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Dos vertientes explora The Post: los oscuros secretos del Pentágono (2017), filme 32 del soberbio maestro Steven Spielberg:
La primera es la vida de Katherine Graham (Meryl Streep, brillando a cada instante), heredando el poderoso Washington Post y cómo se impuso a una jerarquía masculina.
La otra, es la historia del jefe de redacción Ben Bradlee (Tom Hanks, igual de brillante), buscando la información que el Pentágono encubre sobre la intervención militar en Vietnam.
Ambos temas conforman una saga clave en la historia del periodismo estadounidense. Revelan la necesidad de una prensa libre. Sobre todo ahora que las redes sociales, la abundancia de “hechos alternativos” y la obsesión por saberlo todo a la velocidad del instante, devalúan el valor de la información. Hoy que la fuente misma fabrica sus supuestas noticias, según lo deja de manifiesto la actual administración presidencial inepta de Estados Unidos, el tema es pertinente porque actualiza la evidencia de cómo funciona una prensa con ética.
No es menor este caso presentado con enorme solvencia y tensión dramática por Spielberg, ya que fue preámbulo a otra investigación periodística del Washington Post que hundió a la corrupta administración Nixon, plasmada en la excepcional Todos los hombres del presidente (1976, Alan J. Pakula). Spielberg, pues, hizo en menos de seis meses una loa sencilla y eficaz, una notable cinta, magistral sobre la intuición y la inteligencia tanto de Graham como de Bradlee para enfrentar un traicionero poder político.
Dos temáticas dominan Llámame por tu nombre (2017), quinto largometraje del siempre sobresaliente Luca Guadagnino, director especializado en relatos de maduración emocional:
La primera es la relación, una sensitiva iniciación amorosa, entre el inquieto adolescente Elio (Timothée Chalamet) y Oliver (Armie Hammer), asistente de su padre, el académico Perlman (Michael Stuhlbarg) especializado en cultura greco-romana. La segunda es la relación entre Elio, su padre, y Annella (Amira Casar), su atractiva madre intelectual. En ambas, el paisaje dominante de la Italia de los 1980 deja un sutil influjo de cómo surge una pulsión emocional. Esta cinta es de las más sutiles jamás hechas sobre la identidad sexual, el amor sin concesiones y la ruptura de cualquier convencionalismo al respecto.
Guadagnino dirige con virtuosa inspiración, delicadamente, el guión escrito por el veterano maestro James Ivory, a sus 89 años aún lúcido y provocador, basada en la novela de André Aciman. Este filme sin duda está entre los mejores del año.
Dos espacios dominan La región salvaje (2016), cuarto filme del siempre desconcertante e inclasificable Amat Escalante, que se arriesga con una temática que rompe la concepción del cine de autor y de géneros:
Por un lado, el espacio campirano que aparecía en sus previas Sangre (2005) y Heli (2013), tiene un halo de misterio indescifrable que altera las vidas y, sobre todo, la sexualidad de Alejandra (Ruth Ramos), Verónica (Simone Bucio), Ángel (Jesús Meza) y Fabián (Edén Villavicencio), interrelacionados de forma que ni sospechan. El otro espacio es abiertamente sexual afectado por un elemento de ficción pocas veces explorado.
Mezcla de géneros con elementos desquiciantes, como lo hiciera el maestro Andrzej Zulawski en Posesión (1981), el filme se erige entre los más originales producidos por el cine mexicano reciente. Una cinta que sorprende (y espanta).