En el diseño del Estado moderno el proyecto de gobierno determina el modelo del país. Hace un siglo México se debatía en el esbozo de un modelo de gobierno que permitiera resolver las grandes restricciones de la dictadura porfirista. La tarea del nuevo régimen fue definir los criterios y concebir un gobierno dotado de facultades suficientes para fortalecer la soberanía nacional y garantizar la paz social. El régimen de la Revolución inició su capítulo a partir de un México rural, con pobreza, analfabetismo, falta de infraestructura, ausencia de servicios públicos, educativos y médicos, que tuvo como resultado inicial el reconocimiento de los derechos políticos, laborales y sociales, mismos que fueron el punto de partida de un proyecto nacional sustentado en el sufragio efectivo, la no reelección y la tarea permanente de promover la justicia social.

A lo largo del siglo XX México vivió un modelo político que estructuró un proceso gradual y de secuencia de políticas públicas como método para asegurar un proceso de impulso al desarrollo económico, sincronizado con la elevación de los niveles escolares de la población.

En este camino el modelo de gobierno ha venido registrando ajustes parciales, reformas temáticas y cambios graduales en lo económico, en lo político y en lo administrativo. Las facultades discrecionales implícitas del poder y las famosas “reglas no escritas” se han venido sustituyendo progresivamente por normas explícitas, responsabilidades precisas y derechos definidos.

Fue así que las demandas sociales lograron los consensos para reformar el sistema electoral mexicano, como punto de partida de una reforma política de amplio espectro que fortaleció la certidumbre en los comicios, la transparencia y rendición de cuentas de los recursos utilizados por partidos y candidatos. Estas reformas dieron como resultado acceso de las minorías para legislar, así como la creciente participación y alternancia partidista en los gobiernos municipales, estatales y federal.

En forma paralela la economía nacional avanzó de un sistema cerrado, de sustitución de importaciones con controles de precios y un sector paraestatal amplio, hacia un modelo económico de racionalidad, rectoría, apertura comercial, competencia y regulación antimonopolios, para situarnos entre las 15 economías más grandes del mundo.

La incógnita prevalece en cuanto a la capacidad de nuestra economía de crecer a mayor ritmo y promover una distribución de oportunidades e ingresos más equitativa y ofrecer la certidumbre necesaria en materia de seguridad, legalidad, honestidad e impartición de justicia como sustento de nuestras libertades.

No hay labor más apasionante en la política que construir una visión de futuro viable y abrir los cauces para su consecución. Hoy hay voces que razonan acerca de un cambio de modelo político, como precondición de un cambio de modelo de nación. La insatisfacción social y la desconfianza hacia nuestro sistema democrático no son las mejores consejeras de una visión política constructiva. Requerimos ver con entusiasmo el futuro de este país, que tiene más motivos de éxito que explicaciones de fracaso.

Por ello, la intención de emprender una revisión profunda de nuestro sistema político es punto de partida de una evolución trascendente del proyecto nacional. Su análisis merece toda la atención, más allá de los propios partidos, y abierto a la sociedad. Es momento de revisar lo que vale la pena conservar y dejar para las páginas de la historia todo aquello que no queremos volver a vivir, en esto los jóvenes tienen la palabra y la palabra es: ideales.

Rúbrica. Noche de brujas. Cara color naranja, expresión malévola, promesas mágicas y pelos güeros artificiales. ¿Quién votará por una calabaza de Halloween?

Político, escritor y periodista.
@AlemanVelascoM,
articulo@alemanvelasco.org

Google News

TEMAS RELACIONADOS

Noticias según tus intereses