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El próximo domingos las y los mexiquenses acudirán a las urnas para decidir, con su voto, si el tiempo de gobernar del PRI termina, de una vez por todas, en el Estado de México. El candidato del PRD a la gubernatura, Juan Zepeda, ha hecho una campaña exitosa, propositiva, cercana a la gente, que lo coloca a unos cuantos puntos del PRI, a tiro de piedra del triunfo electoral.
Es claro que hay una mayoría opositora al gobierno priísta en esta entidad, pero la forma de expresar el hartazgo ciudadano encuentra distintos caminos y opciones. Habrá votantes y abstencionistas. Los primeros, tienen de dónde elegir, pero en los hechos, se reduce a votar contra el PRI o a favor de él. Los segundos, debieran superar su apatía o descontento y acudir el domingo 4 de junio a hacer uso de su derecho ciudadano, superando la visión de “todos son iguales” y marcar en la boleta la opción que crean mejor para ellos y sus familias.
Esta elección enfrenta a la oposición vs el aparato estatal y federal, porque se trata de la entidad más grande e importante electoralmente y, también, por el simbolismo que representa ser la cuna del grupo gobernante, el grupo Atlacomulco. De ahí que se repartan tarjetas con promesas a cambio de credenciales de elector, que arropen al candidato tricolor con funcionarios de las secretarías federales, que actúen de forma desesperada porque perciben un aroma extraño, ajeno a ellos: el de la derrota.
La propuesta que ha encontrado mayor eco entre la gente es la de Juan Zepeda, un político decidido y preparado para afrontar los desafíos que implica gobernar la entidad más poblada del país. Es el único candidato al que no lo pueden señalar de corrupto porque su desempeño público es intachable, además ha demostrado ser eficiente en la administración pública. Ese es su capital político que pone al servicio de la gente.
Los resultados que arroje la elección a gobernador en el Estado de México, dejarán muy claro que un triunfo opositor de las izquierdas hubiera sido más contundente de haberse concretado una alianza o coalición. Personalmente, puse mi mayor empeño en concretar tal acción; el PRD hizo públicas sus intenciones de crear el espacio para dialogar y llegar a acuerdos, pero una y otra vez los llamados fueron despreciados, a veces groseramente dejados de lado. De modo que ahora, a unos días de la jornada electoral, el mensaje del dirigente de Morena de sumar apoyos para su candidata en el Edomex no es una invitación, es un chantaje: súmense ahora, bajo estas condiciones o no habrá nada después. Así, sin programa común ni diálogo entre partidos, conmigo o nada.
A Morena, a su dirigente nacional y a su candidata Delfina Gómez, se les ha caído la bandera de puros e impolutos. En su afán de diferenciarse a partir de dicotomías tan básicas como bueno y malo, los actos de corrupción cuando Delfina Gómez fue presidenta municipal de Texcoco, se han convertido en una losa que pretende ignorar sin éxito. La respuesta del grupo político que impulsa a Delfina ha sido, como la de ella: el silencio. Jamás se ganará la confianza de la gente ignorando las preguntas y volteando a otro lado. Por eso a López Obrador le parece aceptable las “mentiras piadosas”, suele decir a la gente “digan que votarán por tal partido, acepten lo les dan, a la hora del voto háganlo por Morena”. Él dice las peores mentiras piadosas: sólo él puede resolver los problemas de México, sólo él decide quién es o no es de la “Mafia en el poder”, sólo él puede tener la última palabra.
Las lecturas oportunistas pretenden confundir al electorado con la idea de una supuesta declinación del candidato del PRD. No habrá tal. Ni para Morena ni para el PAN. Juan Zepeda aglutinó a la militancia perredista en torno a un programa y una actitud política genuina, de convicción. Suma a simpatizantes perredistas y de otros partidos. Está recibiendo el apoyo de jóvenes que no veían interés en votar ni en participar y se han encontrado con la grata sorpresa de un político joven, decidido, que apoya las cosas que a ellos les importa y les dice cómo y cuándo logrará cambiar las condiciones tan adversas que hoy afrontan.
En suma, la verdadera izquierda, la del PRD, tiene el mejor candidato, el más preparado, el que ha hecho la mejor campaña, el que tiene el mayor crecimiento y recibe mayores opiniones favorables. Juan Zepeda ya rebasó a Josefina y a Delfina, en los próximos días se decidirá si el electorado le brinda el triunfo el domingo 4 de junio, para terminar con la camarilla corrupta que hundió al Estado de México en un estado de violencia, corrupción, inseguridad y pobreza. Juan Zepeda sí puede, va a ganar y será el próximo gobernador del Estado de México.
Senador
Vicepresidente de la Mesa Directiva del Senado de la República