Larry King parecía el prototipo del periodista de la vieja escuela: un buen conversador, de esos que bien podrían verse en cafés entablando charlas largas, no necesariamente incisivas.
En realidad no lo era, detrás de esa actitud serena, de su figura encorvada y sus clásicos tirantes, se erigía un sobreviviente, alguien que se abrió al mundo con la destreza de la palabra bien colocada, el que hizo las preguntas que tuvieron respuesta. El tipo rudo, un badass.
¿O quién tiene el récord Guinness por el programa de mayor duración con el mismo presentador (25 años en CNN)? ¿Quién pudo entrevistar a los presidentes de EU desde Nixon a Obama, incluido Trump antes de ser mandatario? ¿Quién conversó con Frank Sinatra, Marlon Brando, Christopher Reeve, Hugo Chávez? ¿Con las y los protagonistas de las últimas seis décadas?
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Nada detuvo a King. Tuvo que ser bajo una gran pandemia mundial, la del Covid-19, aunada a sus 87 años. Sólo eso provocó su muerte ayer.
¿Cómo podría ser un presentador taciturno alguien que además tuvo siete matrimonios, ilimitadas deudas de juego y rumores de conexiones con la mafia? ¿El que, en 1971, fue arrestado por cargos de robo mayor (algo que fue desestimado porque había expirado, aunque el mismo Larry reconoció haber estafado con cheques sin fondos)?
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“Ninguna cosa que yo diga hoy va a enseñarme nada, por lo tanto, si quiero aprender algo, tengo que escuchar”, así pensaba el llamado rey del talk show.
Nacido en Brooklyn, Nueva York, en 1933 con el nombre de Lawrence Harvey Zeiger, Larry King será inigualable, un badass de la palabra, el periodismo y la vida.