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A Héctor de Mauléon, en solidaridad por su valentía
De Andrés Manuel López Obrador ya se ha dicho todo. Sobre todo en contra. Es un raro caso en el que, siendo un hombre público, la palabra no lo ha matado. Como el pez, por la boca no ha muerto. Por años, ha resistido todo tipo de ataques, críticas, denuestos, acusaciones infundadas, improperios, calumnias. Y ahí está. Como esperanza para muchos. Como preocupación para no pocos frente a 2018.
Para lastimar al ex fundador del PRD y ex jefe de Gobierno del DF, sus enemigos han apelado a todo tipo de recursos. Para atacarlo y atajarlo en su carrera política, han soltado todo tipo de especies. Y no han podido aniquilarlo. Hoy, mantiene amplias posibilidades de acceder a la Presidencia de la República, si nos atenemos a las encuestas de los últimos meses.
Personalmente, su conducta parece irreprochable. Se le ha acusado de todo, pero nada ilegal o ilegítimo se le ha probado fehacientemente. De haber sido así, no habría ocupado los puestos que ha tenido. No se habrían mantenido permanentemente en campaña desde hace varios años. Su trayectoria se habría truncado.
¿Qué lo ha hecho resistente a una campaña constante de imputación de ruindades que, lejos de debilitarlo, parecen haberlo fortalecido?
Una explicación fundada, aunque haya otras, está en las virtudes cardinales del político, impronta que deberían tener todos cuantos ejercen el poder, pero que la mayoría ignora, y si conoce, soslaya. Bajo ninguna circunstancia AMLO las posee todas ni ninguna en su totalidad. Eso es propio únicamente de los que se aproximan más a un status de divinidad. Pero es quizá el que más se acerca a ellas, sea de manera consciente o inconsciente; racional o irracional. En cualquier caso, son parte de su personalidad y de su conducta pública.
La primera virtud, según la tipología clásica, es la prudencia, que permite optar siempre por el bien. Debe verse reflejado en los demás. Y como el gobernante debe mirar siempre por lo mejor para sus gobernados, ha de cumplir ése como su primer deber, aun al costo del sacrificio de sí mismo. La segunda virtud es la justicia, que obliga a cumplir el ideal político de dar a cada cual lo que es debido, lo que se merece y a lo que tiene derecho. Es fundamental para mantener la paz de los estados.
La fortaleza es la cualidad que permite enfrentar con firmeza las dificultades en el ejercicio del poder. Implica moderación respecto de los placeres y las cosas efímeras. Es el gobierno de las pasiones, el amo de los instintos. Los domina con espíritu despótico.
Empero, esas cualificaciones corresponden, sólo en parte y hay que subrayarlo, al dos veces candidato presidencial. El problema, entonces, no es él. Si llegase a gobernar México, eventualmente no habría que preocuparse de que lo tome por asalto, como si fuese su hacienda, y a los ciudadanos como sus vasallos.
El conflicto en esa perspectiva son los incontables incondicionales que lo rodean. Ellos no sólo son un riesgo para México por su elevada capacidad depredadora basada en el patrimonialismo, sino para el propio AMLO.
Por más que él mantenga una conducta intachable y que su persona siga incólume, los demás, amparados en el prestigio de su líder, se dedicarían, como ya han hecho algunos, a un febril saqueo del erario en todas las modalidades.
Lo peor de ese escenario sería que algunos de sus allegados incurrieran en prácticas delictivas para acceder o mantenerse en cargos públicos. Las experiencias de René Bejarano y Eva Cadena recibiendo dinero en su nombre, que no para él, no deben reeditarse. Serían una tragedia. El apoyo que él y su partido dieron al delegado en Tláhuac, Rigoberto Salgado, es una muestra más de su cercanía con ese tipo de indeseables personajes que dañan y lastiman a la sociedad y que no deben formar parte de su equipo.
Más importante aún es que tiburones del presupuesto como Marcelo Ebrard, Mario Delgado y tantos otros de su talla, se coloquen en perspectiva de “ayudarlo” a coronar su máxima aspiración. Si quiere seguir en línea con esta posibilidad, debe empezar, por un lado, una catarsis para marginar a los arribistas, acomodaticios y saltimbanquis que se han acomodado a su lado y del de Morena y, por otro, cerrar las puertas a cuantos quieran hacerlo.
Su actuación puede ser de buena fe, pero está obligado a evitar que alguien saque provecho de ello. A la ingenuidad y la inocencia, es necesario oponerles, por seguridad, cierta desconfianza y malicia, que siguen ausentes conforme surgen más personajes (“curiosamente” todos miembros de Morena) cercanísimos con un historial totalmente reprobable y peligroso.
SOTTO VOCE… La XXII Asamblea del PRI, que está en puerta, sacará chispas por el encontronazo que se espera entre grupos que están a favor o en contra de que se abran los candados de la candidatura presidencial a quienes no reúnan requisitos de militancia y desempeño de cargos de elección... “Fuerza Conago” no está legalmente constituida, pero lo estará. Con ese instrumento, se dará la batalla en algunos frentes a la criminalidad… “Habrá cambios en el gabinete. Pero no será antes del V Informe de Gobierno ni para satisfacer filias ni fobias”, aseguran donde pueden hacerlo... Roberto Borge, pese a las artimañas que despliega para evitarlo, vendrá a México en breve en calidad de extraditado para responder por todos los cargos que se le imputan y que se sintetizan en el despojo y la quiebra de que hizo víctima al estado de Quintana Roo.