Pocos han atendido uno de los fenómenos político-electorales que en el nada lejano 2018 pudieran cambiar de manera radical el futuro del Distrito Federal.

Nos referimos al reacomodo de fuerzas en la capital del país —luego de la elección del domingo 7 de junio—, que desbancó al PRD como fuerza hegemónica e hizo el milagro de una impensable pluralidad que beneficiará no sólo a los capitalinos sino al propio Miguel Mancera.

Y es que, una lección fundamental del “domingo 7” es que el Distrito Federal no debe y no puede seguir siendo gobernado por un solo partido; un partido que mantenga en su poder el GDF, la mayoría en la Asamblea Legislativa y el control en jefaturas delegacionales; como ocurrió en casi 20 años con el PRD.

Ese sistema de partido hegemónico y/o dominante en el DF —modelo del siglo pasado, que casualmente fue criticado y combatido por las izquierdas—, es inoperante y resulta obsoleto, no sólo por el gigantismo de la ciudad y sus problemas, sino por la terca realidad que establece que —en los hechos—, el DF son muchos “distritos federales”.

Por ejemplo, están lejos los problemas de una delegación como Xochimilco si se comparan con Miguel Hidalgo; los de Tlalpan si se comparan con Benito Juárez y los de Gustavo A. Madero están lejos de los problemas de Cuajimalpa; por citar tres casos.

Cada uno de esos “distritos federales” tiene sus propios problemas que requieren una atención particular, con un programa de acción diseñado, ejecutado y defendido por el partido gobernante en la demarcación de la que se trate.

Mancera ganó perdiendo. Por eso es posible decir que, más allá del resultado de la elección del domingo 7 —que significó para Mancera la pérdida de delegaciones y del control mayoritario de la Asamblea—, el jefe de Gobierno de la ciudad capital tiene todo para convertir la derrota en espectacular victoria para su causa. ¿Por qué?

Porque en la práctica —y gracias a la nueva pluralidad—, Mancera ganó mayor capacidad de gobernabilidad en el Distrito Federal que aquella que tenía con las rijosas, chantajistas y hasta indeseables tribus del PRD. Y si sabe manejar correctamente la nueva gobernabilidad, Mancera puede hacer de su gobierno uno exitoso que lo catapulte a 2018. Pero vamos por partes.

1.— Primero debemos reconocer que la victoria de Morena en el DF se debió —entre otros factores— a la buena imagen del dueño, Andrés Manuel López Obrador; a que algunas tribus traicionaron al PRD y Mancera, y a que, tanto el partido amarillo, como el GDF surtieron de candidatos a Morena, al PAN, al PRI y hasta a la “chiquillería” de partidos. Todos los desertores del PRD se llevaron a su clientela que, al final, votó contra el PRD y contra el GDF.

2.— Está claro que buena parte de la derrota del PRD y de Mancera se debió al hartazgo ciudadano a causa de los malos gobiernos delegacionales, a una Asamblea Legislativa que solapó toda clase de corruptelas y —sin duda—, a graves fallas del GDF que encabeza Miguel Mancera.

3.— Sin embargo, también es cierto que en las urnas, Mancera y el PRD pagaron todo el costo político y de imagen de los corruptos que se fueron a Morena, al PRI, al PAN y a otros partidos; es decir, que al momento de votar, los electores no castigaron a los delegados corruptos, a los tranzas de la ALDF y menos a los políticos chapulines. No, lo cierto es que los electores castigaron con el mismo rasero a Miguel Mancera y al PRD.

4.— Y nadie puede negar que durante los años en los que el PRD fue el partido hegemónico en la capital, la gobernabilidad en el Distrito Federal fue casi imposible. ¿Por qué? Porque en la encarnizada lucha de tribus al interior del PRD, todos querían ganar posiciones pero nadie se hacía responsable de pagar el costo de los votos de castigo.

El costo de las traiciones. Sin embargo, el resultado electoral del 7 de junio colocó a cada quien en su lugar. Es decir, fue evidente que para un jefe político como Miguel Mancera es más rentable y menos costoso negociar por separado con el PRI, con el PAN y hasta con el PRD, que con las ambiciosas, traicioneras y nada confiables “corrientes” del PRD.

Y si tienen dudas, va un ejemplo. ¿Quién sería más confiable en una negociación política; el PRI, el PAN o René Bejarano? La respuesta puede ser la que gusten o manden.

Lo interesante es que —en los hechos—, y ante el supuesto de que el PRI o el PAN terminarán por traicionar a Miguel Mancera, está claro que el costo de la traición lo pagarían el PRI o el PAN. Sin embargo, en los últimos años, Bejarano y otras tribus traicionaron sistemáticamente al PRD y al jefe de Gobierno, y el costo político y electoral de las traiciones lo pagaron el PRD y el GDF.

Mas aun, Mancera y el PRD siempre pagaron el costo no sólo de la traición, sino el costo de los malos gobiernos en manos de las tribus que los traicionaron, de los desertores que terminaron en Morena y de las tribus de René Bejarano.

Lo curioso es que hoy, Miguel Mancera puede pactar o negociar políticamente con todos los partidos representados en la Asamblea Legislativa, y cada partido pagará el costo de una eventual traición.

Pero lo más importante es que hoy —luego de la elección del domingo 7—, cada partido que gobierne una delegación política o que tenga una representación en la ALDF, pagará por sus errores, por sus malos gobiernos y por sus corruptelas. El costo de las tranzas del PAN, del PRI, de Morena y de otros partidos no los pagará el PRD y tampoco Miguel Mancera; y el costo lo pagará cada partido.

El milagro de las alianzas. Pero ahí no terminan las novedades. Resulta que luego de la elección intermedia, Morena tiene la mayoría de diputados a la Asamblea Legislativa. Se podría decir, incluso, que Miguel Mancera podría ser rehén de Morena.

La realidad política, sin embargo, avanza en dirección a una impensable alianza entre los tres grandes partidos federales; PRI, PAN y PRD, para darle a Miguel Mancera una mayor gobernabilidad. Sumadas las fuerzas de esos tres y aliados algunos de la chiquillería, Mancera tendría en la ALDF los votos necesarios para derrotar a Morena.

¿Y de qué dependería una alianza como esa? De lo mismo que Mancera hizo con las tribus del PRD; pactar y negociar. La diferencia es que los pactos con el PRI y el PAN tendrían mayor rentabilidad para Mancera.

También por eso, a nadie debiera sorprender que en el nuevo gabinete de Mancera aparezcan colaboradores vinculados al PRI o al PAN. Al tiempo.

En el camino. ¿Verdad o mentira? ¿Divorcio Mancera-Peña Nieto?

www.ricardoaleman.com.mx
twitter:@ricardoalemanmx

Google News

TEMAS RELACIONADOS

Noticias según tus intereses