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Una nueva tendencia se está dando en el cine mexicano: actrices y actores con trayectoria, están brincando a la dirección con cortometrajes recorriendo festivales internacionales o largos que han llegado a salas o se encuentran en posproducción.
Apenas el jueves pasado Ángeles Cruz estrenó su segunda película, Valentina o la serenidad y, en marzo, Osvaldo Benavides se “bautizó” detrás de cámaras con la comedia Noche de bodas, al lado de Ludwika Paleta, que contabilizó 600 mil asistentes.
Pero hay ahora cerca de una decena más de histriones que se encuentra en distintas fases con sus producciones.
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Daniel Giménez Cacho (Arráncame la vida), Ianis Guerrero (Club de Cuervos) y Tenoch Huerta (Black Panther: Wakanda forever) se encuentran en posproducción de sus respectivas cintas: Juana, un drama sobre una periodista; El cristo de Nogales (basada en novela homónima) y Tare, una historia que habla sobre la pérdida, respectivamente.
Al tiempo, Gabriela Cartol (La camarista) entregó su primer corto vía Procine, lo que daría pronta visualización en Cineteca Nacional, y Cristina Rodlo (Tengo que morir todas las noches), alista su debut con un drama.
Hoze Meléndez (Almacenados) recién disputó con su corto de ficción Ángel, el premio Ariel de la categoría, y Noé Hernández (Miss Bala) se encuentra en Shorts México.
En la lista también figura Luis Gerardo Méndez, que el mes pasado presentó Technoboys en la plataforma Netflix.
“Es un paso natural por la parte creativa, como actor se tiene claro lo que se va a hacer, pero a veces se necesita un poco más de aire y mostrar una voz que se reconoce como propia”, considera Ángeles Cruz, quien ya va en su segundo largometraje, tras Nudo mixteco.
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Hoze coincide, pues aprovechó un pequeño resquicio en el que no le llegaron ofertas de personajes que le interesaban, para contar la historia de una trabajadora sexual y un artista homosexual, que de inmediato fue acogido por festivales.
Ángel, título del trabajo, lo terminó protagonizando él mismo porque hay un desnudo frontal y los actores en quienes había pensado optaron por no hacerlo.
Lo complicado, explica, no fue ponerse frente a la cámara, sino ser quien tomara las decisiones en el cuarto de edición.
“Soy un actor que dirigió y que pretende seguir haciéndolo. Entiendo cómo piensa el actor y eso, creo, da una ventaja, pero estar sólo decidiendo qué quitar y dejar es difícil porque esas decisiones cambian todo”, expresa.
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Es la primera vez que tantos histriones coinciden en decir “cámara, acción” en México.
En la última década han existido atisbos de eso, con Eugenio Derbez y No se aceptan devoluciones; José María Yazpik con Polvo; Ana de la Reguera, quien dirigió un episodio en la serie Ana, así como Diego Luna y Gael García Bernal con Abel y Chicuarotes, respectivamente.
Pero no es algo nuevo, pues en la llamada época de oro un exponente del fenómeno fue Emilio Indio Fernández, director de 43 películas y actor en más de 90.
Como realizador obtuvo el Ariel por Río escondido y el Gran Premio de Cannes gracias a María Candelaria.
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Cartol (Pancho Villa: El Centauro del Norte) aprovechó sus 10 años dirigiendo actores en talleres y cursos, para ponerse detrás de Galilea, un corto sobre una chica de un Centro de Reinserción Social, a la que cambia la vida le llegada de una famosa.
“Ahora empatizo más con los directores”, dice bromista la actriz, “la dirección es difícil, pero también ver que (las películas) conecten con un público. Decía Lucrecia Martel (directora argentina, La ciénaga) que es casi un milagro y sí”.
Giménez Cacho, quien concluyó rodaje hace cuatro semanas, subraya que estar en la dirección de cine es como un niño con juguete nuevo. Ser conocido frente a la cámara y haber dirigido en teatro, dice, no le facilitó debutar en la realización de cine, pues fue casi un sexenio tratando de levantar Juana, su ópera prima.
“Hay esta sensación de que quieres abrir una puerta y se abre, las ideas que traes florecen y todo es bendecido. Ahora la cosa es contar las cosas fluidamente y no regarla”, comenta el actor.