Las prioridades de la política exterior en las autocracias se fijan de acuerdo a los caprichos y veleidades del dictador, en tanto que en las democracias conforme a intereses nacionales objetivos y realistas, bien sean de carácter político, económico, militar, estratégicos, geopolíticos, territoriales, etc. En el caso de Estados Unidos y teniéndose como antecedente las alianzas concertadas en la primera y segunda guerras mundiales, durante la Guerra Fría esas prioridades fueron determinadas por la política de contención (containment) que definió quienes eran los enemigos y los amigos. Dicha política se hizo efectiva mediante una red global de acuerdos bilaterales y multilaterales de todo tipo, y de más de 800 bases militares que le dieron a EUA la supremacía mundial; gracias a lo cual obtuvo inmensos beneficios económicos. Esa realidad contrasta con la irrisoria retórica populista de Trump de victimizar a su país señalando que los demás se han aprovechado del “pobre e indefenso EUA”, cuando ha sido exactamente lo opuesto.

A pesar de los grandes cambios ocurridos con el fin del conflicto bipolar y del surgimiento de nuevas amenazas a la seguridad internacional, la ecuación no se alteró en lo sustancial. La nueva Rusia ya no fue el mortal enemigo de ayer, pero como continuó siendo un poderoso rival que amenaza a Europa, fue necesario mantener las viejas alianzas. Sin embargo, la ignorancia, miopía, demagogia y unilateralismo de Trump y de los oportunistas ideólogos que secuestraron la Casa Blanca, están minando ese basto entramado de coaliciones, la Alianza Atlántica, y todo el sistema internacional que el propio Estados Unidos creó desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. Los enemigos de Occidente se están regocijando de la estupidez geopolítica que están cometiendo.

La reciente reunión del G 20 en Hamburgo confirmó el creciente distanciamiento entre Washington y sus principales aliados, puesto que sus prioridades ya no responden a los intereses objetivos e históricos de EUA, sino a las ocurrencias del voluble Trump, al inepto asesoramiento de sus improvisados colaboradores (como su hija y yerno), y a quedar bien con su reducida base electoral de tan sólo un 25.5% como si representara al grueso de la nación o del planeta. Nadie pudo imaginar que un mandatario estadounidense trataría de socavar a la OTAN, que innecesariamente provocaría conflictos con los líderes de Alemania, Australia, Canadá, China, Italia, Qatar, México, de la OTAN, la Unión Europea, etc., combatiera el libre comercio que la propia superpotencia impulsó por años, eludiera la enorme responsabilidad de reducir el calentamiento global del que su nación es la principal causante, escogiera a Arabia Saudita (¿?) como el primer país que visitó, seleccionara a Polonia (¿?) para realizar su primera visita de Estado en Europa, que ridícula y demagógicamente declare que “países extranjeros se han vuelto ricos a expensas de EUA, y muchos intereses particulares se han beneficiado de ése gran robo global de riqueza estadounidense”, que halague al dictador Putin (con el que probablemente se coludió para ganar las elecciones incurriendo en un delito de alta traición), converse con él durante dos horas en Hamburgo para que después lo “chamaqué” pregonando en Rusia que lo convenció de que no hackeó dichas elecciones y con ello incremente su popularidad, etc. etc.

En síntesis, en su irreal mundo de enfermiza egolatría y narcisismo, Trump sigue creyendo que está manejando su propia empresa y que lo puede hacer a su antojo y conveniencia. Los peligros y riesgos de esa insensatez son enormes, no solo para los intereses, posición, prestigio y seguridad nacional de los EUA, sino para la estabilidad y la paz del sistema internacional. Frente a esa inquietante situación, corresponde a la sabiduría, sensatez, inteligencia y responsabilidad de los propios estadounidenses frenar el terrible deterioro que la posición de su país está sufriendo en el mundo, y también evitarle calamidades mayores a toda la comunidad internacional en su conjunto. Si nos preocupan las acciones y locuacidades de dictadores como Nicolás Maduro en Venezuela y de Kim Jong Un en Corea del Norte, mayormente debe alarmarnos la conducta errática, irracional, irresponsable, peligrosa y agresiva de quien, inexplicablemente, ocupa la Casa Blanca.


Internacionalista, embajador de carrera y académico.
 

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