Nueva York.— Harvey Weinstein, descrito por muchas de las actrices de las películas que produjo como un depredador sexual, ha pasado en un año de ser el “dios” de Hollywood a estar a un paso de la cárcel, quién sabe si condenado a cadena perpetua.
Weinstein era uno de los hombres más poderosos en el mundo del cine norteamericano y como ejemplo de ello una cifra curiosa: es la segunda persona más nombrada en los discursos de los premiados en los Oscar (34 veces), sólo superado por Steven Spielberg y empatado con Dios.
Hace un año que The New York Times destapó las denuncias de abusos sexuales contra Weinstein, de 66 años, que acabó despedido de su productora, expulsado de la Academia del Cine, abandonado por su mujer y repudiado por sus colegas; una caída a los infiernos que tocó techo el 25 de mayo, cuando el magnate se entregó en una comisaría de Manhattan.
Criado en Nueva York en el seno de una familia judía, ha vivido toda su carrera cinematográfica de la mano de su hermano Bob, con el que empezó organizar conciertos de rock alternativo cuando aún eran unos muchachos en los años 70.
En 2005 fundó una productora junto a su hermano, The Weinstein Company, en la que según los fiscales sometió a un trato “despiadado” a algunas de sus trabajadoras, a las que encargaba buscarle conquistas sexuales y amenazaba con usar sus contactos políticos si se atrevían a hablar.
Weinstein enfrenta ahora cargos por violación y abuso sexual, y en dos casos está encima de la mesa el castigo máximo de cadena perpetua, según la Fiscalía de Manhattan. A la fecha, unas 80 mujeres alzaron su voz contra Weinstein, algunas tras años de silencio, y su caso sirvió de mecha para el movimiento #MeToo.