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Muchos criticaron las apariciones públicas de Angélica Rivera en la reciente visita del Papa a México. Que si el video donde Luis Videgaray escatima el saludo a la primera dama, que si el vestido claro, en contraste con el blanco de Francisco, que si…
Pocos vieron que uno de los momentos más emotivos y que arrancó una lágrima del obispo de Roma fue la visita al Hospital Infantil de México Federico Gómez, evento que coordinó y en el que se empeñó directamente la señora de Peña. Más aún, en el itinerario original de la visita del Papa no aparecía la visita al hospital.
Pero resulta que desde el inicio del gobierno federal, Angélica Rivera dedica buena parte de su atención como primera dama al Federico Gómez, en particular a los enfermos de cáncer. Y es que el nosocomio es referente de la atención infantil en México, en donde el 70% de los atendidos proceden del resto de los estados del país; se brindan seis mil consultas y tres mil cirugías de alta especialidad al año y se atienden 14 especialidades médicas.
Cada día el hospital recibe a un niño enfermo de cáncer. El 80% de los niños recuperan la salud. El cáncer es la segunda causa de muerte en niños entre cinco y catorce años en México.
Por eso, desde que la señora Rivera conoció el hospital y el drama cotidiano de sus pacientes, sus visitas fueron en aumento, girando instrucciones para ampliar y remozar las instalaciones. Un día salió del hospital y vio a padres de niños durmiendo en la calle. Buscó información sobre el propietario del predio contiguo —que era Banorte—, gestionó la donación del terreno y la construcción de un albergue con 50 habitaciones para los padres que dormían a la intemperie. Hoy tienen dónde hospedarse, cerca de sus hijos.
A pocos días de que se confirmó que el papa Francisco visitaría México, la señora Rivera visitó el hospital y durante un recorrido donde son atendidos los niños diagnosticados con cáncer terminal, uno de ellos llamó su atención, junto con la enfermera que la acompañaba. “¡Quiero ver al papa Francisco, para que le diga a Dios que me reciba en el cielo...!”.
“¡Te voy a traer al Papa!”, prometió la señora Peña.
Desde entonces la señora Rivera —a quien conocen en el hospital como Gaviota o Angie—, dedicó todo su tiempo a esa empresa; metió el tema a la agenda vaticana, coordinó directamente los detalles, encabezó reuniones y fue la anfitriona. El Papa fue recibido por 33 niños enfermos de cáncer, acompañados por uno de sus padres.
El drama impactó a Francisco de tal manera que, en privado, recibió en la nunciatura a seis de esos niños, con diagnóstico de cáncer terminal; uno de ellos el que pidió a Francisco “que le diga a Dios que me reciba en el cielo”.
Otro momento conmovedor fue cuando Alexia Garduño arrancó lágrimas de la concurrencia al cantar a capela el Ave María de Schubert. Alexia no es paciente del Hospital Infantil. Es atendida en un hospital privado, pero a causa de su quebrantada salud, sus padres hicieron todo para que pudiera ver al Papa, “en espera de un milagro”. La señora Rivera hizo posible que viera y cantara al Papa. Al día siguiente de que cantó el Ave María, Alexia debió ser internada a causa del esfuerzo y en preparación de una operación en Houston.
El lugar preferido de los niños del Hospital Infantil es la Ludoteca, en donde pende la campana que se hace sonar cuando uno de los niños sale del hospital curado, definitivamente. Algunos como Luz Elena escuchan la campana, luego de 120 quimioterapias. Otros no lo logran. Todos esperan un milagro.
Al tiempo.
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