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Arctic Monkeys volvió a dar cuenta del porqué de su buen envejecimiento: desde una voz áspera llena de energía hasta la más suave y seductora; guitarras electrizantes de indie rock y sonidos de bombos intrépidos al más puro estilo R&B y soul, con un bajo envolvente y un Alex Turner sombrío en escena.
La banda arrancó ayer la primera de dos fechas de conciertos en el Foro Sol, como parte de su The car tour, que bien hizo honor a su nombre al dar un “aventón” a sus miles de fanáticos mexicanos por el trepidante sonido de su discografía de 21 años de trayectoria.
Cuando las luces se apagaron por completo, la guitarra comenzó a dar señales de la primera canción de la noche, “Sculptures of anything goes”, que se armonizó con el grito intenso del público y el sonido de suspenso que salía de un sintetizador, mientras un panel de luces descendía del techo hasta quedar justo arriba de Alex Turner, en su pose seductora.
El vocalista comenzó el show con voz suave y melódica, luciendo sus típicos lentes al estilo de los 50 que le cubrían los pómulos, y un traje con camisa blanca abierta del pecho, para sumar al ambiente seductor una de sus canciones con mayor influencia electrónica.
El viento, que parecía por momentos traer lluvia consigo, sacudió poco el peinado de Turner y, cuando la batería de Matt Helders comenzó a sonar junto a las cuerdas de Jamie Cook, se sacudieron todas las emociones en el recinto, mucho más que los fuertes aires de la noche, cargados de nubes oscuras y electrizantes.
Con “Brianstorm” todo explotó. La agresividad del bajo de Nick O’Malley impresionó a todos junto al intrépido e intenso sonido de la batería. Entonces, la voz áspera y rugosa de Turner recordó los inicios de la banda, al tiempo que devino una atmósfera de empujones entre el público.
Con “Snap out of it” rápidamente ese tono se transformó en algo mucho más elegante y menos cercano al grunge que, junto con el piano y el atuendo de Turner, crearon un ambiente elegante, con letras igualmente más introspectivas y abstractas, menos casuales que el rock de los primeros años de la agrupación.
A estas alturas, Alex ya tenía también consigo su guitarra, que sonaba mucho más brillante que las anteriores canciones en una intensa “Don’t sit down ‘Cause I’ve moved your chair”, con un ritmo lleno de blues, pero gozando una batería y bajos más apegados a sonidos alternativos.
“Muchas gracias”, dijo finalmente Alex con su mejor intento de español, suficiente para estremecer a sus fans, que fueron igual de electrizantes que la guitarra con gritos ensordecedores cuando comenzó a sonar “Teddy Picker”, que también pasó de la agresividad al R&B en distintos momentos de la interpretación, haciendo que los brincos convivieran con bailes lentos y los movimientos de manos del público de un lado a otro.
“Ciudad de México, un gusto verlos”, añadió Alex antes del último estribillo para pasar a “Crying lightning”, que terminó por hacer que el repaso sonoro de sus primeros discos pasara a ser pura sensualidad, lentitud y elegancia, carácter que los Arctic adquirieron con el pasar de los años y se consolidaron desde Humbug en 2009 hasta su disco AM, de 2013.
“Quiero sentirlos a todos”, dijo Alex al tocar en un gran piano de cola que sirvió como preludio para confirmar que, a partir de ahora, la atmósfera sería rítmica.
Todo se tornó sesentero y psicodélico con el intro que la banda dio a “Kner socks”, donde las imágenes en la pantalla triplicaron la figura de cada miembro del grupo, entre luces neón.
Las crestas más altas de emoción durante el concierto junto a los momentos tiernos continuaron así durante la noche, hasta que los grandes clásicos comenzaron a sonar, desde “There’d better be a mirrorball”, “505” y “Do i wanna know?”, entre otras.