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Infame. Frente a nuestros ojos han sido arrojados miles de millones de pesos a la basura. Nada tiene comparación. Ni Javier Duarte asociado con Humberto Moreira, Carlos Hank González y otros 350 políticos pillos habrían producido un fraude tan inmenso.
Por años el dinero dedicado a la educación sólo ha sido redituable para algunos que han hecho carrera con sus discursos demagógicos, mientras miles de burócratas y líderes sindicales se enriquecen a costa de los impuestos de la mayoría.
El martes se hicieron públicos los datos de la evaluación PISA 2015 que cada tres años se celebra en más de setenta naciones.
En México los resultados son indignantes: para matemáticas y ciencias 80 de cada 100 niños mexicanos obtuvieron una nota inferior al 6 sobre 10 y, en lectura, 76% está reprobado.
Esta evaluación dice que, durante la última década, la tendencia ha empeorado. Cuando Vicente Fox dejó la Presidencia de México, 81% de los niños de tercero de secundaria tenían menos de 6 de calificación en matemáticas. Para 2015 el porcentaje de reprobados saltó al 84%.
Durante el mismo periodo se redujo la cifra de alumnos que lograron obtener un 8, sobre 10. Pasó de 13 a 12%. En PISA prácticamente no hay niños mexicanos que obtengan una calificación por encima de esa nota.
Parecido sucede con las ciencias. Hace diez años 77% de los estudiantes recibieron un resultado inferior a 6. En contraste, hoy representan 82.2% los alumnos de tercero de secundaria que tienen calificaciones insatisfactorias. Durante la última década la cifra de reprobados en ciencias creció 2.1%.
En cuanto a la lectura, la gráfica de PISA para México parece el electrocardiograma de un muerto. Entre 2006 y 2015 prácticamente no se ha movido nada.
Atendiendo a estos números dan ganas de sacar a los hijos del sistema educativo para protegerlos del fraude al que están siendo sometidos. Y también de dejar de pagar más del 50% de nuestros impuestos, porque ese dinero se dedica a sostener el bodrio.
Con los resultados de PISA en la mano constatamos que tampoco las escuelas privadas resuelven. Son tanto o más mediocres que las públicas. Es falso que salgan bien evaluados los niños que pagan una colegiatura en comparación con aquellos que asisten a una escuela sostenida por el gobierno.
El problema es de fondo y radica en que las aulas del país —privadas y públicas— no están produciendo aprendizaje porque los ambientes docente, moral y pedagógico son adversos.
Mientras tanto, la autoridad política ha vuelto de la educación una bandera para merolicos y presuntuosos. Hay que poner un alto a la propaganda educativa que rezuma frivolidad por todos lados, y que casualmente intensificó su pauta en medios de comunicación la misma semana en que se hicieron públicas las evaluaciones de PISA.
Es ofensivo lo que hacen los funcionarios para ocultar la realidad. Ya basta de pedirnos paciencia. Resulta obvio que ni los hijos de nuestros hijos comerán los frutos del modelo y la reforma educativa recientes.
Hoy al país le queda una de dos opciones: o dejamos de aplicar la prueba PISA para desinflamar la indignación con la pomada de la ignorancia, o bien derrumbamos a la SEP y al SNTE —con todo lo que representan— para edificar desde cero un nuevo sistema educativo.
ZOOM: En 1992 Gilberto Guevara Niebla habló de la educación mexicana como la gran catástrofe silenciosa porque podían pasar muchos años antes de saber que los niños no habían aprendido nada en las aulas. La única diferencia hoy es que esa misma catástrofe es en extremo escandalosa.
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