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jose.montoya@eluniversal.com.mx
Han pasado 34 años desde que Andrés Calamaro lanzó al mercado Hotel Calamaro, su primer álbum de estudio y hoy, a sus 57 años, afirma que la industria necesita cambiar para que lo sustancial no se deje vencer por lo efímero en distintas artes.
“Vender un disco es imposible, eso ya no existe. Ni con toda la suerte del mundo. Los cambios fueron muy profundos, cuesta recordar otra extinción contemporánea como la de las tiendas de discos, cines de barrio, librerías y teatros, pero sobre todo las tiendas de discos que son muy minoritarias. Perdimos el disco como objeto que se rebelaba contra el carácter efímero de la música. Un disco tiene que tener suerte para gustar”.
Para El Salmón, uno de los tantos apodos con los que sus fans se refieren a él, para que eso cambie debe existir una reestructuración radical que no sea exclusiva del ámbito musical, ya que, subraya, todo se ha vuelto fugaz.
“Lógicamente (cambiaría todo)… No sólo de la industria musical, la industria ya afecta casi todo lo que hacemos: qué noticias procesamos, qué opinamos, nuestros hábitos, en qué gastamos dinero… Los cambios industriales que afectan a la cultura ocurren muy de prisa”.
De cualquier manera, lanza “Verdades afiladas” como el primer corte que se desprende de Cargar la suerte, su más reciente disco que lanzó la semana pasada, luego de dos años de su anterior material. Con todos esos cambios que menciona, trata de dar lo mejor de sí con más de 40 años de carrera.
“En la música ponemos más que alma y corazón: eficacia, tenacidad, saber estar, conocimiento, credo musical, sabemos asociarnos una vez, dos veces y más veces… confiamos en nuestros amigos y compañeros. En Cargar la suerte la intervención de mis compañeros es fundamental, el disco suena a todos. Y es de todos”.
Es esa misma crudeza la que ocupa al responder si tiene miedos o inseguridades aun con su experiencia; el artista dice que éstas siempre llegan y tocan a su puerta.
“Los insomnes abrazamos el concepto: ‘la vida es una cárcel con las puertas abiertas’. Soy partidario del suicidio pero con precaución; nunca suicidarse más de una vez. Eutanasia libre y asistida, si usted prefiere”.
Calamaro se reconoce como un hombre de placeres sencillos, que si bien ha aprendido lecciones valiosas al dejar los estudios en un momento de su vida para aprender boxeo, entiende que el paso del tiempo es una amiga que ahora le acompaña.
“Está claro que un verdadero boxeador es un luchador que sabe defenderse con los puños. Yo no soy un boxeador porque empecé a entrenar demasiado tarde. El boxeo es una escuela de sacrificio, tenacidad, voluntad, inteligencia inmediata, conciencia de lo que ocurre. Es noble, para valientes”.
Respecto a que es de placeres sencillos, explica que le gusta organizar su vida para entrenar, comprar la comida y cocinar, que le gustaría tener mas tiempo para practicar tiro con armas de fuego y ver peleas de box.
“Me gustó grabar este disco y me dejó con ganas de más. Cada año estreno un problema. Algunos me afectan a mí y otros al mundo… No tengo superpoderes. Hay gente que los tiene, estoy en una edad que considero avanzada. Me estoy mermando poco a poco, como corresponde”.