Hay un evidente heroísmo en la actitud del protagonista de " A Hidden Life ", de Terrence Malick , el de plantarse ante los nazis y decir 'no', algo "cada vez más raro en el mundo de hoy, en el que todos montamos en el mismo tren " sin cuestionarnos si es el correcto.
La película, en la competición oficial de Cannes, cuenta una historia real situada en plena Segunda Guerra Mundial , pero podría ser sobre la sociedad actual, en la que no nos atrevemos a hablar cuando vemos algo que está mal, como ocurre ahora en Europa, afirmó el actor protagonista, el alemán August Diehl .
"Nuestro problema ahora es que decimos 'no podemos hacer nada' (...) Ante todas las catástrofes que vivimos, los ataques el terrorismo, decimos que es nuestro mundo y que no podemos hacer nada, pero no es así", señaló Diehl.
Como hizo el austríaco Franz Jägerstätter , que sintió que era equivocado luchar con los nazis, ahora es "el momento de levantarse para luchar contra la oleada de la extrema derecha en Europa, que va a en una muy mala dirección".
Por eso consideró que es "muy importante" votar en las elecciones europeas del próximo domingo, aunque también resaltó que es algo "muy personal y privado", como le pasó a Jägerstätter.
"Él nunca pensó que tenía que cambiar el mundo", fue algo más personal y privado, lo hizo "sin juzgar a los otros". Esa es la lección que da la conmovedora película de Malick, que la gente tienen en su interior más bien que mal, y hay que dejarlo salir.
No tiene que ser algo político, sino una actitud personal. "Puede que la película logre cambiar algo", dijo Diehl, que se preguntó: "¿Cómo puede ser que todo el mundo se suba en un tren que va en la dirección equivocada?".
Es lo que plantea Malick con una preciosista y dura historia, la de Jägerstätter, que se enfrentó a su pueblo y a su familia porque se negó a luchar por los nazis y a jurar fidelidad a Hitler y al Tercer Reich .
Fue encarcelado, ajusticiado y guillotinado y la iglesia católica, que en aquel momento no le ayudó lo más mínimo, le beatificó en 2007 y es un símbolo en Austria por su resistencia pacífica al régimen nazi.
Con una gran interpretación de Diehl -muy bien acompañado por la austríaca Valerie Pachner-, "A Hidden Life" supone el regreso de Malick a Cannes por la puerta grande tras la Palma de Oro que logró en 2011 por "The Tree of Life" ("El árbol de la vida").
Desde entonces ha hecho tres filmes que han pasado bastante desapercibidos -"To the Wonder" (2012), "Knights of Cups" (2015) y "Song to Song" (2017)- y es con "A Hidden Life" con el que regresa a su cine intimista, estético, profundo y, para algunos, excesivo.
Las tres horas de metraje del filme han dividido a la crítica de Cannes, entre los que creen que está a la altura de "The Tree of Life" ("El árbol de la vida") y los que creen que no llega al mismo nivel.
Pero en lo que sí hay acuerdo es en que es una película espectacularmente rodada, con la que Malick busca provocar un debate sobre la espiritualidad, la justicia y los extremismos.
"El lado espiritual está muy presente en el cine de Terry. Notas otra presencia, algo invisible... y te sientes parte de ello", señaló Diehl, que considera que el cine de Malick más que dar respuestas, plantea preguntas.
Un mundo especial el de Malick en el que entraron los actores del filme inmediatamente, incluso los que apenas estuvieron unos días en el rodaje, como ocurrió con los fallecidos Bruno Ganz y Michael Nyqvist .
Para ambos fue uno de sus últimos rodajes, hace dos años, el tiempo que el director se ha tomado para realizar una laborioso montaje porque una de las características de Malick es que rueda mucho y con mucha libertad.
Había tomas de 30 minutos en la que los actores no tenían que respetar los encuadres de la cámara. Se rodaba hasta encontrar exactamente lo que el director buscaba, un sistema "maravilloso", en opinión de Pachner.
Algo a lo que no pudo responder el director, ausente de la rueda de prensa -"no sabemos por qué", dijo riendo la actriz- aunque sí asistió al pase de gala de Cannes, celebrado anoche.
nrv