Una de las principales funciones de la comunicación gubernamental es dar a conocer los resultados de las acciones emprendidas para de esta forma justificar ante los ciudadanos el cumplimiento de sus promesas.
El problema se encuentra cuando se busca encabezar una estrategia de reposicionamiento político empleando como publicidad la solución de un problema que nace desde el seno de la organización política,
La reciente captura del ex gobernador y hasta hace unos días prófugo de la justicia Javier Duarte, ha causado revuelo y una cadena de críticas hacia el gobierno federal y específicamente al Partido Revolucionario Institucional,
Los casos de corrupción de gobernantes han marcado la administración federal actual y ante tal circunstancia el intento de deslinde del presidente nacional del PRI, Enrique Ochoa Reza suena inverosímil.
En nuestro país, no es la primera ocasión que se utiliza la difusión de logros en medios de comunicación para intentar influir en la opinión de los electores,
Recordemos que en el sexenio de Felipe Calderón (2006-2012) los miles de muertos que dejó la denominada “Guerra contra el narcotráfico” marcó un rumbo irreversible en la derrota de Acción Nacional en los pasados comicios presidenciales, por más intentos fallidos de exhibir capturas y abatimientos a grandes líderes de la droga.
Hoy a varios años de distancia, se repite la historia pero desde trincheras distintas.
El PRI desde su regreso a Los Pinos, buscó arduamente posicionar en el inconsciente colectivo el proyecto de las “Reformas Estructurales” que lograrían al fin “Mover a México”.
La maquinaria se echó a andar, no solo a nivel nacional, sino internacional, con editoriales que anunciaban con gran expectativa el proceso de modernidad que México estaba por vivir.
Unos meses bastaron para que las ilusiones se diluyeran.
El aumento de los precios de los combustibles, el poco crecimiento económico, la inseguridad pública, la devaluación del peso frente al dólar, aunado a las erradas declaraciones de Enrique Peña Nieto se convertirían en una ola de “mal humor social” que se reflejaría con los niveles históricos de reprobación para el presidente.
Eventos como la publicación de la Casa Blanca ocasionaron que el tema que se colocó en la mente de los mexicanos fuera la corrupción.
De este modo, como un efecto dominó, las piezas con nombres de políticos de todos los partidos, pero principalmente del partido tricolor, fueron desvelando a un sistema podrido que bajo el escrutinio público dejaban ver enriquecimientos inimaginables, desfalcos injustificados y deudas crecientes en la mayoría de los estados.
Veracruz fue la cereza del pastel, pues al parecer la mayoría de los ciudadanos veían inminente la huida de Duarte, excepto las autoridades mexicanas.
Su captura en Guatemala hace apenas unos días, no representa un triunfo del combate a la corrupción pues el sentimiento de molestia permanece por la complicidad que evidencian los miles de millones que se hurtaron del erario.
Decir que hace meses había sido expulsado del PRI, no justifica los años que le antecedieron siendo primero joven promesa y después un político consolidado del partido, las fotografías con funcionarios y gobernantes quedan grabadas en la percepción ciudadana.
Antes de implementar cualquier ruta para buscar la aprobación de la ciudadanía, se debe analizar con detenimiento el origen de la desaprobación.
Cuando se recapturó a Joaquín El Chapo Guzmán el cuestionamiento es: ¿por qué se permitió su fuga?
Hoy con la captura de Javier Duarte de Ochoa la pregunta es la misma.
El proceso jurídico en contra del veracruzano apenas comienza y se intentará explotar al máximo, junto con la captura del político Tomás Yarrington y del narcotraficante Dámaso López Núñez.
La prueba más contundente de su efectividad será el próximo 4 de Junio, donde el panorama en los 4 estados que se vivirán elecciones no es promisorio para el partido en el poder.
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