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3de3 demandaron agrupaciones civiles, académicos del activismo, nuevos y viejos intelectuales orgánicos. Que todo se sepa. Todos han de acudir ante los oidores y confesores de la era electrónica y la democracia financiera. Se acabaron los secretos de Estado. Las cuentas no auditables de la Presidencia de la República ya se habían desvanecido al llegar el miedo con las noticias de Suiza y los ciento y tantos millones de dólares depositados por Raúl Salinas de Gortari en el paraíso del secreto bancario.
Abrieron la caja de Pandora. Hubo quejas porque al aprobarse la iniciativa dejaron algún resquicio y sobre todo por la exigencia de los que hacen como que hacen política y recordaron que hacen falta dos para bailar el tango —y para hacerse de los recursos públicos—. Y se quejaron los empresarios, tan dignos, tan serios, tantos años dispuestos a quemar libros de texto gratuitos y a encender el caldero de la olla podrida en la que se cocinarían los negociazos, “las comaladas sexenales de millonarios”, según la frase inmortal de Emilio Portes Gil, siempre fruto de la complicidad de funcionarios y empresarios. Hubo acuerdo y la concordia volvió al seno de la alguna vez llamada familia feliz. Pero faltaba la declaración 3de3 de Andrés Manuel López Obrador, el estratega de Nacajuca, “Peje pero no lagarto”.
Francisco de Asís era un ostentoso príncipe renacentista comparado con el predicador tropical: ni bienes inmuebles, ni cuenta de cheques, ni tarjeta de crédito, ni automóvil; dispone de cincuenta mil pesos mensuales de ingresos. Ah, y honorarios percibidos en el distante y electoral año 2012: del PRD, de la asociación civil Honestidad Valiente y del PT. El resto, siempre habrá un resto, son propiedades heredadas y ya legadas en vida a los hijos; tiene un crédito hipotecario y una inversión a plazos en Banorte, una tarjeta de crédito de American Express y una de Banamex, autofinanciamiento y cuenta de ahorro con BBVA Bancomer. Y eso después de décadas en la tómbola de la política mexicana; del autoritarismo a la democracia sin adjetivos; de un modesto empleo en su tierra a jefe del Gobierno del Distrito Federal y dos veces candidato del PRD a la Presidencia de la República.
¡Es un mentiroso! Gritaron los de “la mafia”. Es que no soy como ellos, respondería López Obrador. De confirmarlo, así fuera involuntariamente, se encargaría Enrique Ochoa, recién designado dirigente del PRI, en dúo con Ricardo Anaya, el “joven prodigio” de más de cuarenta años y pastor del PAN. Hagan sus cuentas señores. La angelical propuesta del 3de3 desapareció entre el flamazo y un fuerte olor a azufre: 666. Se les apareció el diablo. Mefistófeles no tuvo que convencer a los discípulos de Carlos Hank González. Ni era ajeno el tabasqueño a los usos y costumbres de la tierra, al llamado unto de América desde tiempos de la Colonia. Menos todavía los del PAN que no se come, los que llegaron al poder y saquearon las cuentas públicas, desde los moches hasta las concesiones mineras y contratos en el mar de petróleo , los tres millones de barriles de crudo diarios que vendieron a más de cien dólares por barril.
Enrique Ochoa ha declarado ser propietario de más de 50 vehículos con placas de taxis; tener veinte millones de pesos en cuentas bancarias del tipo que usted guste; casa propia y otros bienes raíces; ingresos que harían palidecer a un usuario de energía eléctrica; casa, coche y seguros suficientes para esperar el arribo de la vejez o el cese. Todo eso en únicamente 22 años de haberse convertido en político deslumbrado por el verbo de Luis Donaldo Colosio. Anaya reza la Magnífica y repite estar “sin cosa alguna”, pero llegó de la mano de Gustavo Madero y a la sombra de Vicente Fox y Felipe Calderón Hinojosa. El marido de la señora Marta goza de los bienes terrenales y de una fundación en la que exhibe su incontinencia verbal, promueve el cultivo y venta de marihuana a gran escala y compite con Donald Trump en despropósitos.
De Felipillo santo y la guerra declarada al crimen organizado al tiempo en que emprendía grandes negocios a la escala de Miguel Alemán, aunque sin la visión y capacidad del veracruzano, habría que incluir en la declaración 666 los miles de muertos y las fosas clandestinas sembradas en toda la geografía nacional, tanto como la entrega de decenas de miles de hectáreas de concesiones mineras (el endiablado Gustavo Díaz Ordaz dio 365 hectáreas en concesiones mineras), así como las patentes de corzo otorgadas para el saqueo petrolero en servicios marineros y negocios de cuello blanco que le sirven para añadir a la pensión presidencial ingresos de servicio en consejos de administración al otro lado del Río Bravo. Como estará el infierno que hoy casi postulan candidata presidencial a su esposa doña Margarita Zavala, por ser “modelo de honradez”.
Con el signo de 666 en la frente, los indiciados panistas Luis Armando Reynoso, Guillermo Padrés Elías y Miguel Ángel Yunes, veracruzano éste, casi a salvo por combatir a puñaladas iguales con el gobernador priísta, Javier Duarte, a quien hundieron en la sombra y distancia en el presídium los colaboradores del presidente Peña Nieto, el general secretario de la Defensa, Salvador Cienfuegos, el titular de Marina, Vidal Soberón, mientras Luis Videgaray intentaba flotar en la sicofancia entre mares, cielo y vientos turbulentos que enfrenta “Enrique Peña Nieto, capitán de navío que nos llevará a buen puerto”.
Cómo no ver ahí las imágenes del Bosco, cuyos 500 años conmemoramos atrapados en la magia del Jardín de las Delicias. Jesús Zambrano reniega en el Senado que el Peje fuera su jefe cuando empezaron a ponerle un segundo piso a la Ciudad de México, cuando pusieron candados de secrecía por diez o más años a las cuentas de las obras, columnas, placas, picos, palos y azadones. En la hoy CDMX, Ángel Mancera, no militante, se postula candidato del PRD con la angelical aprobación de Alejandra Barrales. Y en el ostracismo parisino Marcelo Ebrard espera el llamado de la multitudes, o la pavorosa extradición. No para declarar sus bienes en la 3de3, sino para rendir cuentas a la justicia.
Abrieron la caja de Pandora. Y ni falta hacía para combatir la corrupción desorbitada por la impunidad que impera. Otro Duarte espera, el de Chihuahua. En Quintana Roo apelan a la cercanía que daba influencia, pero Roberto Borge se hunde. Allá apresaron y deportaron al priísta Villanueva, gobernador no grato en la corte zedillista de Los Pinos. Y los vientos huracanados en la hora triunfal de la oligarquía que demanda mano dura del gobierno para los de abajo, no olvida ni perdona a los encumbrados antes de la conversión del autoritarismo en servilismo.
En San Lázaro corren rumores del horror del 666. El año entrante se juegan la ilusión de conservar el poder y con la antorcha del 3de3 reviven denuncias y acusan a César Camacho, hoy líder de la bancada del PRI, de haberse autoconcesionado el negociazo de proveer alimentos de los reclusos en las cárceles cuando era gobernador del Estado de México.
“Hay los que quieren el poder y los que quieren dinero; los del ‘dinerete’ son más fáciles”, decía Adolfo Ruiz Cortinez.