Más de 40 por ciento de los votantes registrados podrán ir a las urnas en catorce estados de nuestra República federal, democrática y laica. En doce entidades elegirán gobernador. Una docena de naves sin rumbo y la transición a la deriva. Los votantes decidirán a última hora, como casi siempre y casi en todas partes. Y ahora que tenemos el largamente pospuesto sufragio efectivo y nos aseguran que murió el partido hegemónico, ¿entre qué proyecto, programa político, propuesta ideológica podemos optar?

No hay opciones. Hay un sistema plural de partidos, un rompecabezas de logotipos y signos vacíos, que coinciden en la muerte de las ideologías y el entierro de la lucha de clases en alguna de las innumerables fosas colectivas sembradas en todo el territorio nacional. Hay, desde luego, la disputa por el poder y el control del gasto público, para beneficio personal o del patrón que los mandó llamar anteayer. O hace casi cuatro lustros sin que los del coro erigieran un modesto busto, de Ernesto Zedillo, al lado o cerca de la estatua del sinaloense Manuel Clouthier y una parvada de niños en previsora protesta por los matrimonios de parejas de un mismo sexo. Hay y funciona una institución a cargo de las elecciones, modelo o casi, de lo que debieran ser todas las que en el mundo han sido.

Como decían antes del vuelco finisecular: que se cuenten los votos y los votos cuenten. Hoy se eligen doce gobernadores y mañana empieza la larga marcha de la sucesión presidencial rumbo a 2018. No hay partido alguno de mayoría en el Congreso de la Unión. Y el sistema plural es reflejo fiel del partido hegemónico repudiado por todos. Manlio Fabio Beltrones sabe contar. Al arrancar el proceso electoral declaró que esperaba que el PRI ganará nueve de las doce gubernaturas en disputa. El PAN y el PRD respondieron que el de Sonora pretendía a la era del “carro completo”. No hicieron bien las cuentas.

Nueve, precisamente nueve de los doce estados, tienen gobernador priísta: Aguascalientes, Carlos Lozano; Chihuahua, César Duarte; Durango, Jorge Herrera; Hidalgo, Francisco Olvera Cruz; Quintana Roo, Roberto Borge; Tamaulipas, Egidio Torres Cantú; Tlaxcala, Mariano González Zarur; Veracruz, Javier Duarte de Ochoa; y Zacatecas, Miguel Alonso Reyes. La ausencia de gobierno en Veracruz es tan grave o más que la ausencia del Estado de derecho. A Javier Duarte lo han exhibido tirios y troyanos: fetiche de cacique, fantoche a modo para pregonar que el de gobierno es porque ahí siempre ha gobernado el PRI. Y proponen que gobierne la tierra de Heriberto Jara... uno del PRI.

O de la misma mata. Porque los que postula la oposición congelada frente al fantasma de la hegemonía son criaturas del PRI. O parientes tan cercanos que provocarían cargos de nepotismo en cualquier sistema, así sea una oligarquía como la nuestra. O la del bipartidismo de nuestro vecino del norte, donde se les apareció el nazifascista Donald Trump con cartera de billonario y máscara de rubio gesticulador. En las elecciones de hoy en México, tres de los doce candidatos son brotes del tronco del PRI: Miguel Ángel Yunes (del PAN-PRD) en Veracruz; Carlos Joaquín González (candidato del PAN-PRD) en Quintana Roo; y José Estefan Garfias (del PAN-PRD) en Oaxaca.

Hay más. En Sinaloa hace como que gobierna Mario López Valdés, el Malova que toca la tambora porque hace seis años no se pusieron de acuerdo Jesús Aguilar Padilla y Juan S. Millán. Izquierda y derecha sin rumbo aceptaron al valido del cetemista Juan S. Millán. ¡Milagro! Vencieron al PRI. La terca realidad puso de acuerdo a Jesús Aguilar Padilla y Juan S. Millán. Heriberto Galindo y David López dieron paso a la candidatura de Quirino Ordaz Coppel. “En el mar hay una palma/con las ramas hasta el suelo/donde van a refugiarse los que no tienen consuelo”. El PAN que no se come podría hacerse de la tierra de Abraham González con Javier Corral Jurado como candidato. Pero pudiera no bastar la afinidad de sacristía del gobernador Duarte con la izquierda chic del desmantelado PRD.

En Zacatecas respiró aires norteños Morena, el partido del mando único al servicio del bien. David Monreal es candidato a gobernador, no es nepotismo de Ricardo Monreal, quien dejó al PRI para gobernar Zacatecas y militar en el movimiento que llevará a Andrés Manuel López Obrador a ser candidato a la Presidencia de la República por tercera ocasión. Todos de la misma mata. En espera del Constituyente de etérea levedad, no elegido por los ciudadanos de la recién constituida CDMX, sino por los de arriba, el Presidente de la República, el jefe de Gobierno de la CDMX, líderes legislativos y sabios orgánicos de nuestra oligarquía.

Hay elecciones, los votos cuentan. Lástima que las campañas competitivas sean de partidos a la deriva; tiradero de lodo, de infundios. En el aperturismo echeverrista atinó Daniel Cosío Villegas: “Está bien, señor Presidente: ¡Arriba y adelante! Pero, ¿dónde vamos a aterrizar?”.

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