Nació un 20 de mayo de 1981, todavía bajo el signo de tauro, lo que le hizo poseedor de muchas virtudes: la lealtad, la tenacidad, el amor por el trabajo, la nobleza y la buena fortuna.

Vio la primera luz una blanca mañana (como si fuera una premonición) en Móstoles, un barrio de la periferia de Madrid.

Cuando contaba con apenas 16 años de edad, fue llamado por el director de la escuela en donde estudiaba para informarle que había sido convocado para viajar a Noruega para integrar la plantilla del Real Madrid, en un partido de la Champions para enfrentar al Rosenborg, actuando como suplente.

No pasó mucho tiempo para que se convirtiera en titular indiscutible bajo los palos de la portería merengue. Tampoco para que, al retiro de Raúl, fuera electo capitán por aclamación, lo que le permitió levantar con sus brazos (casi) todos los trofeos que puede ganar un futbolista en el balompié de élite: Liga, Copa del Rey, Champions, Euro; bueno, hasta la Copa del Mundo, cuando ‘La Furia’ española se coronó en Sudáfrica 2010.

Largo sería mencionar todo su palmarés, baste mencionar que fue considerado, por propios y extraños, durante varios años como el mejor portero del orbe, convirtiéndose en un icono, un referente y un histórico.

Cuestiones extra cancha, chismes de vecindad (aunados al infortunio de una lesión) conspiraron para que Mourinho lo relegara a la banca; para que después Florentino Pérez, le diera el tiro de gracia.

Desafortunadamente se ha vuelto una costumbre que merengues de cepa como: Hierro, Raúl, Guti, Del Bosque y hasta los mismísimos Hugo Sánchez y Alfredo DiStefano, terminen yéndose (inmerecidamente) por la puerta de atrás, lo que debe mover a la reflexión. ¿Cómo es posible que se olvide tan pronto toda la alegría y gloria que le proporcionaron a la institución? Con pesar debo reconocer que Íker Casillas, el personaje que hoy nos ocupa, corrió la misma suerte. Será tan extraño verlo saltar a la cancha con el Porto.

Mil veces portó el gafete, para quienes le profesamos admiración y respeto, lo llevará para siempre. Hasta luego, capitán ¡Muchas gracias! dejas un hueco difícil, por no decir imposible de llenar.

Por preocuparnos de los fines, nos hemos olvidado de los principios. Bueno sería recordarles a los madridistas que la gratitud es… la memoria del corazón.

ebrizio@hotmail.com

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