Las últimas semanas del gobierno de Donald Trump se han caracterizado por cambios de posiciones sobre un conjunto de temas, lo que ha llevado a algunos a pensar que Trump ha cambiado o que la realidad se ha impuesto. La gobernadora de la Reserva Federal pasó de ser mala a buena, China dejó de ser manipuladora de divisas, la obsoleta OTAN ahora es útil y las víctimas sirias finalmente lo son.

Estos cambios han sido también interpretados a la luz de la lucha cortesana entre el yerno, Jared Kushner, que aboga por una política exterior más responsable y acorde con la tradición y Steve Bannon el asesor estratégico más inclinado a distanciarse del mundo. Muchos han interpretado los cambios de 180º como victorias para Kushner y antesala de la salida de Bannon, pero estas conclusiones son prematuras.

No pocos observadores han dicho que Trump no tiene una visión clara del mundo ni una estrategia para enfrentar sus difíciles y complejos retos actuales, si bien reconocen en él una fuerte tendencia aislacionista que tiene una larga tradición en Estados Unidos. Concluyen que su deseo de hacer a ‘América grande otra vez’ implica no inmiscuirse en asuntos externos y alejarse de lo global en la medida de lo posible.

Sin embargo, ésta no es la única lectura, ni quizá exacta, ni prudente. La alternativa es reconocer que Trump, basado en muchas, pero no todas, las ideas de Bannon, sí tiene una visión y una estrategia, pero que no son positivas para el mundo y que deben ser enfrentadas.

Trump, y muchos de sus seguidores, creen firmemente que el resto de los países ordeñan, y han ordeñado, a Estados Unidos desde hace años. Que esto explica el mayor número de problemas de ese país (no saben lo que es tener problemas), desde el déficit comercial, hasta el déficit del sector público, el desempleo, la inseguridad, el terrorismo, las adicciones, la desesperanza y otros. La forma de solucionarlos es muy sencilla: parar la ordeña. Una vez que el resto sea desconectado de las ubres, no habrá déficit, la carga impositiva será menor, los ciudadanos más ricos, las calles más seguras, la economía más próspera.

En su visión, la culpa es de la desproporcionada participación de Estados Unidos en la cooperación internacional, de la pesada carga impuesta en su economía para terminar con el calentamiento global, del subsidio para la defensa de amplias zonas del mundo, de los acuerdos comerciales que han abierto su mercado pero no el de otros, del sistema impositivo que penaliza la competitividad de sus empresas con respecto a otros que los discriminan, de la existencia de organismos internacionales donde es necesario lograr mayorías, de los otros países que son fuente de inseguridad y de inmigración no deseada.

Que estas afirmaciones sean falsas no es, en la mente de Trump y Bannon, relevante ni debe tomarse en cuenta. Funcionó como estrategia electoral con un grupo amplio de votantes y puede funcionar como estrategia de negociación en el ámbito internacional.

De las acciones que implican una reciente reversión, la que ha recibido mejores calificaciones fue el bombardeo con 59 misiles Tomahawk de la base aérea siria Al Shayrat. Esta acción ha sido interpretada como una segunda toma de posesión como presidente de Estados Unidos, la primera gran decisión como comandante en jefe, como un cambio radical que implica un involucramiento con el mundo, una muestra de voluntad para el uso de la fuerza, un repudio al uso de las armas químicas contra civiles indefensos, incluidos niños, una advertencia a Bashar Al Assad de que no se tolerará el cruce de líneas rojas, como una derrota a Bannon.

Pocos días después, Estados Unidos haría dos despliegues más de fuerza: el lanzamiento de la madre de todas las bombas para destruir un refugio del Estado Islámico en Afganistán y el envío de una armada al golfo de Corea como disuasivo contra el desarrollo de capacidad de transporte de largo alcance de ojivas nucleares por parte del líder norcoreano Kim Jong-un. Trump espera que doblegar a Kim se convierta en la reivindicación del uso unilateral de la fuerza y garantice su éxito en la Casa Blanca.

El común denominador de estos tres despliegues no es el fin del aislacionismo, sino la reafirmación del unilateralismo. Estas medidas se implementan sin tomar en cuenta el costo a terceros, en medio oriente y Afganistán, pero también con respecto a Corea del Sur y Japón. Las acciones militares, además del blanco específico que buscaban, tienen como objetivo que Rusia, Irán, China, Corea del Norte, pero también países aliados, internalicen la nueva forma de tomar decisiones en materia de seguridad: sin mayores consultas, sin prevención y sin un proceso de pesos y contrapesos al interior del gobierno de Trump.

Es posible que la popularidad doméstica del presidente de Estados Unidos haya subido a raíz del bombardeo en Siria y los despliegues en Asia, como resultado natural de apoyar a su propio país y como reacción al uso del poder presidencial. Más aún, Trump ha recibido apoyo de aquéllos que anhelan un cambio que lo aleje del aislacionismo, pero también de sus propios seguidores que verán mayoritariamente en el unilateralismo una reafirmación de poner a Estados Unidos primero. Algunos, los auténticos aislacionistas, más en la extrema derecha, condenan el involucramiento de su país en el mundo. La pregunta es si Bannon resulta, siendo ambos, más aislacionista que unilateralista.

No obstante, el discurso inaugural en enero, escrito por Bannon, y centrado en la supuesta relación injusta que tiene Estados Unidos con el mundo apunta a que el restablecimiento unilateral del equilibrio de condiciones pesa más que solamente aislarse. Aunque las dos vertientes son mala noticia, el unilateralismo es más peligroso que el aislacionismo.

El mismo patrón se observa en otros temas. Para Trump un elemento esencial de la reforma tributaria es revertir la situación supuestamente desfavorable para sus empresas. Por eso insiste en que la reforma será espejo de impuestos que cobran otras economías y que para cerrar el déficit presupuestario se pueden grabar importaciones de tal suerte que el ajuste fiscal no lo pague Estados Unidos. Se observa también en la insistencia de estudiar y proponer soluciones para el déficit comercial, para que dejen de ‘perder’.

Una de las principales razones que explican el permanente déficit comercial de Estados Unidos reside en el “privilegio exorbitante” que implica que el dólar sea la moneda de reserva irremplazable. ¡Ahora resulta que los republicanos quisieren cerrar su brecha fiscal imponiendo un impuesto a las importaciones y un subsidio a las exportaciones que sería recaudador neto gracias al déficit comercial, que resulta de un privilegio exorbitante!

La implementación de esta visión unilateral tiene dos problemas: uno de diagnóstico ya que el mundo no ordeña a Estados Unidos, por lo que se acabará enfrentando con la realidad de que la colaboración e intercambio contribuyen al bienestar doméstico. Dos, de ego. A Trump le gusta sentirse jefe de Estado, presumir Mar-a-Lago, que los demás líderes del mundo hablen bien de él. La triste esperanza de que el unilateralismo sea atemperado por la adulación.

@eledece

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