Además de su departamento en las Lomas de Chapultepec, Emilio Lozoya tenía otro lugar preferido a donde volar en el Eurocopter EC-145 de Pemex: a la torre GAN, donde está la sede de Altos Hornos de México (AHMSA), en la Ciudad de México.

De acuerdo con información de la Auditoría Superior de la Federación (ASF), en el 2015, el helicóptero propiedad de Pemex realizó un total de 54 traslados a la torre GAN (Grupo Acerero del Norte), propiedad de Alonso Ancira, ubicada en Campos Elíseos, en Polanco.

Si de por sí es cuestionable el traslado de directivos de Pemex a la sede de una empresa privada, y de ahí a lugares como Teotihuacán, Cuernavaca o el Hospital Ángeles, mucho más lo es si esa compañía (AHMSA) tiene relaciones de negocio con la paraestatal.

En diciembre de 2013, bajo la dirección de Emilio Lozoya, Pemex compró a AHMSA una planta de fertilizantes por 275 millones de dólares y se comprometió a invertir otros 200 millones para su rehabilitación, toda vez que esta tenía 14 años sin operar. Buena parte del proceso de adquisición y avalúo fue cuestionado por la ASF, misma que expuso que la operación se hizo con un sobreprecio y no cumplió las premisas bajo las cuales se autorizó.

Entre las anomalías encontradas están que el avalúo de los activos se estimó como si se tratara de un “negocio en marcha”, no obstante que la planta estaba inactiva desde 1999. Esta omisión ocasionó que un año después de la adquisición, 60% de los bienes fueran desechados, por considerarse chatarra.

Todo esto suena a plan con maña, porque el vendedor de los activos (AHMSA) no aceptó realizar pruebas o estudios de integridad mecánica de los equipos antes de su venta, “en virtud de que podía perder sus garantías, sin tener la certeza de que Pemex los iba a adquirir”.

El resultado de todas estas omisiones es de antología: el proyecto ya no costaría 475 millones de dólares, como se estimó originalmente, sino 760 millones, precisamente porque no se detectó a tiempo que 60% de los activos eran inservibles.

Y lo peor: la planta no ha entrado en operación, a pesar de que en el proyecto inicial se estimó que una de las productoras de urea arrancaría en noviembre de 2015 y la otra en abril de 2016. Ahora, la nueva administración de Pemex, al mando de José Antonio González Anaya, las está vendiendo. Si en el due diligence que está haciendo un privado se encuentra que estos activos valen mucho menos, quizá prospere la denuncia de los diputados del PAN contra Lozoya, por presunto daño patrimonial a la Hacienda Pública y/o a Pemex.

Los viajes injustificados. La relación de viajes en aviones y helicópteros de Pemex, la cual evidencia el uso personal de las aeronaves por parte de Lozoya y su equipo cercano, sí debería quitarle el sueño al ex director general de Pemex, porque los documentos de la auditoría son claros y contundentes sobre una sospecha que se tenía años atrás, por la cual incluso se le había llamado a comparecer en la Cámara de Diputados, pero renunció días antes a la empresa productiva del Estado.

Entre 2014 y 2015, Pemex adquirió nueve aeronaves como parte de un convenio con la Secretaría de Defensa Nacional (Sedena) para transportación, patrullaje y vigilancia del sistema nacional de ductos e instalaciones estratégicas de Pemex y para el traslado de funcionarios de alto nivel. Sin embargo, las bitácoras de al menos un helicóptero (el Eurocopter EC-145) y un avión (el Cessna Sovereign), no acreditan haber sido utilizadas para brindar “movilidad táctica y estratégica a funcionarios de alto nivel para toma de decisiones y otras actividades de seguridad nacional”.

Por el contrario, el lujoso Eurocopter EC-145 registra 94 vuelos de origen o destino a un edificio habitacional de súper lujo: la Torre Arcos, en Bosques de las Lomas, donde presuntamente vive o vivía Lozoya, según publicó el martes el diario Reporte Índigo. ¿Cómo podría justificar el ex director de Pemex tantos vuelos a un complejo de departamentos? Y me refiero al ex director general de Pemex porque la ASF expone en su documentación que la Sedena elaboró las bitácoras que le entregó indicando “el destino al que se trasladó al “DG” (Director General) y pasajeros, sin especificar los nombres de sus acompañantes”.

Si realmente Lozoya quiere probar que los vuelos se apegaron a su ejercicio como funcionario de Pemex, debería hacer públicos los nombres de quienes viajaron con él o sin él, en las rutas que cuestiona la ASF, así como los asuntos que trató cada vez que voló a la Torre Arcos, a la Torre GAN o al Hospital Ángeles en el helicóptero de la empresa.

Lo mismo con los vuelos que realizó a bordo del avión Cessna Sovereign a destinos turísticos como Cancún, Huatulco o Acapulco. O los que hizo a Estados Unidos. Por ejemplo, a New Jersey, donde el aeropuerto de esta ciudad queda a sólo 30 minutos en auto de un departamento en el Upper West Side con el que se le relaciona, y a 20 minutos del aeropuerto de Teterboro, donde también llegó a aterrizar. ¿Y qué decir de los vuelos a los Hamptons?

Si Emilio Lozoya duerme tranquilo y tiene la conciencia tranquila, bien haría en salir públicamente a aclarar todas y cada una de estas anomalías que encontró la ASF, para que de una vez por todas su nombre quede limpio. De otra forma, sus fantasmas seguirán rondándole.

 @MarioMal.

mario.maldonado.padilla@gmail.com

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