La reciente rebelión soterrada al interior del PRI, que obligó a su dirigencia nacional a cambiar de última hora el nombramiento de José Murat al frente de la CNOP, para mandar al polémico ex gobernador de Oaxaca a la Fundación Colosio, es un fiel indicador de cómo arriba el viejo partido a sus 88 años de existencia. Desgastado, dividido, con un desánimo creciente entre su militancia y una crisis de liderazgo entre sus cuadros dirigentes, el priísmo, que apenas hace 5 años lucía como la poderosa “maquinaria electoral” resucitada y restaurada, y presumía, de la mano de Enrique Peña Nieto, de una entelequia autonombrada “Nuevo PRI”, hoy parece agotado y relegado a un histórico tercer lugar en las encuestas.

Ese es el contexto en que hoy el presidente Peña Nieto encabeza, en la explanada de la sede nacional priísta, un aniversario que, con arengas, intentará no sonar como exequias. La presencia de su jefe máximo, que también llega desgastado y convertido en un lastre que arrastra negativamente a la marca PRI, obligará al comportamiento institucional y disciplinado que caracteriza a los priístas, en un festejo convocado casi en secreto, con invitaciones tardías y discretas que apenas el jueves por la tarde comenzaron a enviarse a la selecta concurrencia de la cúpula priísta, como si en la dirigencia temieran protestas que empañen la discreta celebración.

Porque justo horas antes del evento de hoy, el dirigente nacional Enrique Ochoa Reza, tuvo que meter reversa a la decisión de nombrar a José Murat Casab como nuevo dirigente la Confederación Nacional de Organizaciones Populares. La llegada de Murat al sector popular desató una tormenta interna y externa que convulsionó al viejo partido.

Con todo y la cercanía personal y política que Ochoa tiene con Murat (por una beca económica que el entonces gobernador dio al joven estudiante de maestría, junto con alojamiento en un departamento de Nueva York que compartía con su hijo Alejandro Murat) la decisión de llevar al oaxaqueño a la CNOP no fue solo del dirigente priísta. Luis Vuidegaray, el secretario de Relaciones Exteriores, que funge como “jefe político” del presidente del PRI, fue quien decidió que las habilidades de operador electoral consumado de Murat —vulgo mapache en lenguaje priísta— eran necesarias por las difíciles elecciones del 4 de junio en el Edomex, Coahuila y Nayarit.

Pero la idea de Videgaray, apoyada por Peña Nieto e instrumentada por Ochoa, no fue bien recibida ni al interior del priísmo, ni en la opinión pública. Corrientes y figuras priístas cuestionaron la designación a través de cartas y mensajes al dirigente de su partido, mientras en columnas políticas criticaron al ex mandatario oaxaqueño. La rebelión soterrada que llevó a Enrique Ochoa a convocar a una reunión interna con su equipo y sus asesores más cercanos a finales de la semana pasada. “¿Cómo ven la decisión?”, preguntó el dirigente a sus asesores. “¿Tú que reacciones y comentarios has recibido?”, preguntó uno de los consejeros. Ochoa reconoció que había demasiados cuestionamientos y críticas al nombramiento entre dirigentes del partido que le habían expresado su opinión por diversas vías. Se analizaron entonces escenarios y salidas.

Gamboa, el “factotum” al rescate. La figura de Emilio Gamboa, convertida en factótum actual en el PRI, volvió a pesar y le dio a Enrique Ochoa una salida: Arturo Zamora, senador jalisciense cercano al líder senatorial, iría a la CNOP, mientras que a Murat se le daría una salida política mandándolo a la Fundación Colosio y a Hilda Flores al Organismo Nacional de Mujeres Priístas.

No fue esta la primera vez en que el grupo cercano de Peña Nieto intentó llevar a Murat a la CNOP. Durante la presidencia de Manlio Fabio Beltrones, desde Los Pinos le pidieron al sonorense habilitar al ex gobernador oaxaqueño como líder del sector popular, argumentando el “gran apoyo” y los servicios políticos que Murat Casab le prestó al Presidente al ser uno de los artífices del Pacto por México, que operó por su cercanía con Jesús Ortega, líder de Los Chuchos, y con Santiago Creel en el PAN, a principios del sexenio peñista. Beltrones se opuso a la petición y argumentó que el oaxaqueño provocaría polémica y cuestionamientos para el PRI.

Y esta vez, impulsado por Videgaray, aquel pronóstico se cumplió. Por eso el cambio obligado en el que el propio Murat, en un diálogo privado con Ochoa, aceptó declinar a su aspiración por la CNOP, para la que ya había iniciado reuniones por el país. A cambio aceptó la muy conveniente salida de ir a la Fundación Colosio, desde donde más que ideas o reflexiones, desplegará sus oficios electorales para apoyar al dirigente del PRI. Al mismo tiempo Ochoa confirmó el único nombramiento totalmente suyo que sí pudo concretar: la llegada de Claudia Ruiz Massieu, su amiga cercana y ex canciller, a la Secretaria General, tras la renuncia ayer de la incómoda Carolina Monroy, con la que el presidente del PRI tuvo una tensa relación.

