México enseñó hoy en la Semana de la Crítica del Festival de Cannes una muestra de su nueva cinematografía, que tuvo como embajadores a cuatro cortometrajes de estilos y temática variada.
"Lo que nunca se dice bajo el sol", de Eduardo Esquivel; "Vuelve a mí", de Daniel Nájera; "Aguas tranquilas, aguas profundas", de Miguel Labastida, y el documental "Tierra de brujas, mar de sirenas", de Delia Luna Couturier, llegaron a la Costa Azul de la mano del Festival Internacional de Cine de Morelia (FICM).
La alianza entre Cannes y Morelia se remonta a la génesis de este último, en 2003, cuando se acordó que el FICM proyectaría las películas de la Semana, y dos años después se abrió el camino inverso con una selección de proyectos mexicanos.
"Estamos muy bien representados. Me da muchísimo gusto que sea la gente joven la que se está beneficiando con esto", explicó la directora del FICM, Daniela Michel.
La Semana, apartado paralelo de Cannes creado en 1962 por el Sindicato Francés de la Crítica de Cine, está consagrada a descubrir jóvenes promesas, de quienes proyecta sus primeros o segundos largometrajes, y apostó en su día por Guillermo del Toro o Alejandro González Iñárritu.
Los cortometrajes, según Michel, sirven de detector de los nuevos talentos, y los cuatro seleccionados reflejan el buen momento que a su juicio atraviesa el cine mexicano, con "una producción muy diversa, muy numerosa, de muchísima calidad y un público muy ávido".
Esquivel, nacido hace 25 años en Guadalajara, considera "un honor" ser parte "de este núcleo de cuentahistorias" que cada mayo convierten Cannes durante dos semanas en epicentro de la cinematografía.
Con "Lo que nunca se dice bajo el sol" quiso explorar "las fracturas que quedan invisibles en las relaciones familiares, que provienen de los silencios y de las mentiras que no se expresan", mientras que Labastida, de 26, ahondó en el choque entre religión y psiquiatría en las zonas rurales.
Couturier da a conocer con su documental la idiosincrasia de Xochimilco y a Nájera, también de 29 años, le interesó "la pérdida de la inocencia" a través de dos hermanos que acaban separados en la gran ciudad.
Los nuevos cineastas, según este último, no escapan a temas propios de su entorno y habitualmente tratados en la gran pantalla, como la corrupción y la violencia, pero ofrecen una nueva perspectiva: "Está implícita la situación, pero no queremos hacerle apología. Si quieres ver amarillismo, mejor compra un periódico".
Ninguno obvia las dificultades de sacar adelante proyectos en un ambiente en el que, por ejemplo, tres estudiantes de cine desaparecieron el 19 de marzo en Jalisco y sus cuerpos fueron hallados diluidos en ácido.
Pero en este inicio de sus trayectorias, mantienen intacta la voluntad de hacer oír sus voces.
"Es importante hablar de la violencia porque la estamos viviendo, pero para sobreponernos también hay que rescatar todo lo que tenemos", resume Couturier, que ve el cine "como arma de cambio y como forma de encontrarnos como sociedad, cultural e históricamente".
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