México, dice Vanessa Bauche “es un país misógino, feminicida y machista, diría que hasta pedófilo, suena horrible, pero son enfermedades sociales y humanas que debemos reconocer para erradicarlas y que la autoridad entienda que esto (el reclamo) no se va a frenar, es un movimiento mundial vivo, más que nunca”.
La actriz en Amores perros y Rosario Tijeras lleva 20 años luchando por los derechos de las mujeres, pero desde niña vio cosas violentas de su padre hacia su mamá.
Coprodujo el documental Bajo Juaréz, la ciudad devorando a sus hijos, sobre los feminicidios y encarnó a la asesinada abogada en derechos humanos Digna Ochoa en Digna… hasta el último aliento, dirigida por Felipe Cazals.
En enero pasado propuso en un red nacional feminista el primer Paro Laboral Nacional de Mujeres que desembocó en el Un día sin nosotras del 9 de marzo.
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“Fui entendiendo que teníamos que pasar de la protesta a la propuesta”, comenta.
¿Cuando y en qué momento dijiste que había que pelear por esto?
Desde niña. Mi mamá, que era 16 años más chica que mi papá, siempre llevó ideas adelantadas para la época con relación a la paridad de género. Desgraciadamente se encontró con un hombre que a pesar de su preparación (era pasante de derecho en la UNAM y un gran artista) estaba hecho al sistema patriarcal en el que la mujer no se puede poner al tú por tú y eso trajo problemas
Vivimos uno o dos eventos violentos no contra mi hermano y yo sino contra mi mami y esa experiencia te hace sentir desde una niñez temprana qué tan normal o qué puedes hacer ante esos hechos.
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¿Llegaste a replicar esos modelos o los detectaste a nivel laboral?
Nunca hemos replicado nada porque desde chiquitos nos sentíamos amados y respetados. Lo más importante para la sobreviviente de la violencia es que sepa que se cree en ella. Soy sobreviviente de varios tipos de violencia, no solamente verbal, también económica, que al ser mujer te paguen menos por el mismo trabajo. Cuando esa normalización la he detectado o visto, siempre intento poner un alto, no todas las veces con éxito, pero puedo decir que ahora más que nunca hay varias empresas de medios audiovisuales, productoras, que están haciendo algo para prevenir violencias.
Pero hablamos de que eso pasa en las grandes ciudades, ¿qué ocurre en lugares donde, bajo el pretexto de usos y costumbres, se violenta a la mujer?
Sigue existiendo la violencia de género indígena de lo que poco o nada se dice, que responde a un sistema patriarcal donde el hombre, el cacique, tiene el derecho de pernada (tener noche íntima con una recién casada, virgen) que es un acto abominable, atroz, inaceptable. Y existe el miedo a romper el silencio, las mujeres que por programación milenaria creemos que no valemos lo mismo o nos puede ir peor si decimos basta.
¿Cuál ha sido el papel de la autoridad en el tema?
Hablamos de políticas públicas. Ahora se está trabajando muy fuerte por impulsar el 3 de 3 por violencia de género: cualquier funcionario público que aspire a un cargo debe tener un historial limpio. Varios colectivos feministas del Centro Nacional de Cultura de Paz (de la que es presidenta), trabajan en una red de inteligencia para acompañar y visualizar esto y en Guerrero acaban de presentar a un candidato como gobernador (Félix Salgado Macedonio) que trae una carpeta de averiguación por violación.
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Ahí es donde se tiene que comenzar a poner el ejemplo, en las políticas públicas de los tres poderes y que tienen que ver con tener talleres, protocolos, tomar nuevas masculinidades con perspectiva de género; en la impartición de justicia debería ser una obligación ya, una materia obligatoria para reformar y reactivar la empatía enquistada por años de una manera pervertida que le hace pensar a la gente que está bien ser machista.
¿Cómo afecta el entorno todo esto? Hoy parece que algunos sólo quieren verlo como una lucha entre mujeres y hombres.
No es una lucha de género, entre sexos, es una batalla que se ha dado milenariamente para respetar los derechos inalienables de las mujeres. Es increíble que debamos seguir pugnando por la legalidad de decidir sobre nuestros cuerpos, son los mismos argumentos que se usan hace 400 años. Parecería que llevamos esos años de rezagos en materia de género y derechos humanos.
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La crueldad, las violencias, el tema del dolor, el sadismo como entretenimiento está normalizado, eso nos convierte en bestias, no digo que animales porque se cuidan entre ellos. La violencia es común, pero no es normal. Cuando la humanidad desnormalice la violencia, el mundo conocerá la paz.