¿Puede una película ganadora de la Palma de Oro en Cannes ser divertida y, al mismo tiempo, retratar una realidad con profundidad? Para Sean Baker, la respuesta es sí.
En la historia del festival francés, pocos filmes como "Pulp fiction" (1994) o "Parásitos" (2019) han logrado la hazaña de conquistar tanto a la crítica especializada como al gran público. En su nueva cinta, "Anora", Baker se une a este selecto grupo.
Para construir su relato, el realizador llevó a cabo una exhaustiva investigación sobre las condiciones de las trabajadoras sexuales en NY. Esto, asegura, aportó profundidad a su historia, que sigue la vida de Ani, una mujer inmersa en el mundo de la prostitución que se enamora del hijo de un oligarca ruso, con quien se casa impulsivamente.
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“Quiero que mis películas atraigan a un público amplio en general”, reconoce el realizador en entrevista con EL UNIVERSAL.
“Si voy a contar una tragedia, tengo que recordar que también debe haber un nivel de entretenimiento para mantener al público, porque así fue como se creó este arte. Por eso infundo humor y una narrativa muy orientada a la trama para satisfacer la experiencia cinematográfica”, profundiza.
En su filme —que se exhibirá a partir del 19 de noviembre en la 76 Muestra Internacional de la Cineteca Nacional—, Baker se esmeró en lograr ese equilibrio, sin omitir el entorno en el que creció: las calles de Brooklyn, donde la prostitución es parte del paisaje cotidiano.
“Me nutrí de muchos lados. Como Andrea Werhun, quien escribió unas memorias llamadas Thousand modern whore. En ellas retrata su experiencia como escort y bailarina y que se aplicaron directamente al personaje de Annie. Ella leyó nuestro guion y nos dio consejos”.
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En la película, se muestran realidades en torno Anora (interpretada por Mikey Madison), quien vive todas las noches atendiendo los deseos de hombres de todo estrato social y cultural.
Hay escenas con mujeres bailando desnudas o sosteniendo relaciones sexuales, y se enmarcan sus comportamientos y sus roles en un prostíbulo, donde surgen las envidias, se da el consumo de drogas y el abuso en distintos niveles.
“Me ayudó Mikey, una bailarina de Toronto; pude hablarle por Zoom y aprender detalles”, cuenta.
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Además de Mikey, muchas otras trabajadoras sexuales apoyaron al realizador para recrear una atmósfera lo más real posible. “Incluso a algunos de nuestros actores secundarios, como Lindsey Normington (Diamond, en la película).
“Ella es actriz y bailarina, y su presencia en el set fue maravillosa porque en el momento nos asesoraba sobre lenguaje y música. Fue una gran experiencia, incluso más extensa que en mis trabajos anteriores”, expresa.
La historia podría ser sólo cruel, hasta que irrumpe el personaje de Zakharov (interpretado por Mark Edelstein), quien seduce a la protagonista con drogas y diversión, a expensas del dinero de sus padres.
Sean creó ese personaje para mostrar un problema que considera real en la sociedad actual: no querer dejar la niñez y la adolescencia.
“Zakharov es un chico atrapado en su inmadurez, simplemente un niño adulto. Y Mark lo entendió de inmediato y lo abordó de forma divertida. Es un joven que no quiere dejar atrás su dependencia, pero quiere tomar actos de responsabilidad, así que lo hace sin pensar en las consecuencias”, cuenta.
Esto termina afectando a Anora, una joven que se enamora y se casa. Ahí comienza la verdadera historia, que, al ser premiada en Cannes en mayo pasado, fue considerada una versión algo oscura de Mujer bonita, tan entretenida como el filme de 1990, pero con más profundidad.
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“Me gustan los personajes que no son sumisos ni callados, que pueden defenderse en una pelea y que pueden ser un poco agresivos y a veces bruscos; veía a Anora como alguien independiente, astuta en la calle pero, como todos nosotros, con una cierta vulnerabilidad”.
Para Baker, algo que aporta el elemento genuino de sus obras es no sólo retratar desde su entorno, sino desde sus experiencias.
“Trato de recopilar vivencias para poder aplicarlas a mis personajes. Incluso me veo un poco en Annie, tal vez en mi faceta de cineasta independiente. Me identifico con su lucha, y definitivamente no soy inmune a ser a veces inmaduro, como Zakharov”, asegura.