El primer casting que hizo Adamari López en Televisa fue para la telenovela “Pueblo chico, infierno grande”, en donde iba a interpretar a la versión joven de Verónica Castro, papel con el que se quedó e incluso ya le estaban realizando el cambio de imagen, pero inesperadamente le dieron las gracias y la vetaron.
Lo que pasa es que al mismo tiempo en que estaba realizando estas pruebas se estaba transmitiendo en Azteca otro melodrama que hizo en su natal Puerto Rico, llamado “Tres destinos”, en donde salía Lucía Méndez, lo cual molestó a los ejecutivos de la televisora de San Ángel.
“Me quedé, me metieron al CEA para suavizar el acento puertorriqueño y de ahí empecé a hacer el cambio de color en el pelo, la imagen y cuando me están haciendo el contrato descubrieron que hice una novela que la estaban pasando por Azteca”, recordó durante la entrevista con Yordi.
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Emilio Azcárraga Milmo, quien fue dueño de Televisa, todavía vivía, recordó, así que le dijeron a López “muchas gracias por participar, pero me tenía que salir de la empresa”.
Dijo que estaba llorando a lágrima viva porque tenía el pie adentro y estaba lista para comenzar a trabajar. Estaba dentro del CEA estaba tomando los cursos cuando le dieron la noticia y le invitaron a retirarse de las instalaciones de Televisa.
“Me acompañaron, yo no entendía por qué era. Me sentí desilusionada y tristísima tratando de entender que las cosas no son para uno. Yo trabajaba como artista de telenovelas para Puerto Rico, me regresé a mi casa y años después cuando muere el señor Azcárraga sacan esas prohibiciones y me vuelven a llamar para otro casting y me vuelvo a quitar”.
Adamari López está por cumplir 53 años, quien indicó que se crió jugando en la calle con los vecinos y se bañaba con el hidrante de los bomberos; su madre era maestra y su padre tenía una mueblería y después una funeraria, por lo que eran conocidos por todo el pueblo.
“Mi papá era una de las cosas que más le enorgullecía, que le manejara el carro fúnebre, yo ya estaba en Televisa y yo tenía que ir a mi pueblo a manejar el carro fúnebre, si había un muerto, me tocaba, no importaba que yo estuviera en las mieles del éxito, para mi papá seguía siendo su hija.
De pequeña sí le impresionaba crecer en una funeraria, pero de grande ya se fue acostumbrando; sobre el tema de la incineración de cuerpos aclaró que es un asunto privado para las respectivas familias, así que aprendió a respetar ese proceso.
Entre las curiosidades que informó fue que no le gusta el chocolate, desde hace tres años que no ha dado un buen beso y desde chica fue muy mañosa, además de que se considera buena amiga.
“Si no me vienes a pedir consejo no lo doy, soy muy respetuosa, sería incapaz de algo que sienta que no me quieres compartir, igual cuando doy mi punto de vista… la vida la dirijo de una manera y tú de la tuya, porque también quiero que lo sean conmigo”.
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