Ángeles Cruz sabe el secreto para que, cuando el reconocimiento internacional llegue, jamás pierda piso: trabajar por un año en beneficio de la comunidad, sin goce de sueldo.
Durante 2021, cuando su ópera prima “Nudo mixteco” ganó más de 10 premios en festivales de cine, como en San Francisco y Minneapolis, además de estar nominada en el de San Sebastián, la actriz y directora era parte de la autoridad en su comunidad de Villa Guadalupe Victoria, Oaxaca.
Allá, donde vive cuando no está en proyectos de cine o televisión, la actriz de “Tamara y la catarina” y “Pacientes” es alguien más, sin privilegio alguno.
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"Aquí todos me conocen, los niños, por supuesto, y de hecho no me dicen por mi nombre, sino por un apodo. El año pasado que estuve como parte de la autoridad hasta me veían yendo por clavos, cargando cosas, y eso ayuda mucho", considera vía remota desde ese lugar.
"Pero pasa también con mi familia, cuando pasa todo esto (premios y reconocimientos) sólo me dicen, ‘felicidades’ y que salude a mis amigas y compañeros, es todo, no hay más", agrega.
Villa Guadalupe Victoria tiene una población de 200 familias, lo que se traduce en menos de 500 personas, dice Ángeles.
Ella, quien está por comenzar su segunda película como realizadora y ahora está nominada por la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas, es alguien que demuestra que la infancia es destino.
Durante 16 años sólo tuvo acceso a una sola película, “El joven Juárez”, producida en 1954, que llevaba su padre, poseedor de un cine itinerante. Se aprendió cada uno de los planos y diálogos, pero aun así no sabía conscientemente que a eso se dedicaría.
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"Yo quería ser ingeniera agrónoma, ver lo de la tierra, sembrar árboles, cambiar la manera del cultivo, pero al llegar a la preparatoria todo cambió, dije, ‘ah caray, esto existe (la actuación)’.
"Claro que mis padres influyeron mucho, ellos hacían sus propios diálogos, ambos eran maestros. Un día mi mamá me provocó la peor vergüenza de mi vida porque, vestida con la ropa de mi papá, hizo diálogos con una maestra... y ahora me dedico a eso, a hacer personajes", dice divertida.
Lamenta que en varias comunidades de la República Mexicana falte acceso a la educación y celebra que paulatinamente se dé cabida a historias procedentes de las comunidades, lejos de las grandes ciudades.
"Nosotros tenemos nuestra cultura, nuestros propios modos de construir y reconstruir lo que ven nuestros ojos, lo que es terrible es la desigualdad respecto a la información y, no vamos a ocultarlo, vivimos en un país sumamente clasista, sumamente racista, con diferencias abismales en educación", subraya.
"Ahora somos muchas mujeres que estamos tratando de contar nuestras historias y espero que esa puerta que se ha abierto sea para reconocer el cine hecho en nuestras comunidades", concluye.
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