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El poder del Estado se ha expresado en toda su magnitud y potencia con la recaptura de Joaquín “El Chapo” Guzmán. Esa entidad es la única que jamás podrá ser burlada. Menos aún cuando está de por medio la vigencia del Derecho y el interés de la sociedad.
Con la nueva detención de ese criminal, el más poderoso y buscado del mundo, el gobierno del presidente Enrique Peña Nieto se reivindica con los mexicanos. Cobra por ellos la reiterada afrenta que les infringió en una segunda evasión, consumada mediante mecanismos, complicidades y corruptelas insospechados.
El Ejecutivo paga una deuda a la sociedad. Demuestra que hay instituciones. Es indubitable que tiene autoridad. Que está dispuesto a hacer que prevalezca la ley.
El secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, apoyado por los sistemas de seguridad del país, enmienda un error. Se reacredita.
El Ejército, la Marina, la Policía Federal y la PGR ratifican su misión y revalidan su compromiso de salvaguardar a la población.
El Estado es una fuerza incomparable. Cuando se la usa para mantener el orden y hacer respetar las normas, tiene plena justificación. Encuentra su total razón de ser.
Éste día marcará un vuelco en la historia política y de seguridad de México. Los ciudadanos, envueltos en grandes problemas de distinta especie, tendrán un nuevo aliento. La bocanada de aire fresco que tomarán con la reaprehensión de la amenaza número uno del país y del mundo, les dará un renovado impulso. Les infundirá otro ánimo.
El gobierno rehace su consenso. Recobra la credibilidad. Éste año electoral, lo sorteará con menos sobresaltos. Superará la crisis económica. El 2018 empezará a lucir incluso más terso.
El mensaje es inconfundible: quienes atentan contra la sociedad, la legalidad y el orden, no encontrarán refugio en ningún lado. Por poderosos que sean. Se escondan donde se escondan. La justicia los alcanzará, como a “El Chapo” Guzmán hoy, en el momento en que menos lo esperen.