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La política local y los políticos mexicanos suelen incurrir en ridículos que —al final de cuentas— los pintan de cuerpo completo.
El mejor ejemplo lo vimos y vivimos el pasado miércoles cuando, en medio de rabieta digna de infantes de preescolar, los jefes del PAN y del PRD —Ricardo Anaya y Carlos Navarrete, respectivamente— decidieron no asistir al mensaje por el Tercer Informe de Enrique Peña Nieto. En cambio siguieron el camino de lanzar escupitajos —junto con sapos y serpientes— al gobierno federal.
Está claro que el púber de los azules y el aniñado veterano de los amarillos despotrican niñerías porque tratan de llamar la atención a la gradería de sus seguidores y simpatizantes. ¿Por qué? Porque el PAN y el PRD buscan aparecer como críticos duros del gobierno de Peña Nieto; críticos que no son y no han sido en los primeros tres años de la gestión del mexiquense.
Dicho de otro modo, que Ricardo Anaya y Carlos Navarrete pretenden mostrar a sus electores que serán inflexibles ante el PRI y el gobierno de Peña; gobierno al que enseñan la lengua, al tiempo que se llevan la pelota con la que jugaron alegremente en los tres primeros años del gobierno federal. Hoy, por estrategia político-electoral, ya no quieren jugar el juego “de las alianzas calientes” con Enrique Peña Nieto.
Pero además, el PAN y el PRD creen que la descortesía política y la grosería abierta son sinónimo de la dureza opositora, de la crítica al adversario o, de plano, creen que la sociedad los verá como opositores hostiles y sistémicos al corrupto y nada eficiente gobierno de Enrique Peña Nieto.
Por eso los jefes del PAN y el PRD no acudieron al Tercer Informe. Por eso el cambio de imagen de azules y amarillos ante el electorado —y, sobre todo, ante la urgencia de recuperar confianza y votos—; y por eso descalificaron sin más al gobierno con el que alegres pactaron las grandes reformas y con el que caminaron juntos durante tres años.
PAN y PRD: van por candidato de unidad para 2018. ¿Pero qué hay de fondo en la estrategia siamesa —idéntica— adoptada por el PAN y el PRD? ¿Por qué la derecha y la izquierda mexicana decidieron dar la espalda al PRI y el gobierno de Peña Nieto? La respuesta es elemental.
Por extraño que parezca y por ridículo que resulte, el PAN y el PRD pretenden una alianza electoral para 2018. ¿Y por qué una alianza contranatura en la contienda presidencial? Porque saben que no llegarán lejos si compiten por separado en esa elección presidencial de 2018.
Por eso, desde hoy y durante los próximos tres años, veremos tanto a los azules como a los amarillos en abierta campaña contra todo lo que sea o suene a PRI y contra todo aquello que parezca o se llame Enrique Peña Nieto.
Y es que —por motivos político-electorales—, hoy la divisa más rentable del PRD y del PAN es debilitar al gobierno de Enrique Peña y tratar de exhibir al PRI como el peor partido de su historia; descrédito que —sin duda—, no les costará ningún trabajo.
Y es que luego de la elección intermedia de junio pasado, el PAN y el PRD entendieron que no tienen nada que hacer frente a un PRI que se llevó la tajada del león.
Por eso, a nadie debe sorprender que los dirigentes del PAN y del PRD ya estén explorando la eventualidad de pactar una alianza político-electoral, con la finalidad de ser competitivos en la elección federal de 2018.
Y si bien hoy nadie sabe si prosperará o no la potencial alianza entre azules y amarillos para 2018, lo que sí se sabe es que el PRI parece invencible en por lo menos 80% de las entidades del país. Dicho de otro modo, que el PAN y el PRD, por separado, no ganan ni en la casilla de sus dirigentes.
AMLO: ¿es el verdadero opositor? Pero lo curioso es que mientras el PAN y el PRD dan la espalda al gobierno de Peña Nieto —y mientras lanzan escupitajos a su Tercer Informe—, el propio Presidente coloca a los azules y amarillos en calidad de derrotados para la presidencial de 2018. Es decir, manda el mensaje de que PAN y PRD no preocupan al PRI y tampoco a su gobierno ya que son poca cosa para la presidencial de 2018.
Pero el mensaje es propio de “la caja china”; propio de un mensaje de doble fondo. ¿Por qué?
Porque tienen razón los que señalan que el Presidente encumbra a Andrés Manuel López Obrador cuando dijo que el populismo es el enemigo número uno de los mexicanos y cuando advirtió del peligro de votar por populistas mesiánicos como AMLO.
Sí, el mensaje del Presidente es que el único adversario del PRI y de su gobierno para 2018 se llama Andrés Manuel López Obrador, dueño de Morena.
Peña Nieto, engaña con la verdad. Pero en el fondo, Enrique Peña Nieto está haciendo su propio juego político rumbo a 2018. Y ese juego se llama “divide y vencerás”. Y la estrategia seguida por el Presidente es conocida como “engañar con la verdad”. ¿Lo dudan?
¿Por qué razón Peña Nieto empoderó a AMLO en el mensaje de su Tercer Informe? Dicen desconcertados muchos “analistas” que Peña Nieto en realidad hizo crecer a AMLO y a su partido, Morena, al colocar —por segunda ocasión en un par de meses— al populismo como el verdadero peligro para México. Y dicen más; que Peña Nieto cometió uno de los más graves errores de su gestión.
Lo que no han visto esos “analistas” es que la división perfecta para garantizar el triunfo del PRI en 2018 es hacer crecer a Morena y alejar a AMLO de la potencial alianza PAN-PRD.
Dicho de otro modo, que si se concreta la alianza PAN-PRD en 2018, el mejor antídoto para debilitar a ese pacto contranatura se encuentra en el fortalecimiento de Morena. Es decir, la elección presidencial se resolverá entre tres tercios; el PRI y sus aliados, la alianza PAN-PRD y, en solitario, Morena. Y en ese escenario el PRI resultará ganancioso.
Y si aún tienen dudas de que AMLO y Morena harán el trabajo sucio al PRI en 2018, basta recordar que gracias a AMLO y a la naciente Morena, Peña Nieto es presidente de los mexicanos. Nadie debe olvidar que López Obrador es el símbolo del pragmatismo; que es capaz de aliarse con Dios y con el diablo —o de traicionar a Dios y al diablo—, con tal de alcanzar el poder.
Así pues, queda claro que el empoderamiento de AMLO y de Morena por parte de Enrique Peña Nieto, no fue un error y menos un tropiezo. Se trató de la respuesta a la potencial alianza PRD-PAN y a la necesidad estratégica del gobierno federal de que AMLO y Morena sean no el niño travieso de la cuadra sino “el padrote” capaz de robar las novias al PAN y al PRD. ¿Lo dudan? Al tiempo.
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