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A un mes de la recaptura de Joaquín Guzmán Loera, El Chapo —que se cumplió el pasado lunes—, no terminan los “milagros” que, a querer o no, se acreditan directamente al narcotraficante.
Milagros como el hecho de que a un mes de su recaptura, el criminal más buscado aún está con vida y en una cárcel mexicana. Y es que, hasta antes de la reaprehensión, eran tres las apuestas por las que se pagaba caro: que no sería capturado con vida, que sería extraditado a Estados Unidos de inmediato y que, en una cárcel mexicana, sería víctima de un atentado. A un mes, ni extradición, ni muerte y menos atentado.
Milagros como el de la PGR que, de manera impensable, fue capaz de iniciar un juicio político contra la madre del más pequeño hijo de El Chapo, la señora Lucero Sánchez, quien al mismo tiempo es diputada al Congreso de Sinaloa. Se espera que pronto sea desaforada y llevada a juicio.
Y es un milagro porque abundan ejemplos de impunidad en casos de complicidad entre narcotráfico y política. Si no lo recuerdan basta un ejercicio elemental de memoria para tener presente la grosera complicidad del PRD al momento de hacer diputado a Julio César Godoy Toscano. Entonces nadie se atrevió al desafuero.
Milagros como la indagatoria iniciada tanto en México como en Estados Unidos —en torno a la presunta complicidad de la señora Kate del Castillo con El Chapo—, en delitos como el lavado de dinero.
Y es milagroso porque en muchos casos —como el del “campeón” de box— los “famosos” y “populares” creen ser no sólo superiores en la moral y la ética, sino que alardean de impunidad a toda pruebas. Y es mayor el milagro cuando abundan los “famosos” del espectáculo, farándula, deporte y hasta de la política, atrapados por la seducción del poder del crimen y los criminales.
Y acaso el mayor milagro de El Chapo es la confirmación de que sigue fuerte y vigorosa —y en pleno crecimiento—, la “legión de idiotas”; los mismos que a través de redes sociales siembran odio, creen y estimulan disparatadas versiones sobre sus objetos de odio y hasta linchan a todo aquel que se atreve a cuestionar su verdad delirante y mesiánica.
Y, a poco más de un mes de la recaptura de El Chapo, sigue el enojo de muchos ciudadanos que aplaudieron la fuga —que apuestan al fracaso de los gobiernos del PAN y del PRI— y que inventaron fantasiosas historias para negar el éxito de la recaptura; delirio que supone que el federal es una suerte de gobierno con súper poderes.
Pero en el otro extremo, el del papa Francisco, los milagros de la fe no se quedan atrás. Y no, no hablamos sólo de la rehabilitación de plazas públicas de calles y hasta cárceles. Tampoco del milagro en Chiapas, en donde el gobernador dispuso un hospital completo para el Papa, lo que de llegar a oídos del Santo Padre sin duda provocará enojo.
No, el verdadero milagro es que Francisco derribó parte de la historia mexicana; acabó con el Estado laico y puso de rodillas a jacobinos de la llamada izquierda mexicana; hipócritas que medran con la bandera de Juárez pero pagan costosas indulgencias para obtener la gracia papal… ¡y claro! los votos de esa inversión.
Y el milagro mayor se produjo en la capital del aborto, en la ciudad de los matrimonios entre personas del mismo sexo y en donde es legal que parejas gay puedan adoptar hijos. En esa ciudad “del pecado”, el papa Francisco recibirá las llaves de la ciudad.
El milagro de la doble moral, el milagro del dinero público que paga el culto al jefe católico. ¡México, siempre fiel!
Al tiempo.
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