Dice el oscareado Guillermo del Toro que el estado natural de una película es que no se haga. Pero cuando logra concretarse la aventura, siempre hay miles historias detrás de ella que no salen a la luz pública, quedándose en el equipo de producción.
Ahora, aprovechando la próxima conmemoración del Día del Cine Mexicano, el jueves 15, te contamos algunas anécdotas que se han perdido en los anales de la historia y que bien valen la pena rescatar.
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Salma Hayek, Gael García Bernal y Jesús Ochoa fueron a inicios de este siglo los protagonistas de un primer intento de hacer “Arráncame la vida”, que por diversos factores no cuajó. Pasaron algunos años para que el director Roberto Sneider lograra el cometido, pero ahora con un reparto encabezado por Ana Claudia Talancón, José María de Tavira y Daniel Giménez Cacho. ¿Te imaginas a la primera propuesta, en lugar de los que terminaron por filmarla?.
El guión de la ópera prima de Alfonso Cuarón, que abordó el tema del VIH en tono de comedia, se escribió por completo mientras estaba el Mundial de Italia ’90. Carlos Cuarón, hermano del realizador, ha recordado que fueron semanas muy entretenidas entre ver futbol e imaginar los destinos del personaje central.
Para el personaje del indio que se enamora de una mujer de clase, Pedro Infante decidió utilizar huaraches rudimentarios que en los primeros días le sacaron sangre de las plantas de los pies, al estar en constante contacto con las cabezas de los clavos. Se los compró a un trabajador que conocía, quien se sorprendió cuando el ídolo de Guamúchil le propuso darle dinero por ellos.
La producción liderada por el director Rigoberto Castañeda estaba en un edificio del Centro Histórico de la Ciudad de México, cuando todos oyeron perfectamente a un niño llorar en escena. La cosa no podía creerse, pues se trataba de una escena con puros adultos en un hospital. Nunca supieron que fue, pero en lo que se conoce como Club de Periodistas, hay quien dice que por las noches se ven a niños jugar.
Ignacio López Tarso sufrió la película en varias ocasiones, debido al realismo que pedía el director Roberto Galvaldón. Si observa la primera escena de él caminando por las calle empedradas de Taxco, su rostro refleja dolor real porque realmente estaba cargando leña de árbol (y no de balsa, que era lo tradicional) y, en la secuencia en que come el pollo, tuvo que simular el estar hambriento, cuando apenas minutos antes había degustado su alimentación. ¿Tuvo náuseas?. Sí, muchas, pero todo sea por profesionalismo.
El equipo de producción estaba visitando probables locaciones en la Ciudad de México, cuando fue rodeado por un grupo de chavos con pistola en mano, que los despojaron de algunas cosas como una cadenita con cruz a Alejandro González Iñárritu. Mientras todos decían que se fueran de ahí, el realizador no sólo se empecinó en que ahí se tuvieran escenas, sino que ordenó contratar a los chavos como equipo de seguridad, pues serían los que mejor protegerían al sitio.
Por el puro título vecinos de Polanco, donde se filmó gran parte de la historia, pensaban que se trataba de una película XXX y querían correrlos de lugar. La producción luchaba para hacerles ver que no era así, pero justo cuando estaban en eso, se rodó la escena del personaje de Demian Bichir en la calle, corriendo desnudo de la parte trasera. Al final todo se aclaró.
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Parte de la película se filmó en el templo de una comunidad de Texcoco, en el Estado de México, y aunque Gael García Bernal ya había sido fenómeno mediático por “Amores perros”, eso no garantizó que toda la gente lo conociera. En algún momento salió vestido de sotana y algunas personas se dirigieron a él como “padre” y le pedían su bendición para seguir su camino.
En la película Damián Alcázar interpreta a un pordiosero que por estar en el momento y lugar más afortunado de su vida, es invitado para demostrar que el progreso económico siempre se puede y que los políticos era partícipes de ello. La cosa es que al actor le gustaba, en su etapa de harapos, agarrar una pequeña lata del personaje y así, caracterizado, se paraba en un conocido restaurante del Centro Histórico para pedir dinero, logrando que algunas personas le dieran alguna moneda y, otras, lo corrieran del lugar. Sólo era un experimento para ver qué tanto era creíble su vestimenta.
Esto no pasó en rodaje, pero si tiempo después. En los Estudios Churubusco permaneció por años el ataúd utilizado en la cinta de 1960 y cuando estaban acomodando el lugar, el objeto no podía moverse de lugar por su excesivo peso. Tuvieron que ser casi una decena de personas quienes pudieran trasladarlo y, al poderlo abrir, esperando encontrar piedras o algo metálico, lo único que hallaron fue el vacío. Nadie entendió qué había pasado y hoy sigue siendo leyenda entre las cosas misteriosas de los Estudios.
melc