Me habría gustado escribir esta columna sobre alguno o algunos de los empresarios mexicanos más relevantes del 2016; aquellos que desafiaron un año lleno de retos económicos por el desplome de los precios del petróleo, los recortes al gasto público y la depreciación del peso, así como por los triunfos inesperados del Brexit y de Donald Trump. Sin embargo, hay otras historias que merecen ser contadas y seguidas muy de cerca, cuyo denominador común (sí, adivinó) es el mayor de los males de México: la corrupción.

La semana pasada el Departamento de Justicia de Estados Unidos reveló que la constructora brasileña Odebrecht admitió haber pagado sobornos a altos funcionarios para obtener contratos en diferentes países, incluyendo a México.

De acuerdo con el informe, entre 2010 y 2014 Odebrecht realizó pagos por alrededor de 10.5 millones de dólares a altos funcionarios del gobierno de México para asegurar contratos de obras públicas. Como resultado de ello logró beneficios por más de 39 millones de dólares.

Aunque los documentos no mencionan nombres de empresas y/o funcionarios a los que se les pagaron los sobornos, pues se usan descripciones como la de “un alto funcionario de una empresa paraestatal mexicana, controlada por el Estado”, todo apunta a que se refiere a Pemex, toda vez que la constructora brasileña celebró contratos con la petrolera mexicana durante el lapso señalado, principalmente durante la gestión de Emilio Lozoya.

Odebretch participó en dos de los proyectos energéticos más grandes de los últimos años en México: la construcción de la planta petroquímica Etileno XXI, en Coatzacoalcos, Veracruz, otorgado a mediados del 2014 y cuya inversión superó los 5 mil millones de dólares; y Los Ramones II, el gasoducto de 450 kilómetros que corre de Nuevo León a San Luis Potosí adjudicado en julio del 2014 a un consorcio en el que figura la constructora brasileña. Este proyecto requirió una inversión de más de mil 200 millones de dólares.

La investigación a Odebretch por corrupción inició en 2014, pero comenzó a tomar fuerza a principios del 2016, cuando se develaron sus presuntas relaciones con políticos, incluyendo al ex presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva. Curiosamente, el presidente Enrique Peña Nieto decidió cancelar, apenas unos días antes, su participación en la inauguración de Etileno XXI el 22 junio pasado, pese a que ese día no tuvo actividades oficiales.

Otro contrato que Pemex otorgó a Odebretch en el 2014 –y amplió en 2015–, ambos bajo la dirección de Emilio Lozoya, fue para la modernización de la Refinería de Tula, Hidalgo, cuyo monto ascendió a un total de mil 800 millones de dólares. Esta vez por adjudicación directa.

Emilio Lozoya tuvo una de las gestiones más cuestionables al frente de Pemex, empresa que dirigió de diciembre del 2012 a febrero del 2016. No sólo por la desastrosa estrategia para lidiar con el desplome de los precios del petróleo y para llevar a cabo la reestructura de la empresa, sino porque prácticamente desde que tomo el control lo han perseguido los escándalos.

En abril del 2016, dos meses después de dejar la dirección general de Pemex, su nombre apareció en los llamados #PanamaPapers, en los que se le relacionó con el despacho panameño Mossack Fonseca al cual supuestamente buscó para crear una empresa offshore en Dubái. Lozoya rechazó la versión en un comunicado que publicó en Twitter.

Asimismo, en julio de 2015 se le involucró en otro presunto acto de corrupción, esta vez con OHL, la empresa de la que fue consejero antes de ser nombrado director general de Pemex.

De acuerdo con audios filtrados a los medios de comunicación, Lozoya se habría reunido con el presidente de OHL, Juan Miguel Villar Mir, para acordar los términos de su participación en licitaciones de Pemex. Lozoya también negó estas acusaciones.

Tras salir de Pemex por la puerta de atrás, Emilio Lozoya regresó a Nueva York. Desde allá dirige una consultoría y un fondo de inversión que lleva su apellido: JFH Lozoya Investments.

Su última aparición pública fue en julio pasado en la sede del PRI. Vino a una reunión de Consejo y a festejar a su amigo Enrique Ochoa, quien se convirtió en el nuevo presidente del partido. Fue él quien le organizó una reunión con amigos y colaboradores en un despacho privado de la colonia Anzures, en la Ciudad de México, y luego lo arropó en su toma posesión.

De acuerdo con fuentes que estuvieron en la reunión, a Lozoya se le vio muy confiado y se dio por hecho que regresaría a tomar un cargo relevante dentro del PRI o en el gabinete presidencial.

Pero los fantasmas de corrupción que persiguen a Lozoya, y que chocan con el discurso ‘anticorrupción’ de Enrique Ochoa, prácticamente lo dejan fuera de toda posibilidad.

Posdata. El actual director general de Pemex, José Antonio González Anaya, dijo que investigarán la relación Odebrecht y que irán contra quien sea. Lo veremos.

@MarioMal

mario.maldonado.padilla@gmail.com

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