva casa embrujada, y nuevos personajes buscan comprender qué sucede donde ahora “renace” la maldición.
El agente inmobiliario Peter (John Cho) descubre que la casa bajo su cuidado posee “algo” (la indefinición es deliberada dizque para generar suspenso). Comienza por ello una investigación la eficaz policía Muldoon (Andrea Riseborough), quien se topa con un reguero de muertes. Y ella se lleva a casa al fantasma de marras, que aterroriza a su pequeño hijo.
Quien vio los originales que marcaron al cine de terror japonés años atrás, percibirá cuán convencional es el “nuevo” argumento. Aquellos que por vez primera se asomen a este “universo” descubrirán una barata peliculita de terror, tan predecible como cualquier casa de miedo presentada en una feria de segunda. Nada novedoso hay. Sólo la rutina mil veces vista, consecuencia de que este proyecto fuera abandonado en 2011. Se supone que los años ayudaron a su maduración. Simplemente pasó a la putrefacción.
Temiendo que la historia no daría para mucho, Pesce elaboró con cierto esmero al personaje femenino para lucimiento de Andrea Riseborough, actriz a la búsqueda de papeles desafiantes. Pero es insuficiente para sostener la película.
El resultado, antes que miedo da risa. Pero de pena ajena. No se puede reciclar un filme de terror con el director gritando “bu” a cada rato. La maldición que cae en quienes entran en la casa, de morir violentamente, se pasa al espectador “muriendo” de violento bostezo.