La nueva dinámica de la compleja relación México-Estados Unidos se inauguró ayer con el nuevo embate del presidente electo estadunidense, Donald Trump, y su conferencia de prensa “antimexicana”, que anunció el inicio inmediato de la construcción del muro en la frontera común, y reiteró que nuestro país pagará su construcción, ya sea vía impuestos o en pago directo, además de que reiteró su política agresiva para quitar inversiones automotrices a México para regresarlas a Estados Unidos porque, en su visión personal, los mexicanos nos hemos “aprovechado de su país”. La respuesta mexicana a Trump, cinco horas después de ese mensaje desde Nueva York, que volvió a tirar al peso, llegó en voz de Enrique Peña Nieto: “México no pagará por el muro… y rechaza cualquier intento de influir en decisiones de inversión de empresas con base en el miedo y amenazas”, respondió el Presidente.
Y aunque de ambos lados hubo guiños, Trump diciendo que “el gobierno de México ha sido muy agradable y lo respeto”, mientras Peña Nieto se decía abierto “a negociar con el nuevo gobierno americano” y a “impulsar una negociación abierta y completa en todos los temas de la relación bilateral”, el tono de los dos discursos, tanto el ataque del presidente electo como el revire del mandatario mexicano, marcaron el inicio de una dinámica de confrontación inevitable. Por más diálogo diplomático, mesas de negociación y mecanismos institucionales, el nacionalismo será el discurso predominante en política exterior, mientras que en la parte comercial, chocarán el proteccionismo agresivo de Trump contra la intención de la administración Peña de “defender las inversiones nacionales y extranjeras” que decidan venir al país.
Dos frases de los discursos de ayer en la Torre Trump y el Palacio Nacional ilustran claramente que la confrontación ya comenzó:
“No son negociables principios básicos como nuestra soberanía, el interés nacional y la protección de nuestros connacionales. Es evidente que tenemos algunas diferencias con el próximo gobierno de Estados Unidos como la construcción de un muro por el que México, por supuesto, no pagará”, dijo Peña Nieto frente a embajadores, cónsules, gobernadores y congresistas que aplaudieron el primer posicionamiento contundente del Presidente mexicano sobre las amenazas de Trump.
“No es una reja, es un muro (...) México, de alguna manera, y hay muchas, nos va a reembolsar el costo del muro. Va a pasar, ya sea mediante un impuesto o un pago. Un impuesto más probablemente, pero va a pasar… Ojalá el gobierno aquí fuera tan listo como el mexicano. Ellos tomaron iniciativas aprovechándose de Estados Unidos, y no los culpo, lo que digo es que no debimos permitir que sucediera… y no volverá a suceder”, advirtió Trump, quien a ocho días de tomar posesión delineó su política agresiva hacia México en materia migratoria y comercial.
Las especulaciones terminaron y los rounds de sombra también; a querer o no, el gobierno de Peña Nieto tendrá que asumir una posición de defensa en la que se avecina como una relación complicada y conflictiva, llena de golpes lanzados desde Washington, y que tendrán frenados o esquivados desde la Ciudad de México. Y no es que se quiera un ánimo belicista que a nadie conviene, sobre todo a nuestro país, pero la ingenuidad de quienes aún creían que con el señor Trump se podía ser “amigous” y que el imprevisible y controvertido candidato se moderaría al sentarse en el despacho oval —incluidos el presidente Peña y su aprendiz de canciller Luis Videgaray— ayer no tuvieron más remedio que subirse al ring y responder en el tono que marcó el vecino del norte. Se va a tener que pelear, con todos los instrumentos diplomáticos, internacionales, pero también políticos; pero ante todo con la dignidad y la soberanía como premisas. Pero se va a tener que pelear. No hay más; la historia nos enseña que cuando México bajó las manos, lo que vino fue la humillación y el despojo.
NOTAS INDISCRETAS… En esa nueva dinámica, ayer en el cónclave del cuerpo diplomático nacional, surgió una fuerte pregunta: ¿nombrará Videgaray nuevo embajador de México en Washington? El tema cobra especial relevancia porque, junto con el subsecretario de América del Norte, serán dos posiciones claves para la batalla-negociación que tendrá que librar la Cancillería. Si Sada es percibido como parte del paquete de la ex canciller Ruiz Massieu, el cambio será inevitable y Videgaray tendrá que pensar en un embajador que no sólo tenga cercanía con él, sino un perfil de “peso completo” con experiencia en los entretelones de Washington, que sea aguerrido y trabaje de tiempo completo para que, al tiempo que lo acompañe en el complicado proceso de negociación, su solo nombre sea todo un mensaje para Washington. Y ya se mencionan algunos nombres: desde Ildefonso Guajardo, hasta Luis de la Calle, Jaime Zabludovsky o Javier Treviño… Serpiente doble. Capicúa de los dados.
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