El tiempo pasa. Se puede agotar la paciencia, o un plazo apresuradamente fijado ante la indignación de los de abajo y la prepotencia de los de arriba. Nadie puede poner en duda la violación a las normas del Derecho, los daños y perjuicios causados por las marchas y bloqueos carreteros de integrantes de la CNTE. La ineludible consecuencia de dañar a los más pobres y no únicamente a los gobernantes y los oligarcas a quienes éstos sirven. Enfrentar la desobediencia civil con la fuerza armada de policías incapaces de contener sin reprimir, de resistir sin ceder, obliga a la intervención militar, a que el gobierno declare el estado de excepción.

Así fuera el “estado de excepción ficticio” al que recurrió Felipe Calderón Hinojosa para iniciar su guerra contra el crimen organizado, que desató la violencia y ha sembrado la geografía nacional de cadáveres, de tumbas clandestinas y fosas comunes cavadas obscenamente por algunas procuradurías estatales. Se ha llegado al límite del desencuentro brutal y cínico entre los maestros de la Coordinadora y las autoridades que engendraron esa disidencia, la toleraron, le entregaron recursos económicos y finalmente el control del sistema educativo, en busca de cómplices en la disputa por el poder, o la semblanza del poder constituido como arma para acumular riqueza. Es tiempo de reconocer la inutilidad del diálogo entre partes que demandan lo imposible.

Es hora de la política como arte de lo real y lo posible. A los males endémicos de nuestro sistema político se añaden los del aplastante efecto de la globalización, del imperio del capitalismo financiero. Desde la Patagonia, durante la Cumbre de la Alianza del Pacífico, la presidenta de Chile, Michelle Bachelet, diría en entrevista al diario El País que las reglas del juego y los actores han cambiado: “Tengo la impresión de que la crisis de la política es universal. En América Latina y en Europa. Los partidos tenemos que replantearnos todo. La democracia representativa por sí sola ya no da respuesta a los anhelos de la gente de ser parte constructora de la sociedad”. Invocó la salida del Reino Unido de la Unión Europea y los mensajes xenófobos:

“Detrás del Brexit y del éxito de Trump hay algo claro, y lo hemos sabido siempre. La globalización ha aumentado las desigualdades. Pero la globalización es un hecho, no va a desaparecer. Estamos conectados por todos lados. Tenemos desafíos enormes que no podemos resolver solos los países”. En Puerto Varas, ante la terca realidad, los mandatarios de Chile, Colombia, México y Perú se pronuncian por hacer incluyente la alianza que, diría Enrique Peña Nieto, “es de una escala mayor a cualquier otro tratado de libre comercio que se tenga en el mundo”.

Un mundo en el que “las élites políticas latinoamericanas tienen que reinventarse”. O de plano dar paso a la tiranía del capital y las oligarquías que ya demandan el estado de excepción en México; el estado de sitio antes que los acuerdos políticos; el tiempo que se “agota” en la parábola del combate imaginario entre el autoritarismo y el caos anarquizante. Es hora de hacer política, de ser conducto del Ejecutivo en un régimen de separación de poderes federal y laico. Aunque la democracia representativa se diluya entre el descrédito de los partidos de una pluralidad fingida y la indignación de las mayorías aplastadas por la desigualdad y el hambre; el desempleo y la desesperación de las clases medias emergentes o proletarizadas. La corrupción y la impunidad como signo de la época. No exclusivas de México y sus vueltas a la noria en la transición en presente continuo.

Miguel Ángel Osorio Chong sabe cuál es el juego de los dirigentes de la CNTE. Y sabrá dar tiempo al tiempo. Nadie puede a estas alturas de la segunda alternancia fingir que es ajena a la sucesión presidencial toda confrontación, toda concertación de fuerzas o suma de debilidades; que en la demanda de una mesa de negociaciones no hay sino la exigencia de luminarias en el escenario mediático del ágora electrónica y el círculo cerrado del ámbito local que abarca el palacio de gobierno del estado y las comunidades aldeanas del aislamiento y el olvido. Pasó el tiempo y nadie atendió a las mesas de debates legislativos en las que se acordaron los detalles de la reforma educativa constitucional. Nadie pregunta por los nuevos programas académicos y sistemas docentes que harían auténtica la reforma y posibles las mejoras prometidas. Nadie los conoce.

Ya tendrán tiempo. Por ahora se dedican a postularse para dirigentes del abandonado PRD; a exhibirse en poses de vencedores en el PAN, la derecha que fuera defensora a ultranza de la vía legal y ha encontrado en la democracia sin adjetivos las raíces de la reacción conservadora en la persona de Ricardo Anaya, y la ilusión iturbidista en la esposa del ex presidente Felipe Calderón. El PRI repite sin cesar las palabras de despedida de Manlio Fabio Beltrones: un partido paga las consecuencias de un mal gobierno. Y el unto de la expectativa, la impunidad garantizada y la corrupción no sólo tolerada, sino admirada, invitan a la abyección, a emular a los virreyezuelos producto de la primera alternancia.

El escándalo sirve de mampara a los pésimos gobernadores de Veracruz, Chihuahua y Quintana Roo. Miguel Ángel Yunes, vencedor en las elecciones de gobernador, acude prematuramente al Congreso en Xalapa, para exigir que se rechace la inicua iniciativa del todavía gobernador Javier Duarte. Llegó el Yunes victorioso acompañado por el líder nacional panista, Ricardo Anaya y el alguna vez aspirante panista a la Presidencia, Santiago Creel. En las afueras del Congreso se manifestaban los eternos disidentes de los 400 pueblos. César se llama su líder y todos juran que fueron perseguidos y encarcelados por Miguel Ángel Yunes en sus tiempos de poder priísta. Al salir del recinto legislativo se produjo el esperado conflicto, jaloneo, insultos y pedradas contra el que va a gobernar Veracruz.

Inútiles afanes. Los diputados rechazaron el nombramiento de un fiscal cuyas funciones durarían nueve años. Atendieron a la voz del amo, al poder central, como lo llamaban los mexicanos de los siglos XIX y XX.

La globalización es causa de que la democracia ya no responda a los anhelos de la gente. Arde México y los de la estabilidad acuden al Brexit para anunciar que habrá recortes en educación, en salud y anuncian aumentos al precio de las gasolinas. Aquí no hemos tenido ni un asomo de cuartelazo desde 1929. Y hay quienes piden manos firmes para decretar estado de excepción. Quien pretende montar un tigre acaba dentro de él, señoritos que lo mismo extrañan a Díaz Ordaz que a don Porfirio.

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