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Como nunca, un presidente de la República aparece como responsable único de todos los males y las cosas negativas que le ocurren al país y a la sociedad.
Que si hay crisis económica, es culpa del presidente; que la violencia no cesa, es culpa del presidente; que hay desestabilidad política, es culpa del presidente; que la deuda externa crece, es culpa del presidente; que siguen los conflictos sociales, es culpa del presidente; que la corrupción está impune, es culpa del presidente; que el desempleo va en aumento, es culpa del presidente; que los precios del petróleo cayeron, es culpa del presidente; que hay vacío de poder, es culpa del presidente; que el gabinete no funciona, es culpa del presidente; que los impuestos van en aumento, es culpa del presidente; que desaparecen a 43 normalistas rurales, es culpa del presidente; que las ejecuciones en Tlatlaya, es culpa del presidente; que la Casa Blanca, es culpa del presidente; que El Chapo Guzmán se fugó, es culpa del presidente.
Esta percepción social de culpabilidad hacia el primer mandatario por todo lo malo que sucede no es nueva, empezó a ser notoria en el gobierno panista de Vicente Fox, quien sin pudor trastocó y demeritó la figura presidencial; después Felipe Calderón —responsable de las decenas de miles de civiles muertos— aumentó el descrédito, y con Enrique Peña Nieto se ha desbordado a grado tal que hace parecer que el presidente está solo, que no tiene gabinete, que todas las malas decisiones las toma él, que nadie le ayuda a gobernar y, en consecuencia, es responsable único de los problemas, corruptelas, abusos y fugas que aquejan al país.
Antes de esos tres gobiernos las cosas eran diferentes. Cuando el país enfrentaba alguna crisis, los principales responsables eran los secretarios de Estado o los titulares de los órganos de seguridad nacional y Fuerzas Armadas o los directores generales de organismos descentralizados y paraestatales o los políticos de tiempo completo. En cambio ahora ningún miembro del gabinete, más que el presidente de la República, es el culpable, y así se publican las críticas en los medios de comunicación; por eso los funcionarios de primer nivel del gobierno federal se ven tranquilos, seguros y felices en sus puestos, sin que nadie los moleste y desde donde ya planean la próxima sucesión presidencial, sin importarles que aún falten más de tres años para ello y que su jefe, el presidente, esté hundido y desesperado.
Anteriormente si fallaba la situación financiera, cesaban al secretario de Hacienda. Si había vacío de poder y desestabilización política, el secretario de Gobernación era despedido. Si caían los precios del crudo sin las previsiones necesarias, salía el secretario de Energía. Si nadie controlaba a los medios, movían al jefe de prensa. Si se traficaba con granos básicos y se desviaban recursos de programas sociales, renunciaban los secretarios de Agricultura y de Desarrollo Social. Si había una epidemia fuera de control, el de Salud limpiaba su escritorio. Si se fugaba algún reo peligroso, caían en cascada los responsables de seguridad pública, de seguridad nacional y hasta algún secretario de Estado.
Es cierto también que al retomar los priístas el poder la figura presidencial estaba muy desgastada, y sólo con un trabajo impecable, del nivel de un estadista, hubiera podido recuperarse la fortaleza para mantener las propias ideas, juicios o decisiones; su entereza para afrontar los problemas y dificultades con serenidad; su poder para acabar con abusos, injusticias e impunidad; su sensibilidad ante problemas sociales, y su fuerza para cesar a cualquiera que no hiciera bien su trabajo. Esto también ha cambiado.
Por desgracia, este gobierno priísta no es así. Le ha faltado todo, pero es verdad también que no sólo es culpa del presidente, sino de todo un equipo inexperto, negligente, omiso y soberbio. Y lo peor, ese grupo de aduladores ha encapsulado al presidente diciéndole que todo está bien, que va por buen camino, que la percepción social es positiva, que los mexicanos lo aclaman, que su partido (el PRI) gana las encuestas, que no debe preocuparse por nada, porque ellos, el equipo privilegiado, asegura que el país está estable y que avanzamos seguros hacia un futuro de bienestar. ¿Quién engaña al presidente?
oficiodepapel@yahoo.com.mx