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Con el avance de la guerra en Ucrania, Turquía ha pasado de ser aliado de Occidente a acercarse a Rusia, en lo que muchos califican como un juego a dos bandas.
Miembro de la OTAN y tradicional socio de Ucrania -a quien apoya en sus reclamaciones territoriales en Crimea y el Dombás- Ankara se posicionó con este bloque frente a Moscú al inicio de la invasión en febrero.
Su apoyo no fue solo político sino también militar: aportó a Kyiv drones Bayraktar TB2, que en los pasados meses han sido toda una pesadilla para el ejército ruso.
Sin embargo, no se unió al bloque occidental en las sanciones financieras a Rusia, país con el que incluso ha estrechado su cooperación económica.
Y, a inicios de este mes, el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, sorprendió al mundo al acusar a EE.UU. y la Unión Europea de aplicar una política de "provocación" contra Moscú.
También ensalzó a Rusia -proclamó, entre otras cosas, que "no se le debe subestimar"- y esta semana tiene previsto reunirse con su líder, Vladimir Putin.
Erdogan también ha reivindicado la política de "equilibrio", reafirmando con ello su nuevo rol de mediador en el conflicto.
"Usa la carta de Rusia en sus relaciones con EE.UU. y Occidente, porque sabe que para ellos Turquía es un aliado valioso, y también usa la carta de Occidente en sus relaciones con Rusia", define Kerim Has, analista político turco en Moscú especializado en las relaciones entre ambos países.
Esta estrategia a dos bandas, según algunos analistas, puede reportarle importantes beneficios económicos y políticos.
Dinero para mantener el poder
"Erdogan ama dos cosas: el poder y el dinero", indica Has en una entrevista con BBC Mundo.
El presidente turco, que gobierna el país desde hace dos décadas, ha visto caer su popularidad en el último año, marcado por una grave crisis económica.
La lira turca se ha desplomado a menos de la mitad de su valor en los últimos 12 meses, mientras la inflación se ha disparado por encima del 80%.
Y en junio de 2023 hay elecciones presidenciales, que podrían amenazar su continuidad tras más de 20 años en el poder.
"Antes de las elecciones Erdogan necesita mucho apoyo económico, financiero e inversiones del exterior", según el experto, para reanimar la economía del país y asegurar una reelección sin sobresaltos.
Y Rusia, por su parte, necesita un intermediario para sortear en la medida de lo posible las sanciones y dar salida a sus productos en los mercados mundiales.
"Turquía ha visto la oportunidad de convertirse en el centro comercial y logístico, así como el país puente de las relaciones económicas de Rusia con Occidente", apunta Has.
En este sentido, destaca que "muchas empresas occidentales que abandonaron el mercado ruso por las sanciones han abierto centros logísticos en Estambul para seguir vendiendo a Rusia".
Y viceversa: "Muchos empresarios rusos que comercian con países occidentales llevan sus centros logísticos y comerciales a Turquía".
Por otra parte, apunta, "todos los días vemos alguna empresa turca entrando en el mercado ruso para reemplazar a las compañías occidentales que se retiran".
Comercio, inversiones y gas
La guerra también ha disparado el comercio bilateral: las exportaciones de Turquía a Rusia aumentaron un 75% en julio en comparación con el mismo mes de 2021, según la oficina de estadística turca (Turk Stat).
En su reunión en Sochi (Rusia) a principios de agosto, Erdogan y Putin acordaron ampliar sus intercambios en materia de energía, transporte, finanzas, agricultura y turismo para alcanzar un volumen comercial de US$100.000 millones (un objetivo muy ambicioso, teniendo en cuenta que en 2021 los intercambios totalizaron US$33.000 millones).
Otro ejemplo del influjo monetario ruso en la economía turca es la transferencia de US$20.000 millones (una cantidad que muchos analistas consideran injustificadamente alta) de Rusia a Turquía para el proyecto en curso de la planta nuclear de Akkuyu, en el sur del país.
En el sector energético, Turquía también puede sacar provecho de la actual coyuntura.
