En sus primeras ediciones, unos de los momentos memorables del Vive Latino eran los llamados "slams" o la lluvia de basura que los asistentes organizaban como una manera de demostrarle su euforia a la banda que se encontraba en el escenario.
Ahora, esa "lluvia", la gente volando en distintos puntos del público, impulsados por una alfombra que se convertía en un trampolín gigante, entre otras tradiciones, se han cambiado, pero queda en la memoria de los fieles asistentes y las agrupaciones que han crecido junto con el festival, tal es el caso de Babasónicos.
En un mundo que ha sido dominado por la tecnología, ahora los asistentes a este tipo de eventos desean llevarse un recuerdo digital: un video, una fotografía digna de ser publicada en las redes; pero, a pesar de todo ello, hay cosas que nunca cambian, como la gente cantando al unísono, los bailes y, en el caso de los argentinos, la misma esencia.
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Babasónicos no solo ha mantenido la misma alineación durante casi treinta años; sino que su show sigue siendo enérgico. Adrián, en la voz principal, continúa bailando como si fuese su primera vez en el Vive.
La sensualidad de sus movimientos, la diversión de sus shows, la complicidad con su público y su atrevimiento y desfachatez, son cosas que el público siempre les ha agradecido, y que ni el paso de los años les ha quitado.
Parte de ser provocadores sigue estando en sus letras que hablan de sexo o insultan las actitudes indiferentes. Pero ahora combinan eso con las imágenes las proyecciones y la tecnología visual.
Luces estroboscópicas, y rostros con gestos tensos, desfigurados, proyectados en la pantalla principal, con miradas profundas que provocan incomodidad al público.
“Putita”, “Bye bye”, e “Irresponsables”, cerraron una tras otra el show de los argentinos, confirmando la esencia del grupo, irreverente y sensual, y el público en la canción final volvió a otras épocas y lanzó restos de comida, y bebidas.
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