El presidente Enrique Peña Nieto hizo en su discurso del 2 de septiembre, en ocasión del tercer Informe de Gobierno, una declaración que, a pesar de su relevancia, no generó cobertura: “Durante el primer semestre de 2015, el Producto Interno Bruto creció a una tasa anual de 2.4%. Excluyendo las actividades más vinculadas con el sector petrolero, este incremento es de 3.2%”.

Uno podría pensar que la contribución negativa de Pemex al crecimiento durante 2015 estaría explicada por la caída del precio internacional del petróleo. Podría, pero no tendría razón. El petróleo lleva varios años haciendo una contribución negativa al PIB aun durante el prolongado periodo de precios récord. Esto se refleja de varias maneras en las cifras de crecimiento del Inegi.

Por ejemplo, Campeche y Tabasco tienen tasas negativas de crecimiento antes de que empezaran a bajar los precios. Campeche ha observado un crecimiento promedio negativo para los últimos 20 años (una ocurrencia estadística con probabilidad cercana a cero para una economía diversificada); entre 2010 y el primer semestre de 2015 su producto estatal cayó 2.7% en promedio y en los últimos tres trimestres cerca de siete. Si se excluyera a Campeche y Tabasco, entre 2003 y 2013, el PIB nacional hubiera sido 5% superior al reportado.

Alternativamente, si se estima el PIB nacional con y sin petróleo, se encuentra que la diferencia entre ellos al segundo semestre de 2015, cuando se toma como punto de partida 2010, es de 1.8%.

Lo que estos datos explican es que la contribución negativa al PIB por parte de Pemex antecede a la drástica caída de precios y que el precio insosteniblemente alto permitía esconder el lastre del sector para la economía en su conjunto.

Es bien sabido el colapso de los recursos provenientes del petróleo para las finanzas públicas: en sólo un año, los ingresos petroleros pasaron de representar 32.1% de los ingresos totales del gobierno a 19.6% a septiembre de 2015. Este impacto ha sido aminorado por un incremento muy significativo en la recaudación del impuesto sobre la renta y del IEPS producto del gravamen a alimentos y refrescos y gasolinas.

Es también conocido el fuerte impacto de la caída del precio y volumen del petróleo en las exportaciones totales. Al mes de septiembre, las exportaciones petroleras experimentaron una caída de 49% con respecto a 2014. Es menos conocido el hecho de que a partir del mes de noviembre de 2014, la balanza comercial petrolera de México ha sido negativa cada mes según los datos de comercio internacional del Inegi.

Si el país es ya comercialmente deficitario en productos petroleros, a la economía en su conjunto le empieza a convenir que disminuya el precio internacional del petróleo para mejorar sus términos de intercambio, aunque el impacto para Pemex y las finanzas del gobierno sea negativo. Lo que es bueno para Pemex y/o el gobierno ya no es, necesariamente, bueno para México.

Esta despetrolización consecuencia del disfuncionamiento estructural de Pemex, que ha resultado en menor producción de petróleo a pesar de inversiones cercanas a 2% del PIB durante años, en menor producción de gas natural o de gas natural contaminado de nitrógeno y menores volúmenes de petroquímicos (incluido el amoniaco, insumo esencial para el campo), y resultado también ahora de menores precios del petróleo, debe llevar a una reflexión seria sobre la sustentabilidad del modelo de finanzas públicas.

Ahora que la Ley de Ingresos ha sido aprobada por el Congreso, la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, el Fondo Mexicano del Petróleo y las comisiones de Hacienda de las Cámaras de Diputados y senadores deberían abocarse al rediseño del financiamiento del gasto corriente para lograr su auténtica emancipación del petróleo. Aunque es altamente probable que el precio del petróleo siga bajo, o baje aún más, no debe desaprovecharse su nivel para hacer una corrección estructural de las finanzas públicas.

El peor de los casos sería que subiera otra vez el precio sin que antes se acordara un sistema sustentable. Podrían considerarse las siguientes propuestas para transitar a un esquema despetrolizado y robusto para la sustentabilidad de largo plazo. Hacerlo enviaría una poderosa señal al mundo del compromiso de México para con la estabilidad macroeconómica y sería un instrumento para el crecimiento sostenido:

1. Fijar un precio internacional del petróleo razonable para la elaboración anual del presupuesto para los próximos 15 años: 30 dólares de barril, por ejemplo.

2. Establecer y no variar, como supuesto de trabajo, un crecimiento de 3.5 % del PIB por año para la elaboración del presupuesto para los próximos 15 años.

3. Con estos supuestos, en la medida en que el precio del petróleo o el crecimiento fueren superiores a los presupuestados, se generarían recursos adicionales para ser acumulados en el Fondo Mexicano del Petróleo o para reducir el acervo de deuda pública (que ya llega al 47% del PIB).

4. Elaborar contratos de extracción de producción o utilidades compartidas con Pemex para que la empresa productiva del Estado pueda también gozar de los beneficios de las coberturas que hiciere oportunamente para la participación que se acuerde.

5. Impulsar con estados y municipios una ambiciosa reforma del impuesto predial bajo los siguientes parámetros: cobro por parte de estados en lugar de municipios; etiquetado de recursos recaudados: diez por ciento para el estado, 50 para el municipio y 40% para el poblado o la colonia donde esté el predio; transferencias directas del presupuesto de la federación para estimular la recaudación. Para los municipios más marginados de acuerdo a Conapo, por cada peso de predial recaudado, el PEF pondría cinco pesos, para los siguientes municipios, cuatro, tres, dos y uno para los menos marginados en la escala uno a cinco de marginación.

La caída estructural del precio del petróleo y la necesaria reestructuración de Pemex y sus pasivos so n un importante reto para el país.

Sin embargo, pueden convertirse en una oportunidad irrepetible para la emancipación del gasto corriente de los ingresos petroleros y para establecer un régimen que privilegie la inversión en infraestructura física para el crecimiento. Replantear el sufragio del gasto con un esquema de largo plazo e impuestos progresivos basados en bienes raíces permitiría a México contar con argumentos para enfrentar las turbulencias internacionales existentes y las que se avecinan.

Twitter: @eledece

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