A tres décadas de cubrir el levantamiento del (EZLN), la periodista (Barcelona, 1967) regresa al país para presentar una reedición del libro "" (Sexto Piso, 2024), obra que construyó en las coberturas periodísticas que realizó en Chiapas en 1994, mientras era testigo de uno de los acontecimientos más relevantes del México contemporáneo.

La también escritora presentará el libro en Chiapas en las siguientes semanas, y se presentará el jueves 5 de septiembre en el Hay Festival Querétaro, para dar una charla sobre los 30 años del movimiento zapatista y las luchas sociales de las comunidades indígenas.

En entrevista, la periodista rememora el periodo que vivió en la Ciudad de México, época donde fue profesora de Escritura y Periodismo en la Universidad Autónoma Metropolitana de Xochimilco, y expresa que es relevante que las nuevas generaciones de periodistas se dediquen a ejercer esa profesión.

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¿Cómo te sientes de participar en el Hay Festival?

Emocionada porque es un revival, ya pasaron 30 años del nacimiento del EZLN.

Justo sobre los 30 años del zapatismo, ¿podemos hacer una evaluación o un corte de caja?

A 30 años, y recuperando la publicación de este libro, me doy cuenta que 1994 fue un año clave para México y para el mundo, fue un momento de inflexión de la imaginación de las izquierdas, de la posibilidad de una globalización diferente, fue un año que sacudió al mundo entero, y el epicentro de esa sacudida estuvo en Chiapas, México, de una forma absolutamente inesperada. Veníamos de las celebraciones de un mundo unipolar después de la caída del Muro de Berlín y de la celebración de una promesa de una globalización capitalista pero democrática. Lo que vimos es que desde el zapatismo, desde ese rincón del mundo, surgió una voz que dijo no, no es el final de la historia, que dijo que el mundo no estaba reconciliado, que todo era una brutalidad en el sistema neoliberal que estaba excluyendo a los pueblos originarios e indígenas. A la vez, el movimiento fue espejo de todas las personas que no encajaron en el modelo del 1%, de esa globalización neoliberal a favor de una casta económica, tanto las mujeres, jóvenes, colectivos más cristianos por la paz, las luchas por la diversidad sexual y las minorías, se reconocieron en el estallido de Chiapas, buscando en un mundo donde se pudiera vivir en democracia y con justicia y, claro, sin violencia y sin pobreza. Releer mi libro es recordar esa fuerza que se vivió en el 94.

¿El punto de partida del movimiento fue la injusticia?

Si, totalmente. La injusticia social de un sistema poscolonial. La clave de ello fue “nunca más un México sin nosotros”. La construcción del Estado-Nación de México borró del mapa a los pueblos originarios, y justo en el 94 aparece este gran reclamo, que gritaba no me quiero morir de enfermedades curables, que necesitamos techo y salud, justicia, democracia, dignidad. Se debe pensar el movimiento desde el abandono, la pobreza y la desigualdad más bestia. Además de la injusticia también fue la reivindicación de la diferencia cultural, jugaron esos dos ejes en el zapatismo, fue también esta búsqueda del reconocimiento, de la preservación de las costumbres.

Guiomar Rovira, escritora. 
Foto: EL UNIVERSAL / Hugo Salvador
Guiomar Rovira, escritora. Foto: EL UNIVERSAL / Hugo Salvador

Aunque se han hecho esfuerzos de los gobiernos por mirar al sureste, la injusticia sigue, ¿cómo lo evalúas?

Sigue la injusticia. Son 30 años de la construcción de un proyecto alternativo en Chiapas, de la idea de la autonomía, pero también son 30 años del desgaste de una estructura marxista leninista militar, todo esto en las condiciones de pobreza que existen en el sureste. Creo que ha habido muchos avances, las comunidades han logrado hacer mucho, pero la máquina de guerra, la criminalidad, el sistema mundial que lleva al nacimiento del crimen organizado, narco, crimen organizado, eso va más allá de México. Creo que el gobierno mexicano actual marca la diferencia, no hay represión contra los grupos armados, pero lo que sí hay es una incapacidad de ejercer el estado de derecho en zonas que van siendo invadidas por este crimen, que va más allá de la soberanía del estado. Todos sabemos que a partir de 2006 y a partir de la guerra contra el narco de Felipe Calderón vemos un arranque de procesos de violencia y de impunidad, la tragedia de México fue eso, no lograr detener la violencia ni la impunidad, como lo que sucedió en Ayotzinapa. La lógica capitalista del despojo está en marcha, es muy difícil pararla cuando hay una demanda brutal de estupefacientes en Estados Unidos. Se mueve tanto dinero en ese comercio ilegal, que forma parte de la estructura de la economía capitalista. ¿Cómo se puede detener eso? Creo que eso va más allá de la soberanía de los estados.

¿Qué papel tuvieron las mujeres en el EZLN?

Creo que en ese momento, cuando estaba cubriendo el levantamiento, no era feminista plenamente como lo soy ahora. Todo estaba muy abierto en ese momento. Me parecía increíble que hubiera mujeres en el movimiento. Había visto mujeres indígenas en San Cristóbal en gran pobreza, humilladas, con la mirada baja, y de repente me encontré a las Insurgentas, esas mujeres que te podían mirar e interpelar. Por eso dediqué una parte especial de mi cobertura a entrevistar a las mujeres del movimiento. Mientras el resto de periodistas iba a entrevistar al comisario ejidal, yo me iba con las mujeres, fui tomando sensibilidad y empatía con ellas. Y es que ahora creo que se puede explicar lo que pasó en Chiapas desde la vida cotidiana, desde esas mujeres que no sólo sostenían la rebelión, sino la esperanza de transformar sus vidas. En mi libro Mujeres de Maíz (Era) me dedico a rastrear más a estas mujeres.

¿En qué momento crees que está el movimiento?

Considero que está en un periodo de latencia. No sé si se mantiene, o hasta qué punto. Creo que el movimiento y el zapatismo forman parte de la larga resistencia y vida de las comunidades indígenas de este país. Ha habido diferentes periodos, sin embargo, creo que pasan por un momento difícil por la proliferación de grupos criminales y paramilitares. Es de una complejidad brutal. No se está diluyendo, pero está en latencia.

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melc

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