Como el resto de las mujeres que acudieron a la ceremonia de los Globos de Oro, Oprah Winfrey vistió de negro no sólo para recibir su premio Cecil B. DeMille, también para escuchar una ovación y para contar las historias que la inspiraron y por las que esa noche estaba recibiendo un tributo.

Oprah subió al escenario y desafió la música que suele escucharse de fondo cuando el ganador rebasa los segundos permitidos para dar sus discursos; ella se tomó minutos, primero para recordar el ejemplo que la inspiró en su niñez: ver a Sidney Poitier ganar el primer Oscar de Mejor actor para un afroamericano hace 54 años.

“Ahora espero que haya niñas viéndome aquí”.

Luego, habló de la importancia de la libertad de prensa y de hablar con la verdad. Ya no más secretos, ya no más casos como el de Recy Taylor, una joven que en 1944, al caminar de la escuela a su casa, fue secuestrada y violada por seis hombres blancos que amenazaron con matarla si hablaba. Rosa Parks investigó el caso, pero la mujer, dijo, murió hace dos días sin saber que esos hombres habían sido condenados.

“Gracias a los tiranos y las víctimas. Ahora aprecio más a la prensa que antes. Hablar con la verdad es la herramienta más poderosa que todos tenemos”, expresó.

Winfrey agradeció a las mujeres que recientemente se armaron de amor para denunciar casos de acoso y abuso.

“Estoy inspirada por las mujeres que se sintieron fuertes y empoderadas para compartir sus historias personales. Este año todas nos convertimos en la historia, una que trasciende todas las culturas, la raza, la religión, la política, el lugar de trabajo.

“Quiero que les demos las gracias a todas las mujeres que han aguantado años de abusos porque tienen hijos que alimentar, cuentas que pagar, y sueños que perseguir. Son las mujeres cuyos nombres jamás conoceremos”, enfatizó.

Luego, Winfrey advirtió a todos aquellos que por años habían ocultado sus abusos: “¡Time’s up! (Se les acabó el tiempo)”. Redacción

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