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Ahora que se está por eliminar el salario mínimo como método de corrección de montos nominales para multas, penalizaciones, hipotecas, pensiones y muchos otros aspectos administrativos más en decenas de leyes y reglamentos, es muy importante hacer una reflexión sobre el salario mínimo y su verdadera dimensión.
Lo primero es reconocer las importantes limitaciones del salario mínimo: no es la panacea, ni una varita mágica para lograr el desarrollo y la igualdad. Si un salario mínimo digno fuera la solución a todos los problemas, ya se habrían solucionado desde hace tiempo. Por simetría, el salario mínimo no es tampoco la herramienta que va a destruir el tejido empresarial y dar al traste a la competitividad del país.
Al salario mínimo hay que evaluarlo como instrumento para promover una mejor remuneración al trabajo y su eficacia depende de que no sea excesivo, sino indicativo, de que su fijación no se sobrepolitice, que no se convierta en un obstáculo insuperable para los jóvenes que ingresan al mercado laboral, que no se vuelva un mecanismo para retroalimentar las expectativas de inflación (ni al alza ni a la baja) y que sirva como una de las medidas que se tomen para contar con un mercado laboral funcional y que se base en la movilidad.
Dadas sus limitaciones, sería incorrecto descansar sólo en modificaciones al salario mínimo para mejorar el entorno laboral en la economía. Al contrario, si las revisiones del salario mínimo vuelven a ser el principal elemento a discutir en el ámbito laboral y se regresa al Ejecutivo la fijación corporativa de este importante precio, se pueden anticipar consecuencias negativas de revivir este tema. Si ese fuere el derrotero, sería sin duda mejor el status quo: un salario mínimo tan bajo que no importa mayormente para el mercado laboral.
La corrección del salario mínimo y sus futuras revisiones tienen sentido sólo en el contexto de una reforma laboral más amplia que premie el incremento en la productividad y en los salarios promedios (no mínimos) de una manera sustentable por medio de la movilidad laboral.
La reforma laboral de 2012 fue incompleta y ha sido insuficiente porque estaba basada en mejorar la flexibilidad laboral y no la movilidad. El único mecanismo auténtico para incrementar los salarios promedios es la movilidad. Sin ella la productividad no cambia suficientemente.
Para realmente lograr un salto cuantitativo y cualitativo en la productividad se requiere que millones de trabajadores emigren a actividades, sectores y regiones con una mucha más alta productividad y valor agregado. Esto sólo puede lograrse con la movilidad y con políticas públicas que la apuntalen. Entre ellas:
1. La capacitación permanente: la economía moderna se basa crecientemente en el conocimiento, la aplicación de tecnologías novedosas y la innovación. No basta con reformar el sistema educativo sino que es crucial contar con herramientas para la capacitación continua.
2. Competencia y eliminación de barreras para la inclusión: la falta de competencia y la proliferación de barreras impiden a muchos mexicanos la participación en la economía moderna.
3. La erradicación de la extorsión sindical de que son objeto empresas medianas y pequeñas: el país requiere de un régimen laboral que permitiere a los trabajadores a decidir si prefieren operar con o sin sindicato y contrato colectivo de trabajo en empresas hasta 100 trabajadores. Es necesario también eliminar la posibilidad del emplazamiento a huelga sin el voto mayoritario y secreto de los trabajadores de la empresa.
4. El desarrollo de un mercado inmobiliario de alquiler: en México la falta de un mercado ágil de alquiler es una de las principales barreras para la emigración interurbana para la movilidad laboral.
5. La reducción del costo de transporte: millones de trabajadores están atrapados en mercados laborales informales locales por el alto costo de transporte, en pesos y tiempo, producto de la ausencia de sistemas públicos eficientes, competitivos y seguros.
6. Portabilidad de seguros médicos y pensiones: el tránsito a un sistema de portabilidad absoluta fomentaría la movilidad para mejorar el mercado laboral.
7. Estado de derecho que proteja los derechos de propiedad, incluida la propiedad del fruto del trabajo.
La discusión del salario mínimo es una oportunidad para repensar cómo incrementar la masa salarial de tal suerte que se impulse el desarrollo por medio de una mayor productividad. La movilidad debe jugar un papel central, además de ser el mejor inspector laboral. Pensar que sólo con corregir el salario mínimo se sentarán las bases para mayor justicia e igualdad sería una trampa y una oportunidad desperdiciada para contar con un régimen laboral meritocrático que promueva la excelencia. Y para la excelencia no hay nada mejor que pagar bien.
Twitter:@eledece