El país mediterráneo, que obtiene de Rusia casi la mitad de sus importaciones de gas, ha pedido negociar un descuento en el precio, adelantó el propio Erdogan antes de su reunión con Putin.
Turquía ya se comprometió el mes pasado a pagar el gas ruso parcialmente en rublos y a introducir en el país el sistema de pago Mir, creado por el Banco Central de Rusia y competidor del internacional SWIFT.
Llevarse bien con Moscú también reporta ingresos a Turquía en el sector del turismo al ser un destino vacacional accesible para los rusos, y más desde de que la UE aumentara las restricciones para concederles visados.
Ya antes de que esto último sucediera, los viajes turísticos del país eslavo al otomano también se dispararon: 2,1 millones de visitantes en los primeros 7 meses del año, un 41% más que en el mismo periodo de 2021.
Protagonismo internacional
Para Daria Isachenko, analista del Instituto Alemán de Asuntos Internacionales y Seguridad, otra ventaja importante que obtiene Turquía de la confrontación entre Rusia y Occidente es "un impulso en el ámbito internacional", es decir, ganar protagonismo geopolítico gracias a su posicionamiento como mediador.
"Dos buenos ejemplos son las negociaciones entre las delegaciones rusa y ucraniana en marzo en Estambul, y el acuerdo de cereales en julio", indica a BBC Mundo.
Ese acuerdo, auspiciado por la ONU y Turquía, permitió la exportación de más de 20 millones de toneladas de grano ucraniano -que estaba bloqueado en los puertos del Mar Negro- para aliviar la creciente crisis alimentaria mundial.
Kerim Has cree que el papel de mediador de Turquía también reporta beneficios a Occidente.
"EE.UU., la UE y Reino Unido quieren mantener al menos un canal abierto con Rusia y para ellos es importante, incluso necesario, que las negociaciones se lleven a cabo en Estambul y no en Bielorrusia, Kazajstán u otros países de la esfera de Moscú".
Por otra parte, afirma, Erdogan busca usar su acercamiento a Rusia como una llamada de atención a sus aliados tradicionales occidentales.
"Quiere reafirmar su posición en las negociaciones con EE.UU. y otros países europeos en cuanto a asistencia financiera, diplomática y política a su mandato. Para él es importante sacarse la foto con los líderes occidentales", explica Has.
Esto es especialmente importante en un momento de frialdad en las relaciones de Ankara con EE.UU. y sus tradicionales aliados europeos por asuntos como el deterioro de la situación de los derechos humanos en Turquía o la cooperación de Washington con milicias kurdas en Siria los pasados años.
Una amistad limitada
Isachenko cree que, en cualquier caso, la estrategia de jugar a dos bandas tiene límites, sobre todo porque Turquía mantiene importantes conflictos de intereses con Rusia en el ámbito geopolítico.
"La expansión de Rusia en el Mar Negro sigue siendo una gran preocupación de seguridad para Turquía", indica.
Y considera que, por encima de la economía, la prioridad para Ankara es salvaguardar sus intereses geopolíticos, ya no solo en el Mar Negro sino también en Oriente Medio, en el Mediterráneo Oriental, el Egeo o el Cáucaso Meridional.
"Realmente no quiere ser un hermano pequeño de Rusia ni salir de la OTAN o del bloque occidental", afirma, por su parte, Has.
Por otro lado, llaman la atención las recientes críticas del presidente turco a EE.UU. y la UE por enviar armamento a Ucrania, cuando la propia Turquía ha suministrado a Kyiv drones y equipos para combatir a los invasores rusos.
"Esto podría explicarse por la diferencia en cómo a Turquía y Occidente les gustaría ver el resultado de esta guerra y, por lo tanto, es importante la calidad del armamento entregado a Ucrania", afirma Isachenko, en referencia a los sistemas HIMARS y similares que parecen estár decantando la contienda en favor de Kyiv.
"Una Rusia completamente derrotada puede no estar necesariamente en los intereses de Turquía, porque Ankara perdería uno de los polos de sus actos de equilibrio", concluye.