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#LaVozDeLosExpertos
Estas primeras semanas del 2017 han sido agitadas y algo dolorosas en varios sentidos. Empezamos a ver posturas, movimientos y tratamos de encontrar nuestro lugar en el mapa, un mapa que probablemente cambie, pero que estábamos acostumbrados a ver como un logro de la humanidad y la sociedad de la posguerra.
Un amigo comentaba que los millennials comprueban cada vez más que la historia de la humanidad inició el día que ellos nacieron y no hay pasado si no fue algo que vivieron ellos. No concuerdo con su visión, pero sí he visto ese patrón repetirse en algunos círculos de gente joven. Es importante recordar nuestro pasado para mejorar nuestro presente y tal vez romper el círculo vicioso del futuro, pero antes tenemos que entender ciertas cosas que no pasaban en el pasado y no terminamos de comprender en el presente.
Cuando iba a la escuela había algo llamado monografías y mapamundis. Básicamente una casa editorial tomaba la responsabilidad de publicar e imprimir la representación gráfica del mundo, y en ciertas ocasiones de la historia y de algunos personajes históricos. Las monografías eran revisadas por expertos en la materia, gente dedicada a la historia, la geografía y, sí, con títulos como el de bibliotecario, probablemente los expertos que generaron metodologías que permitieron educar al algoritmo de Google.
En la actualidad tenemos redes de gente conocedora, en algunos casos algunos publican su título profesional o nobiliario, en otros simplemente se justifican con una gran cantidad de ediciones realizadas en Wikipedia, foros de discusión o plataformas de mapeo. Si bien el mundo se encuentra en constante cambio y hay territorios en conflicto y fronteras en discusión, las plataformas tratan de representar esto de forma global ajenos a susceptibilidades locales, aunque en algunos momentos estas susceptibilidades llegan a los mapas.
Durante estos días hemos visto que la residencia oficial de Los Pinos fue representada con el nombre “residencia oficial de la corrupción” y la cámara de diputados como “Palacio de la Ratería” y al senado lo denominaron como “deplorable”. Nada de esto es un hackeo, ni un hijackeo, esto es la demostración de la colaboración y, en cierto sentido claro, que hay más de una persona que opina que es correcto realizar estas ediciones. Nadie hackea Google Maps, nadie hace hijack de los servidores de Google Maps para que aparezca esto, la comunidad propone cambios y la comunidad aprueba cambios que pueden mejorar, o no, la información en el mapa que se muestra.
Hay dos líneas aquí: la técnica y la social. Es claro que un grupo de personas, que no son toda la comunidad que realiza ediciones para mejorar los mapas, tiene un descontento con ciertas instituciones. Es así porque si fueran grandes entusiastas del trabajo de sus representantes podrían haber puesto: “residencia oficial del bienestar”, “cámara de dedicados y desinteresados representantes” para finalizar poniendo H mayúscula al “Honorable Congreso”. Pero no pasa porque todos sabemos que hay un descontento y este se refleja tanto en las calles como en Internet.
Aclaro que no es fácil tener una edición de Google Maps aprobada, y mucho menos ahora que termina la vida de Map Maker. Ahora sólo los mejores Local Guides de Google podrán “mejorar” los mapas gracias a su calificación, lo que también permite un mejor control de las ediciones recomendadas. Por ejemplo yo llevo cuatro semanas intentando cambiar la dirección de un negocio y ha sido un proceso arduo y largo. Así que no creamos que son ediciones que pasan de inmediato y recordemos que es un proceso que se realiza en comunidad, sin intervención del dueño de la plataforma, pero sí en su plataforma, que es para muchos una fuente de información fidedigna.