Hacia principios del año 2010 tuve oportunidad de preguntarle al entonces secretario de Educación, Alonso Lujambio, ¿por qué no impulsar a fondo una reforma educativa que profesionalizara el ingreso y la carrera de los maestros?

Respondió rápido porque la explicación la tenía meditada: “Desde esta oficina no se puede”. Tendría que mudarse a Los Pinos si quería emprenderla.

Más allá de su personal aspiración presidencial, Lujambio tenía razón: mientras Felipe Calderón fuera el jefe, nada iba a moverse sin el acuerdo de Elba Esther Gordillo.

El ex presidente estaba convencido de que su triunfo en 2006 tuvo que ver con la participación en las urnas de las huestes de La Maestra. Desde el primer día de su gobierno la trató como si le debiera un favor gordo.

Cuando Josefina Vázquez Mota, primera secretaria de Educación en su administración, optó por abrir conversaciones bilaterales con la disidencia del SNTE, la profesora montó en cólera y amenazó con la revolución que ocurriría si esa funcionaria osaba seguir menospreciando su autoridad.

Se celebró una reunión en Los Pinos para discutir el lugar que debía otorgarse a la aliada del presidente. En medios trascendió la conclusión: Elba Esther Gordillo era un problema de seguridad nacional.

Dada la crisis de violencia provocada por las organizaciones criminales, no podía sumarse otro elemento disrruptivo como una movilización de los maestros ligada a los intereses de La Maestra.

Vázquez Mota debió someterse al resultado de esa discusión, comandada entonces por Juan Camilo Mouriño y Ernesto Cordero, y lo mismo hizo tres años más tarde Alonso Lujambio, quien, sin enredos, asumió que necesitaba, él mismo, llegar a la Presidencia de la República para darle un caderazo a La Maestra.

Estas historias han merecido visita por parte de los legisladores ahora que la Comisión Permanente del Congreso invitó al secretario Emilio Chuayffet para discutir los avances de la reforma educativa.

El martes afirmó Javier Lozano, senador panista por el estado de Puebla: “Se necesita ser cínico y desmemoriado para echarnos la culpa de cosas que ocurrieron exactamente cuando ustedes (los priístas) estaban en la administración pública.”

De su lado los representantes del partido en el gobierno señalaron que no fueron ellos quienes colocaron al yerno de la profesora, Fernando González Sánchez, en la Subsecretaría de Educación Básica.

En estricto sentido ambas partes tienen razón: a Elba Esther Gordillo la encumbró Carlos Salinas de Gortari en el año de 1989 pero también la debilitó Ernesto Zedillo durante su mandato.

Igual es cierto que los dos presidentes panistas, Vicente Fox y Felipe Calderón, la convirtieron en una amiga privilegiada del régimen. Nunca antes la política educativa estuvo tan sometida a la voluntad del magisterio sindical como en sus respectivos mandatos.

A la luz de la reforma en materia educativa que está operando la administración actual, quedó evidenciada la exageración y también la ingenuidad de aquellos gobiernos panistas. Ya desde los primeros días de Calderón hubo quien, dentro de su gabinete, cuestionó la hipótesis de los votos que supuestamente el SNTE sumó al triunfo presidencial.

Pero lo más naif fue el argumento de que La Maestra significaba un problema de seguridad nacional. Hace ya más de dos años y medio que se le detuvo y encarceló y casi dos de que se aprobó la reforma educativa y, sin embargo, ninguna crisis gravísima sobrevino por ello.

Los dirigentes panistas se equivocaron al creer que para gobernar este país era fundamental sacrificar la reforma a la educación. Y la nación todavía se los demanda.

ZOOM: Es reflejo de aquella época suponer que las movilizaciones de la CNTE son un asunto de seguridad nacional. La reforma educativa está echada a andar y ya no hay villano que pueda ser utilizado como pretexto para descarrilarla.

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