Ayer Carolina recibió en las oficinas priístas a Ruiz Massieu y, con cordialidad política, le presentó al equipo de la Secretaría General y le hizo entrega del despacho. “¿Se va con algún resentimiento?”, le preguntaron la tarde de ayer los reporteros a la política mexiquense. “Yo no tengo ningún resentimiento. Son procesos, son ciclos que se cierran. Lo que estoy es agradecida”, dijo en su despedida Monroy del Mazo.

Resuelta la crisis de sus nombramientos —convenientemente definidos antes del evento de hoy en el que la presencia del Presidente acallará cualquier inconformidad interna que pudiera haber en el priísmo— Murat se convertirá en el nuevo ideólogo del PRI desde la Fundación Colosio, Gamboa retomará el control que ya ha tenido antes de la CNOP con Zamora, y Ochoa tendrá a una aliada en la Secretaría General, mientras que Claudia Ruiz Massieu, sin experiencia en operación partidista o electoral, es rehabilitada políticamente tras su abrupto despido de la Cancillería, en lo que muchos interpretan como la confirmación de la vigencia política del salinismo.

Así llegará el PRI hoy a sus 88 años: tratando de darse ánimos y de ocultar las grietas cada vez más evidentes en la fracturada unidad partidista. Juntos, el Presidente y su partido, se lamerán las heridas e intentarán mostrar una fortaleza aparente para enfrentar primero la difícil aduana de las elecciones locales de este año y luego una sucesión presidencial a la que llegarán en tercer lugar de las encuestas y con todos los pronósticos en contra. Con todo, nadie puede dar por muerto al viejo PRI. Los que cometieron el error de hacerlo después de su derrota histórica en el año 2000, después tuvieron que tragarse sus palabras. Con este dinosaurio, que hoy parece tocado, atravesado y herido de muerte por la lanza inocultable de la corrupción, todo puede suceder cuando se trata de mañas y operaciones políticas monetarias y fraudulentas. Pero eso no quita que, al menos mañana, la fiesta en el PRI tenga un inevitable tufo de funeral anticipado y deseado por muchos mexicanos.

Notas indiscretas… Cero y van tres para el jefe de Gobierno, Miguel Angel Mancera. El cese fulminante ayer de Leticia Quezada, subsecretaria de Gobierno, obedeció a las fotos que la captaron en una excesiva cercanía —política y corporal— con Andrés Manuel López Obrador, el jueves pasado, durante un mitin que encabezó el dirigente de Morena en Ecatepec con su candidata Delfina Gómez. Quezada también se retrató con José Ramón López, el hijo mayor de Andrés Manuel, y cuando esas imágenes llegaron ayer a la oficina del jefe de Gobierno, la instrucción a Patricia Mercado de pedirle su renuncia a la ex delegada en Magdalena Contreras fue inmediata. Apenas el martes el senador Miguel Barbosa había sorprendido no sólo al PRD, sino al Palacio del Ayuntamiento, con su sorpresivo viraje político al abandonar a Mancera —a quien le había profesado apoyo y convicción política— y expresar su apoyo a López Obrador, a quien hace unos meses tachaba de “infinito soberbio”. Antes Miguel Torruco tuvo que renunciar también a petición del jefe de Gobierno por su filia lopezobradorista. Conclusión: o a Mancera se le van los apoyos o tendría que revisar la situación de su proyecto a 2018… Y hablando de 2018 esta semana fue de aceleres y destapes en la carrera presidencial. El relanzamiento de Margarita Zavala, de la mano de su esposo el ex presidente Calderón, pareció agitar no sólo las aguas panistas, sino todo el ambiente sucesorio en el resto de los partidos. Porque tras el cambio de estrategia de Zavala, vino el pronunciamiento de Barbosa, la agitación en el PRD y los destapes reiterados de Graco Ramírez y Silvano Aureoles que, sin resolver del todo la situación en sus estados, vuelven a plantear su intención de buscar la candidatura perredista a la Presidencia. Incluso, esa fiebre de destapes llegó hasta Nuevo León, donde el gobernador Jaime Rodríguez El Bronco aprovechó la visita del Presidente para dejar correr la versión de una “negociación” de su candidatura independiente a 2018 con Peña Nieto, en la idea de que su postulación le serviría al PRI. El rumor, que soltó el secretario de Gobierno de Nuevo León, Manuel González, creció tanto que el mismo presidente Peña tuvo que desmentirlo después de su visita a la entidad norteña. “Hasta ahí nos quedaremos señor gobernador, en el apoyo a Nuevo León. Cualquier otra cosa de esas que se dicen por ahí, pues son especulaciones y afirmaciones que están fuera de lugar”, dijo el Presidente para acallar rumores, mientras que Jaime Rodríguez salió a decir que si decide o no ser candidato a la Presidencia, “no le voy a pedir permiso al Presidente”. Con tanto suspirante presidencial, con y sin méritos, ocurrentes y delirantes incluidos, ya hay quien propone una reforma para cambiar la letra del himno nacional e introducir esta nueva estrofa: “Un aspirante en cada hijo te dio”… Los dados cierran con Serpiente. Semana de contrastes.

sgarciasoto@hotmail.com

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