Una de las tomas de protesta más esperadas después de los comicios de junio de 2016, era la del actual gobernador de Veracruz, no sólo porque con su triunfo logró la alternancia política en su entidad después de décadas de gobiernos priistas, sino que avivó las expectativas el mes de octubre cuando declaró que tenía información que haría cimbrar al país.

Con estos antecedentes aunado a las múltiples noticias que abordaban el desfalco económico de la administración duartista, su petición de licencia y posterior fuga, ponían la mesa servida para un discurso duro y contundente, algo que no sucedió.

La campaña política que lo llevó a la gubernatura abanderando la alianza PAN-PRD, se basó principalmente en la constante crítica al gobierno, canalizando el resentimiento de la población veracruzana contra el partido (PRI) y el personaje (Javier Duarte) hacia la opción electoral que él encabezaba.

Con un discurso que enarbolaba la justicia y la lucha contra la corrupción, logró superar los fuertes cuestionamientos de sus adversarios que apuntaban a sus propiedades y lujos.

De esta manera, con una imagen fuerte más no impoluta, el pasado 1 de diciembre era el escenario perfecto para trazar la ruta gubernamental que en tan sólo 2 años, busca realizar una ardua tarea: rescatar Veracruz.

Desde la vestimenta política, el nuevo gobernador no eligió un color adecuado para la ocasión y el cometido que encabeza. Miguel Ángel eligió una corbata gris que a la luz de la autora de Psicología del Color, Eva Heller, señala al gris como un color sin fuerza, conformista y aburrido.

El mensaje político se reviste tanto por el contenido, como por la forma de disertación, donde las variaciones, cambios de tono, énfasis y pausas (por mencionar algunas) ayudan a transmitir con mayor eficacia.

En su discurso, sus palabras buscaban diferenciarse del PRI y sus gobiernos, pero paradójicamente siguió un estilo priísta que hacía recordar su pasado en dicha organización. Con una voz monótona, sin mucha emocionalidad ni pasión, robustecida por formalismos exagerados que no producían un efecto atractivo para el espectador.

Comenzó su alocución mencionando un “pacto social” y un “restablecimiento del orden”, recalcando que su gobierno estaría siempre dispuesto al diálogo.

Posteriormente “la aplicación de la ley” sería el puente empleado para comenzar a abordar la problemática de corrupción de su estado.

Hizo alusiones a los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial además de otros órganos de gobierno con sus malas prácticas, mencionó estadísticas negativas que reforzaron el diagnóstico de Veracruz, pero por un momento se convirtió en un recuento ocioso de dificultades y carente de propuestas.

Retomó el camino señalando que desde el gobierno se pondría el ejemplo, promoviendo la honestidad, transparencia, austeridad y eficiencia en el gasto y manejo de los recursos públicos.

Haciendo referencia a la alianza electoral que le permitió conquistar su sueño de gobernar la entidad veracruzana, mencionó que tomaría lo mejor de ambos partidos y que comenzaría una “nueva etapa”.

Si bien, en un momento señaló la guerra sucia que vivió en campaña y como gobernador electo, sin tener aún la fuerza de la ley ni el poder, se dedicó a realizar investigaciones con cómplices de Javier Duarte, puntualizando los recursos y bienes que recuperó, que ascienden a más de mil 250 millones de pesos, dicha cifra se quedó muy corta considerando los más de 100 mil mdp que se calcula fueron desviados según sus propias palabras.

Finalizó adornando con frases vistosas la grandeza y belleza de Veracruz, pero en una intervención de casi una hora, lo hizo demasiado tarde y su efecto fue minúsculo.

Es preciso mencionar que la comunicación política puede variar de la campaña a la ocupación de un cargo, sin embargo el interés generado previamente se disolvió rápidamente abriendo paso a dudas.

Tan sólo un día después, el 2 de diciembre como apunta Francisco Reséndiz (EL UNIVERSAL, 2016) Yunes visitó al presidente en Los Pinos y extrañamente no se tocó el caso de Javier Duarte, concluyendo así que la congruencia en el mensaje y la imagen de un político debe ser cuidada minuciosamente, de lo contrario lo que parece un terremoto puede convertirse en una quietud inesperada.

FACEBOOK: MIGUEL ALBERTO DELGADILLO IBARRA

@mike_delgadillo

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