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Si la fuga de Joaquín El Chapo Guzmán fue un bofetón en el rostro del gobierno federal —por los escandalosos niveles de corrupción en penales de alta seguridad—, los “colgados” y asesinados en la capital del país son un jalón de orejas al gobierno del Distrito Federal, sobre la podredumbre que impera en las escuelas del crimen; las cárceles.
Y es que todos lo saben pero todos lo niegan: todas las instituciones del GDF encargadas de impartir y procurar justicia y los responsables de los derechos humanos saben que las cárceles son la principal fuente del crimen organizado; todos solapan el inframundo y el perverso negocio de la denigración humana que se vive en las cárceles mexicanas; sean municipales, estatales o federales; sean de mediana o alta seguridad.
¿Y dónde está la CNDH; las comisiones estatales de Derechos Humanos, las ONG, los partidos, los preocupados por los crímenes de los 43? A nadie importa hablar del infierno de las prisiones, porque atender ese infierno no es negocio político, tampoco genera renta política y menos ofrece ganancia electorera.
Impune Comandante Cano. Luego de la aparición de cuerpos en el DF, uno tenía un mensaje dirigido a Miguel Ángel Mancera que llevó a la conclusión de que la línea de investigación es el ajuste de cuentas por los negocios criminales que se manejan al interior del Reclusorio Oriente. Y es que uno de los asesinados tenía una cartulina donde se mencionaba al Comandante Cano como presunto jefe criminal al interior del penal.
Una fuente que pidió anonimato señaló a Raúl Cano Escalera, mejor conocido como El Comandante Cano, como el jefe de los funcionarios públicos que regentea los negocios sucios, a cambio de permitir extorsiones, ingreso de droga y tráfico de personas. Cano recibe de 25 a 30 por ciento de lo que “ganan” las mafias por la extorsión telefónica, renteo, distribución de droga y demás delitos al interior del penal.
Y es que a pesar de los bloqueadores que el GDF colocó en 2010, los grupos criminales mantienen acceso a teléfonos celulares por los que pagan cinco mil pesos a la semana, mientras que tres o cuatro hojas de la Sección Amarilla se cotizan entre tres mil y cuatro mil pesos, detalló la fuente. La disputa por el negocio —que genera decenas de millones de pesos mensuales—, desató una guerra en la que quedó en medio El comandante Cano, a quien luego de los mensajes macabros el GDF dijo que “lo mandaron de vacaciones”.
El negocio más rentable es el de la droga. Según la misma fuente, reclusorios como el Oriente, son verdaderas bodegas de droga, armas y de productos robados. Negocio de servidores públicos.
Pagar hasta por respirar. Y el infierno se da al entrar al reclusorio, en donde existen tres diferentes costos de la fagina —limpieza de baños—, dependiendo del lugar donde esté el interno. Los recién llegados que no tienen dinero tienen que limpiar de manera forzosa. Para evitar esta limpieza se tienen que pagar entre tres y cinco mil pesos. En el área de clasificación piden cinco mil pesos, mientras que en el área denominada de población hay fagina de bajo costo.
La visita familiar es la visita del terror. Para visitar familiares o amigos pagan “colaboraciones” de cinco y diez pesos por pasar comida. A los reos se les cobra “la tabla” de cien pesos, como un derecho para bajar a ver a su familia. También se les cobra la “estafeteada” en diez pesos, que es un interno que se encarga de bajar y subir a las visitas. El costo de la mesa es de 50 pesos con dos bancos, cada banco adicional son diez pesos más. Como la comida es precaria e insalubre, existen dormitorios acondicionados como fondas o puestos. Una hamburguesa puede costar entre 50 y 60 pesos, mientras que una comida corrida 70 pesos.
Si bien no está permitido el celular dentro de los reclusorios, hay quienes pueden meter uno para su uso personal. El costo de un celular es de 10 mil pesos, además de pagar una cuota semanal que va de mil a mil quinientos pesos. Para los que gustan de ver la televisión, existe renta de televisores. En el área de ingresos esto puede costar mil pesos a la semana, mientras que en población, cerca de 120 pesos.
Para los que quieren protección se puede conseguir, de acuerdo con el edificio de estancia. Los internos saben quiénes tienen dinero, es por eso que algunos no pagan nada, pero a los que tienen posibilidad económica les piden cerca de 20 mil pesos. En el área de población, para protegerse se pueden contratar internos —una especie de guaruras en prisión—, y se les paga el día y la comida, al menos mil pesos cada uno.
En los reclusorios se hacen tres pases de lista diarias, pero si un interno no quiere bajar al pase de lista no hay problema, paga para que la pasen en su celda. En ingresos la primera lista del día cuesta diez pesos, cinco la del medio día y cinco la de la tarde-noche.
En el área de ingreso existe un “apando” que a las ocho de la noche cierra con candado. Para evitarlo y quedarse unas horas más en el pasillo, pueden pagar cien pesos por estancia. En algunas celdas viven hasta 20 personas en 12 metros cuadrados. Los lugares para domir cuestan entre 20 y 30 pesos. Los presos sin dinero duermen amarrados en los barrotes; en posiciones de cristo o estaca, según sea el espacio. Otros cuelgan del techo.
Reclusorio Sur; el río. Otra fuente reveló que el Reclusorio Sur es cruzado por un potente río; un río de dinero que produce el cobro por todo; negocios del director y toda la cadena de mando. El negocio de drogas lo controlan los grupos más peligrosos, pero el preso común tiene su puesto ambulante. El negocio empieza con el abasto a las bodegas de víveres, de ahí se distribuye a todos los “changarros que hay en todos los dormitorios, en todos los anexos, en todas las áreas de visita”. Lo que sobra, que no se vende o debía tirarse, es para el “rancho”, la comida de los internos pobres. En los puestos ambulantes hay de todo; huevo, aceite, frijoles, papel higiénico, suavizante de ropa, fruta, puestos de café, sopas instantáneas, té, cuernitos, barras de chocolate, leche, verduras, atún en lata. “Los paquetes de salchicha son cotizadísimos, las barras de jamón, mortadela, latas de verduras, algunas importadas, como el filete tipo blanco de Nilo”, relató la fuente. El negocio es de los directores y administradores del reclusorio. Si bien los familiares tienen derecho de llevar comida, en ocasiones eso se vuelve todo un calvario, pues para que pasen sin problema hay que darle su moche a los vigilantes.
¿Y el GDF? ¿Y la CNDH? ¿Y la CDHDF?
A nadie importa. Al tiempo.
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